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Cine

Taxi, la última película de Jafar Panahi.

Taxi, la última película de Jafar Panahi, demuestra que para hacer cine solo hay que desearlo de verdad. Sentirlo como una necesidad vital. Como el pez de colores que la niña protagonista de El globo blanco (1995), del propio realizador, desea con tanta determinación. Taxi es una cinta de visión obligada, sobre todo para quien aspira a ser cineasta o incluso ya lo es. Después de verla y conocer su contexto, cualquier director que hable de las dificultades de su oficio o de sus riesgos debería sentirse avergonzado. En medio del encierro y la censura, el reconocido Panahi ofrece la obra más libre. Su valentía es total y el riesgo, muy alto.
El cineasta iraní ha sido encarcelado dos veces por “actuar contra la seguridad nacional y hacer propaganda contra el Estado”. Desde 2010 no puede salir de su casa, del país, ni hacer cine. Ese mismo año fue invitado a formar parte del Jurado del Festival de Cannes, pero su sillón quedó vacío durante el certamen. Bajo pena de cárcel tiene prohibido rodar películas por 20 años, escribir guiones o dar entrevistas. Sin embargo, se las ha ingeniado para hacer tres cintas. Dos de ellas se filmaron en el interior de su casa: Esto no es una película (2011), presentada fuera de concurso en Cannes, y Cortina cerrada (2013), que obtuvo el Oso de Plata en Berlín. Ganó el Oso de oro el año pasado en Berlín, premio que fue recibido por su sobrina. En Irán, su cine solo se puede ver clandestinamente, en copias piratas de DVD.
En Taxi vemos su rostro, el de un hombre sereno, amable y cálido detrás del volante. Uno de sus pasajeros le dice “usted es muy mal taxista”, pero esa resultó ser la solución para ejercer su verdadero oficio, el de cineasta, sin exponerse en exceso. Su taxi es la extensión de su casa –a la que ha sido confinado– y es la metáfora de la sociedad iraní. El formato de la película es ‘docu-ficción’, con actores no profesionales, entre ellos su sobrina, amigos y conocidos. Y para filmar colocó tres pequeñas cámaras en el interior del vehículo.
En Irán, la sociedad y la cultura están maniatadas, y no se puede hablar de nada importante. Como afirma la sobrina de Panahi en la cinta: “Para que una película iraní sea distribuible debe evitar las discusiones sobre política, economía y violencia, tener respeto por el velo, y evitar el realismo sórdido, y el contacto entre hombres y mujeres”. El espacio claustrofóbico del taxi le sirve al director para establecer un diálogo con una variedad de personajes y temas: la pena de muerte (Irán tiene el record mundial después de China), la situación de la mujer, la censura y el cine, entre otros.
Su sobrina de 11 años intenta hacer una película dentro del automóvil y entonces se crea un inteligente juego de cine dentro del cine, además de un autohomenaje al filme El globo blanco, protagonizado por una insistente niña y su pez. Pero la referencia más inmediata e importante es la cinta Ten (2002), del maestro de Panahi, Abbas Kiarostami. En este filme se cuentan diez historias de personajes a bordo de un carro, también en Teherán.
Taxi es un inteligente acto de resistencia, divertido, emocionante y honesto como esta declaración de Panahi: “Soy cineasta. No puedo hacer nada más que películas. El cine es mi expresión y la razón de mi vida. Nada puede impedir que haga películas. Porque cuando me arrinconan, me conecto con mi yo interior. Y en esos espacios tan privados, a pesar de todas las limitaciones, la necesidad de crear se convierte en una urgencia. El cine, como un arte, se transforma en mi única preocupación. Esa es la razón por la que debo seguir haciendo películas bajo cualquier circunstancia, para defender mi dignidad y sentirme vivo”
MARTHA LIGIA PARRA
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