Un grupo de activistas mexicanos lidera un movimiento revolucionario: La Liga Peatonal, que nos recuerda que todos comenzamos y terminamos nuestros viajes urbanos a pie, y que muchos hacemos todo el viaje usando las piernas. Y proponen que volvamos el diseño urbano a sus orígenes: facilitar la circulación segura de las personas, no de vehículos.
En mayo del 2016 organizaron el ‘Tercer Congreso Peatonal: el evento de peatones más grande de Latinoamérica’, que incluyó participantes de Chile, Perú, Venezuela, Ecuador, Brasil y Colombia, para darle una verdadera dimensión regional. También algunos invitados académicos de Canadá y Holanda.
Y lo organizaron en el sector de La Merced, en el centro histórico de México, usando espacios públicos para charlas y talleres. Una experiencia realmente especial, que recuerda algo del Foro Mundial de la Bicicleta (evento de activistas de la bici que nació en Brasil y ya va en la quinta edición).
La pregunta básica que buscan responder son: ¿cómo visibilizar en las políticas públicas las necesidades del peatón? ¿Cómo construir infraestructura segura y accesible para todos los usuarios?
El evento gratuito, manejado por voluntarios, trasmite una energía especial. Una reivindicación democrática; una revolución frente al dominio del auto en el diseño urbano.
Los participantes provienen de colectivos, ONG y entidades públicas (oficinas de planeación y movilidad), con consignas como “la banqueta se respeta”, convencidos de la movilidad sustentable.
En este marco resulta interesante contrastar algunas experiencias de Bogotá y México. Las dos ciudades comparten una herencia colonial y han hecho un esfuerzo de mantener y mejorar su centro histórico. El corazón de México es más grande que La Candelaria (doble resultado de un virreinato más grande sobre la herencia azteca del Valle de México) y muestra orgulloso el resultado de continuo compromiso de su Autoridad del Centro Histórico. Es hoy muy amable con los peatones, con plazas conectadas por calles peatonales, entre edificios históricos e iglesias, que confluyen en el gran Zócalo. Elementos simples como cruces peatonales a la altura de la banqueta, bolardos que protegen la circulación de peatones, mobiliario urbano (sitios para sentarse y quedarse), buena iluminación y cientos de cámaras de la seguridad pública. Un poco más allá está el mercado, de muchas cuadras y todo tipo de productos populares. Me deja la impresión de ser un centro vivo. Hay mucho comercio, combinado con vivienda. Tal vez puede pensarse que hay demasiadas ventas informales en el espacio público. Es un centro definitivamente caminable. Resalta el programa de bicicletas públicas y de bicicarriles que siguen ampliándose.
Fuera del centro histórico, México gradualmente pasa de ser una ciudad de personas a una ciudad de carros. Con grandes ejes viales, e incluso segundos pisos. Con muros en vez de fachadas. Con puentes peatonales difíciles de escalar para pasar la calle, e incluso barrios donde es raro ver personas a pie, como Santa Fe. Un contraste grande.
En estos días México está en “contingencia ambiental” por altos índices de contaminación del aire (ozono y material particulado). Luego de 20 años de continuo progreso en esta área, el incremento de cuatro veces en el parque vehicular ha llevado a nueva crisis.
En seguridad vial la Ciudad de México tiene valores comparables a ciudades industrializadas. Con un poco más de 300 muertes al año y una tasa de 3,12 fatalidades por cien mil habitantes.
Bogotá, por su parte, también cuenta con instituciones para el centro. La Corporación La Candelaria trata de proteger el sector histórico. En los 90 empezaron a instalar bolardos para proteger los andenes. En el cambio de milenio se vieron profundas transformaciones, como la habilitación de la avenida Jiménez como Eje Ambiental, orientado principalmente a peatones y con carriles para transporte público. También la recuperación de la gran plaza de San Victorino y la construcción del parque Tercer Milenio, y de muchas cuadras de nuevos andenes. Más recientemente, la intervención más importante fue la peatonalización de la carrera 7.ª (Calle Real de la Colonia).
Como en México, Bogotá fuera del centro también es más orientada a los carros que a la gente. Sin embargo Bogotá no ha construido (aún) segundos pisos para los autos, y se ha concentrado mucho más en expandir el sistema de buses TransMilenio (112 km), expandir la red de ciclorrutas (400 km) y andenes en muchas partes de la ciudad.
El resultado contrasta en calidad del aire y mejora de seguridad vial. Bogotá ha mejorado gradualmente en calidad del aire, si bien todavía está lejos de la recomendación de la Organización Mundial de la Salud. Cortó en la mitad la concentración de material particulado en los últimos cinco años llegando a un promedio anual de 50 microgramos por metro cúbico (OMS sugiere 20).
En seguridad vial Bogotá tiene un índice mayor a 7 fatalidades por 100.000 habitantes, pero ha reducido de más de 1.300 muertes en 1996 a 600 en 2006 (se ha mantenido relativamente plano desde entonces).
Para ambas ciudades la “revolución peatonal” significa una oportunidad genial de seguir avanzando en sostenibilidad y seguridad vial. Los buenos ejemplos del centro y otras zonas merecen ser reproducidos y expandidos. Pero no pueden limitarse a plazas y banquetas-andenes. Deben complementarse con calles completas (para todos los usuarios); tráfico calmado; desarrollo denso y mixto que evite necesidad de viajes largos motorizados; redes de bicicletas y acceso seguro a transporte público.
¡Que vivan los peatones! Gracias, Liga Peatonal.
DARÍO HIDALGO