Aunque con cuentagotas, poco a poco se van conociendo nuevos avances de las negociaciones entre el Gobierno y las Farc, en busca de poner fin a este viejo conflicto que ha azotado a Colombia. Sin duda, cada paso en firme para la anhelada paz es una gran noticia para un país que ha pagado con vidas, bienes, secuestro, desarraigo y demasiado dolor esta tragedia.
En este sentido, la reconciliación es indispensable para matar las semillas del rencor que envenenan el alma de la sociedad. Y es una tarea pendiente y cada vez más urgente, tan importante como la firma de un acuerdo final para la dejación de las armas, porque es desarmar los espíritus, que muchas veces impulsan al enfrentamiento de hecho.
Por eso reconfortan y hasta conmueven acercamientos tan significativos como el que se dio la semana pasada entre la excandidata presidencial Ingrid Betancourt y su antigua compañera de fórmula y entrañable amiga, la hoy representante a la Cámara Clara Rojas, durante el foro ‘La reconciliación, más que realismo mágico’, organizado por la Fundación Buen Gobierno, en Bogotá.
Allí se dieron cita también otras víctimas que tuvieron que vivir la horrorosa pausa en sus vidas en la oscura caverna del secuestro, como el exdiputado Sigifredo López, durante 7 años en las garras de las Farc; el mayor general (r) Luis Mendieta, quien estuvo 12 años en esa miserable condición, y Óscar Tulio Lizcano, también por siete años en manos de esa guerrilla.
¿Por qué llama la atención el abrazo de Ingrid y Clara Rojas? Porque tiene implícito un mensaje, precisamente de amistad, de reconciliación y de grandeza, condición esta que se necesita para superar diferencias y enterrar odios. Ellas son doblemente víctimas del conflicto, porque no solo padecieron también más de seis años del inhumano cautiverio de las Farc, sino porque los tremendos avatares vividos lograron distanciarlas. Es que dividir a la sociedad es otro de los triunfos silenciosos de los violentos.
Por eso son fundamentales estos actos, a los que se les debe dar el valor que tienen para una sociedad herida. Es por la vía de la reconciliación como algún día, no lejano, se aclimatará la paz.
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