Bernarda Alba es un personaje arquetípico, como Hamlet o Blanche Du Bois, la protagonista de Un tranvía llamado deseo.
De ellos existe una imagen en la memoria colectiva que hace que quien quiera encarnarlos tenga que convencer al público de borrar la imagen apriorística para creer en la nueva, más aún cuando esa imagen ha sido creada por un actor o una actriz muy fuerte.
Y por eso se convierten en ejercicios obligatorios en las escuelas de teatro.
De los personajes del universo de Federico García Lorca, la protagonista de La casa de la Bernarda Alba, la viuda represiva que encierra a sus hijas y las obliga a guardar luto por la muerte de su padre durante ocho años, es el más conocido por la asociación que se hace con la dictadura de Franco.
El personaje fue hecho para Margarita Xirgú, quien solo pudo estrenarlo en el exilio, nueve años después del asesinato del autor, en 1945, en el teatro Avenida de Buenos Aires.
Después vinieron muchas puestas, y en varios idiomas, hasta la impresionante de Lluis Pasqual, en el 2009, con Núria Espert, quien demostró que detrás de la dureza del personaje había un ser humano complejo y hasta frágil.
Ahora, en Bogotá, tenemos la oportunidad de ver una nueva versión dirigida por Ernesto Aronna en su teatro en Teusaquillo, protagonizada por Ana Soler, acompañada por un buen grupo de actrices.
Con excepción del personaje de la abuela, que habla con voz de titiritera, Soler y sus compañeras hacen un trabajo veraz no solo de construcción de personajes, sino también de una atmósfera de calor, en el que hierven los deseos reprimidos.
Soler, con una elegancia y mesura que impresionan, le da nuevos matices al personaje, que, si bien se mantiene hierático, nos deja ver su riqueza de posibilidades.
Teatro Ernesto Aronna. Cra. 20 n.° 45A-59, Bogotá. Sábados y domingos, 6 p. m.