Muchas han sido las transformaciones del barrio La Paz, en el sur de Barranquilla, desde su fundación hace 50 años. Antes llevaba el nombre de Paloquemao, que surgió cuando los primeros habitantes de la zona quemaron troncos para permitir el acceso de un carrotanque para el suministro de agua.
Hace pocos meses, el arroyo que pasa por La Paz fue canalizado para evitar las inundaciones, que, según los habitantes, eran aprovechadas por las pandillas para enfrentarse. “Antes, cuando llovía, era imposible salir a la calle, andábamos con miedo de que nosotros o nuestros hijos fueran a terminar en medio de esas peleas”, dijo Nubia, quien vive en el sector.
Además de los árboles, que dan sombra a las entradas de las casas y bajo los cuales las familias escapan de las inclementes temperaturas de la capital del Atlántico, en el barrio es común ver a los niños corriendo y jugando por las calles.
Pero tras esa tranquilidad se esconde un mal histórico que ha afectado a los más jóvenes: el reclutamiento de menores por parte de grupos ilegales. Natividad Barrios, quien vive en La Paz hace más de 40 años, recordó que siempre ha habido peligro para los menores que salen a la calle. “Nuestra preocupación mayor son los niños, los papás andaban con miedo de saber en dónde y con quién estaban sus hijos y nietos”, dijo Barrios, maestra de cumbia.
Con el propósito de arrebatarles a esos niños a la guerra se creó el programa Casas Lúdicas, liderado por la Cancillería, para llegar a 25 municipios vulnerables por el flagelo del reclutamiento. El programa se inició en el 2011 y ya tiene presencia en poblaciones como Riohacha (La Guajira), El Bagre (Antioquia), Istmina (Chocó), Samaniego (Nariño), Fortul (Arauca), San Andrés y Providencia, y San José del Guaviare (Guaviare), además del barrio La Paz, en Barranquilla.
La iniciativa en la capital Atlántico empezó hace ocho meses con la visita de la canciller María Ángela Holguín, y con un acto simbólico para ‘sembrar la primera planta’ en el lugar de la construcción. El pasado jueves, Holguín regresó para hacer la entrega oficial de la sede, donde antes funcionaban un club social y una gallera.
La Casa Lúdica es apoyada por el padre Cyrillus Swinne, un líder de la región que llegó de Holanda en 1977, y que ha apoyado procesos para la transformación del sector.
En el evento, el padre Cyrillus dijo que “en vez de darles ‘palo’ a los niños es mejor darles la mano para construir un mejor lugar para vivir. Estos espacios les abren las puertas a los niños y ellos lo retribuyen bien; construir un mejor país no es posible sin la ayuda de todos”.
A la Casa Lúdica llegan por día más de 400 niños, que reciben clases de música, arte e informática, talleres de lectura, asesoría con las tareas e incluso psicológica. Para hacer parte del programa solo hace falta que un adulto inscriba a los niños.
En uno de los barrios más pobres de Barranquilla, la Casa Lúdica busca brindarle a los menores anhelos de salir adelante y buscar un mejor futuro. En esta imagen, dando clic en los botones, podrá conocer los sueños de algunos de ellos.
La canciller aseguró que estas iniciativas buscan mostrar el compromiso del país con la prevención del reclutamiento y brindarles a los niños otras opciones. “Sabemos que este será un lugar donde los niños podrán aprender y construir un futuro lleno de valores”, señaló Holguín.
Al acto de inauguración asistieron el alcalde de Barranquilla, Alejandro Char; el gobernador del Atlántico, Eduardo Verano, y el gerente general de Gases del Caribe, Ramón Dávila, quienes se comprometieron a entregar 300 millones de pesos para garantizar su funcionamiento.
El gobernador recordó que hace unos años el barrio La Paz era una invasión y que se ha convertido en unos de los que más ha progresado en su transformación social. “Con estos programas los niños serán, sin duda, promotores de paz”, agregó Verano.
Alba Ruiz, vecina de la Casa Lúdica, dijo que esta le ha permitido conectarse más con su hijo y que ahora está más segura cuando tiene que ir a trabajar. “Mi hijo estudia en la tarde y quedaba preocupada por dónde estaba en la mañana. Ahora sé que en la casa lo cuidan y, lo más importante, no solo está ahí sino que le dan clases y lo forman”, añadió Ruiz.
Así mismo, Samira Romero, habitante del sector desde hace dos décadas, recalcó que las pandillas que antes estaban cerca saben ahora que los niños tienen vigilancia permanente, por lo que estas se mantienen alejadas de la Casa.
“Antes –agregó Romero–, uno veía pocos policías y no había vigilancia. Ahora, para cuidar a los niños, están más pendientes de nosotros”.
REDACCIÓN VIDA