Alimentarse es una de las necesidades más básicas del ser humano. Sin embargo, alrededor de 795 millones de personas en el mundo no tienen suficientes alimentos para llevar una vida saludable y activa. Eso es casi uno de cada nueve personas en la Tierra, según cifras del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA).
Paradójicamente, los desperdicios son cada vez mayores. De acuerdo con cifras de la FAO (Organización de la ONU para la alimentación y agricultura), “casi una tercera parte de los alimentos producidos para el consumo humano, aproximadamente 1.300 millones de toneladas anuales, se pierden o desperdician a escala mundial”.
Estas pérdidas se dan esencialmente por la ineficiencia en la cadena productiva y de suministro y por los malos hábitos de compra, consumo y gestión de los alimentos, los cuales se relacionan con lo que algunos llaman la “dictadura de la estética”: lo que no entra bien y bello por los ojos no sirve.
En ese absurdo desperdicio, el francés Baptiste Dubanchet rompe el paradigma y se las ingenia para poder alimentarse a partir de los desechos de alimentos. En una misión para destacar esta problemática, recorrió más de 3.000 kilómetros a través de Europa durante diez semanas, hurgando los basureros, comiendo alimentos desechados por supermercados y restaurantes. En una entrevista a CNN, manifestó: “Creí que probablemente tendría hambre durante cuatro o cinco días y entonces tendría que comprar algo”. En vez de eso, Dubanchet se sorprendió por la abundancia de productos que supermercados y restaurantes botaban, porque no se veían bien o porque algún comensal no estaba de acuerdo con el sabor de su plato.
Ante esta situación, aparecen también emprendedores que buscan soluciones sostenibles al problema. Existe una innovación social basada en la construcción de una comunidad que se mueve a través de una aplicación, www.gocopia.com. Funciona integrando a las personas que quieren donar alimentos que van a desperdiciar, con una red de personas que ofrecen sus automóviles para recogerlos y llevar a la población vulnerable la comida de manera organizada y agradable.
Inclusive se viene aprovechando la tecnología de punta para escanear las frutas y verduras u otros alimentos para conocer su estructura molecular. El dispositivo se llama SCiO (sensor molecular de bolsillo consumerphysics.com). Este espectrómetro brinda información química y demuestra que, a pesar de que un producto se vea mal, aún se puede consumir y conserva su sabor.
Es hora de borrar de la mente esos paradigmas de ‘belleza’ de los alimentos y prepararse a degustar de un buen menú a partir de los desperdicios.
JORGE HERNÁNDEZ
Director de Innovandes