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Editorial: Poner orden a las ambulancias

La SDS tiene que apoderarse de la regulación de las ambulancias, tanto públicas como privadas.

EL TIEMPO
Las ambulancias tienen un papel imprescindible en cualquier modelo de salud cuyas bases conceptuales y operativas están definidas por la misma Organización Mundial de la Salud (OMS). Eso quiere decir que –excepto algunas consideraciones de orden administrativo– frente a ellas no hay nada que inventar.
En ese sentido, y por encima de cualquier discusión, Bogotá debe tener una ambulancia (pública o privada) por cada 25.000 habitantes. Significa que para una población de 8 millones se requieren 320 vehículos de este tipo, completamente equipados, disponibles las 24 horas del día y que funcionen bajo el indelegable control de la máxima autoridad sanitaria de la ciudad: la Secretaría Distrital de Salud (SDS).
Este es el ente competente para poner orden al creciente caos y aniquilar los graves estigmas de corrupción que campean en el subsistema de ambulancias. De nada sirve tomar esta anarquía como argumento para insinuar que el Distrito responde solo por la parte del servicio que le corresponde en la vía pública, y que en los espacios privados la responsabilidad es de otros.
Es un mensaje equivocado, porque el responsable supremo de la salud de todos los bogotanos es el secretario del ramo, el único llamado a poner en cintura a los operadores (EPS, hospitales, ARL, médicos, etc.) que atenten en términos de oportunidad, suficiencia y calidad de los servicios que deben brindar a sus afiliados.
Así que la SDS tiene que apoderarse por completo de la regulación de las ambulancias, tanto públicas como privadas, y estar en capacidad de garantizar su presencia donde sean necesarias. Con tal objetivo, debe ajustar sus mecanismos administrativos para cobrar siempre que preste este servicio y, sobre todo, sancionar con severidad a incumplidos y avivatos.
Los temas que involucran la salud de la gente, no hay que olvidarlo, despiertan mucha sensibilidad, dada la imagen negativa que arrastra todo el sistema. De ahí que las autoridades tienen la obligación de ser asertivas en cada decisión y muy claras en los mensajes que envían, y de evitar algunas frases que, en el caso de las ambulancias, han estado de más.
EDITORIAL
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