Desde agosto del año pasado, Michel Temer acariciaba el poder en Brasil. “La situación del país es grave. Se necesita alguien con capacidad para reunificar al país”, dijo en ese momento. (Lea también: Viene un año doloroso para la economía de Brasil y pobreza repuntará)
Se ganó una reputación de estar por encima de las refriegas. Pocas veces eleva la voz, quienes lo conocen dicen que nunca maldice y evita la gesticulación grandilocuente y teatral que es común en sus pares durante los debates.
Una imagen que le valió el apodo del “mayordomo de una película de terror” entre sus adversarios políticos. “Temer es firme, pero no agresivo. Habla, pero no demasiado. Es un hombre contenido. Ha mostrado que puede negociar con cualquiera, de derecha o de izquierda”, dijo Eliane Cantanhede, comentarista política del diario O Estado de São Paulo y Globo TV.
Quienes lo apoyan dicen que eso le permitirá resolver cosas. “Es un hombre que tiende puentes políticamente y logrará el respaldo parlamentario necesario para sacar adelante las reformas debidas para revivir la política y la economía”, afirmó Darcisio Perondi, miembro del PMDB.
Distancia con brasileños
Sin embargo, otros estiman que su actitud lo distanció de los brasileños a tal punto que, según un sondeo de Datafolha, en unas eventuales elecciones tendría entre el 1 y 2 por ciento de intención de voto.
“Dicen que tengo que cambiar mis maneras, que soy demasiado ceremonioso. ¿Pero cómo? Siento envidia de quien hace bromas. Yo no sé hacer eso”, contó a la revista Piauí en 2010.
Ahora para cumplir su sueño de “salvar” a Brasil, el presidente interino tendrá que esquivar una amenaza de juicio político que podría truncar sus planes, presentada por motivos similares a los que han obligado a Rousseff a apartarse del poder: firmar decretos que facilitaron el maquillaje de las cuentas públicas en los dos últimos años.
Además, su nombre aparece en investigaciones del Tribunal Electoral sobre la presunta financiación ilegal de la campaña del 2014, en la que Rousseff y él fueron reelegidos.
Fue también mencionado en un proceso sobre supuestos sobornos políticos en el 2009, precisamente el año en que fue distinguido como el congresista más influyente del país.
Ahora Temer tiene delante un desafió que le quita el aliento: Brasil está inmerso en su peor recesión desde la década de 1930, por lo que deberá tomar decisiones rápidas para restaurar la confianza en el país. El problema es que su presencia en el poder genera dudas, incluso entre quienes quieren cambios, pues su bajo perfil hace temer que no pueda controlar la caótica realidad política del país y la oposición del Partido de los Trabajadores.
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*Con AFP, Reuters y Efe