El presidente interino de Brasil, Michel Temer, aspira a mantenerse dos años en el poder, hasta el final del mandato de Dilma Rousseff, al frente de un “Gobierno de salvación”, con un Estado “sin corrupción y eficiente”, pese a que nueve de sus ministros están salpicados por el escándalo de Petrobras.
En su primer día de actividad, el presidente y sus colaboradores adelantaron ya algunas de las líneas generales de su plan de acción: ajuste, revisión y auditoría de programas sociales y una reducción del papel del Estado.
Temer asumió la presidencia de Brasil de forma interina el jueves en sustitución de Rousseff, separada de sus funciones durante 180 días para enfrentar un juicio político que podría terminar con su destitución o con su exoneración, lo que le permitiría recuperar el cargo y completar su mandato.
Pese a su condición de interinidad, Temer apuntó que no podrá “hacer milagros en dos años”, dando por sentado que Rousseff terminará destituida y que él se mantendrá en la presidencia hasta el primero de enero del 2019. “Quiero que al dejar la presidencia, me miren y digan por lo menos: ‘ese sujeto arregló el país’ ”, señaló en una entrevista para la revista Época.
Temer, que hasta el jueves era el vicepresidente de Rousseff, encabezó ayer la primera reunión de su gobierno, que incluye a miembros de una decena de partidos políticos. El equipo integra también a nueve ministros salpicados por el escándalo de Petrobras, entre ellos tres investigados por el Tribunal Supremo por desvíos en la petrolera: Henrique Alves (Turismo), Geddel Vieira Lima (Secretaría de Gobierno) y Romero Jucá (Planificación).
Brasil, según el nuevo Gobierno, vive una situación de “emergencia” que requiere de medidas urgentes de ajuste y que, según adelantó el Ejecutivo, incluiría al menos 4.000 despidos en la administración pública y auditorías en los programas sociales de los que se benefician unos 45 millones de personas.
En una conferencia de prensa, Henrique Meirelles, designado como jefe de la cartera económica por Temer, advirtió que deberá reducir el gasto público, reformar la seguridad social y la edad de la jubilación, con la meta de recuperar la economía. Su objetivo es dar un “cambio en el itinerario de la economía”, que en 2015 cayó 3,8 por ciento y enfrenta una inflación cercana a los dos dígitos y el mayor desempleo desde el 2012.
“Creo que la sociedad brasileña es lo suficientemente madura como para saber aceptar medidas de ajuste importantes; lo que sí está claro es que no podemos continuar como hasta ahora”, aseguró.
No es la primera vez que Meirelles, conocido como ortodoxo liberal, es convocado para rescatar la economía del gigante brasileño. Fue presidente del Banco Central en el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), en medio de un escenario también crítico de la economía.
Los mercados, que destacan cómo Meirelles supo en ese entonces dar con la receta justa, hoy muestran “escepticismo y cautela” con Temer, explicó Ignacio Crespo, analista en la consultora Guide Investimentos de São Paulo. “Antes de que las cosas mejoren pueden seguir empeorando: los datos fiscales van a continuar malos, el crédito con altas tasas de incumplimiento en los pagos, el desempleo aumentando”, alertó el experto.
Los ajustes incluirán principalmente recortes y la definición de un techo para el gasto público y una reforma en la seguridad social y las leyes de trabajo. Pero Meirelles garantizó que los programas sociales bandera del gobierno saliente serán mantenidos. “Si vemos el cuadro general de los gastos del gobierno, los programas sociales representan una porción menor”, explicó.
EFE Y AFP