Éxitos del entretenimiento como Harry Potter y Star Wars son catalogados, frecuentemente, como cultura ‘que no demanda tanto’ las facultades de lectura del público. No son El Quijote, ni la María de Jorge Isaacs. Son piezas más bien descifrables, sin mayores misterios. Harry Potter es el héroe adolescente que carga con su destino y su pubertad. Star Wars es la guerra melodramática entre el bien y el mal, entre el amor y la destrucción. Hasta un Excel podría hablar de ellos y crearles sus fórmulas.
Sin embargo, hablar sobre un programa de computador que maneja fórmulas matemáticas casi automáticamente para organizar datos y números (como lo es Excel) no es novedad en el entretenimiento. Campos de estudio como las humanidades digitales (HD) se valen de programas de computador para hacer análisis cultural. Los expertos en la materia pueden hablar de Harry Potter en términos numéricos o de las medidas exactas con las que Rembrandt definía el estilo de sus pinturas. Y por supuesto no se limitan a usar programas de computador. Excel es Buscaminas al lado de otras opciones.
Imaginemos que Excel pudiera ser capaz de sacar conclusiones sobre todos los libros. Si pudiera leer. Bueno, acá viene el hielo; uno ya lo hace: Watson. Sí, Watson. Así se llama el supercomputador más reciente de la marca IBM, la empresa de tecnología y consultoría que creó el computador más famoso de la década de los 80: el IBM PC. Watson sirve principalmente para identificar patrones en enormes bases de datos. Lee rápido: 800 millones de páginas por segundo. O sea podría leer 333.333 veces el Diccionario de la Real Academia Española en un segundo.
El estudio de este aprendizaje de máquinas se derivó del interés por la inteligencia artificial, ese campo aparentemente apocalíptico en el que las máquinas emularían la inteligencia humana y competirían con nuestro cerebro. Watson puede descifrar patrones a partir de análisis de textos, sin necesidad de que un profesional en computación tenga que programarlo cada vez que ‘lee’. Más simple: Watson ‘aprende a leer’.
Fue Vinith Misra, uno de los investigadores de la compañía IBM, quien sometió a Watson a la prueba de la interpretación de la literatura. Misra le entregó textos de la saga de Harry Potter, además de guiones de las películas homónimas, para que comparara distintos rasgos de los personajes entre libros y películas; de Star Wars lo alimentó solamente como los guiones de cine, también para que mirara a los personajes. Lo interesante fue que, en ambos casos, Watson usó como parámetro de análisis una prueba psicológica conocida como el ‘modelo de las cinco grandes (cualidades)’: qué tan extrovertido es el analizado, su amabilidad, nivel de responsabilidad, cuál es su nivel de neurotismo y cuán abierto es a las experiencias. Nada de equiparar personajes con metáforas. Watson da respuestas concretas.
Lo que descubrió es definitivamente interesante, pero no novedoso. Tomemos el caso en el que Misra suministró a Watson la saga de Harry Potter, que en sus ediciones de Editorial Salamandra consta de más de 3500 páginas de texto. Por ejemplo, Misra le contó a la revista Techinsider que, según Watson, Voldemort -el principal antagonista de la saga- es neurótico: tiene una paranoia porque otros arruinen su plan de llegar a la inmortalidad. El protagonista Harry va por el mismo camino, y no solo eso, sino que “siente una cantidad similar de enojo” a la de su enemigo. Los libros de la saga dejan esto muy claro. Precisamente, una de las razones por las que Harry Potter se siente supremamente aislado de su ‘lado bueno’ es por la conexión emocional que siente con el mayor enemigo del mundo de los magos.
Star Wars sí tiene ejemplos para reírse. Misra contó a Techinsider que Yoda, el maestro Jedi, fue descrito como “un animal de peluche y parece agradable, pero si miras el diálogo… es un patán”. En efecto, este personaje se distingue por la aparente incoherencia con la que habla, ya que trastoca las oraciones y no conjuga verbos. Otro ejemplo es que para Watson todos los personajes de la Orden de los Jedi, cuyas principales reglas giran en torno a la calma espiritual, “son los menos neuróticos de la saga”. Nuevamente: Watson ‘sabe leer’, y los rasgos psicológicos se manifiestan en el lenguaje. Los autores se encargan de dejar eso claro.
Pero tranquilos: las humanidades ya habían identificado este tipo de técnicas de informática. Miriam Peña, quien tiene un posdoctorado en humanidades digitales y dicta seminarios de la materia en la Universidad Nacional de México, habló del tema con LECTURAS. Comparó la forma en que Watson ‘lee’ con la ‘lectura distante’, un proceso de lectura e interpretación que utilizan los humanistas digitales y que se apoya sobre todo en el uso de programas analíticos (como lo es Watson).
“Por lo general, los resultados de estos procesos son estadísticos; muy parecidos a procesamientos de información textual en donde podemos conocer las modas, estilos y rasgos generales que determinan”, comentó Peña cuando se le preguntó sobre el tema. “Por ejemplo, qué es una novela romántica, cuál es su estructura general, qué lenguaje usa y, si tenemos la información, en qué época y lugares se consume más este género literario”.
Las estadísticas no son respuestas. Son, a lo sumo, comprobaciones de deducciones. El humanista siempre debe ‘ir más allá’; eso es la crítica cultural, sea lo que signifique. “No creo que, aún, una herramienta de este tipo (como Watson) pueda analizar subjetividades”, explicó Miriam Peña. “Aunque los resultados que arrojó en Harry Potter son bastante acertados y parecidos a cómo un lector promedio interpretaría la historia y el papel que sus personajes juegan en ella”. Por suerte, una cosa es deducir algo sobre los textos, y otra la subjetividad que enriquece la crítica de los mismos. Como dijo Peña: “Lograr subjetividad es, hasta ahora, prácticamente imposible con un sistema de inteligencia artificial”.
MARÍA EUGENIA LOMBARDO