... nosotros adivinando”. La frase anterior condensa, en pocas palabras, el problema de asimetría en la información, que puede ser una de las razones por las cuales la gente no valora correctamente el proceso de paz y tiende a desestimarlo o a pronunciarse en su contra en las encuestas de opinión. También puede ser la causa de la baja popularidad del Presidente. En otro contexto, por ejemplo el del comercio de carros usados, la asimetría de información causa que los compradores reduzcan el precio que están dispuestos a pagar por cualquier vehículo porque los vendedores conocen mejor sus características y los compradores están expuestos a que les vendan un hueso.
El concepto de información asimétrica se aplica a las negociaciones que se llevan a cabo en La Habana y a las relaciones entre el Gobierno y la guerrilla, porque ninguno de los dos está seguro de lo que va a hacer el otro una vez se llegue a un acuerdo, y ambos exigen garantías que hacen más difícil ponerse de acuerdo, como sucede en la actualidad. La guerrilla necesita seguridad de que no los van a matar y de que lo que se pacte no quede sujeto a interpretaciones jurídicas que conduzcan a que los condenen en La Haya o en Estados Unidos a 50 años de cárcel. Y el Gobierno necesita estar tranquilo de que los exguerrilleros no van a hacer política armados, como lo hicieron los paramilitares en la costa Atlántica, por ejemplo, o a seguir en el negocio de la coca.
Esto ha conducido a una situación en la cual la guerrilla exige un mecanismo de refrendación de los acuerdos que quede suficientemente blindado y a que el Gobierno aspire a que los guerrilleros queden concentrados en zonas relativamente estrechas y sin libre movilidad mientras se cumplen condiciones como el desarme y el desmonte de las actividades relacionadas con el narcotráfico y la minería ilegal.
La asimetría de la información también se aplica a las relaciones del Gobierno con el público, al que se espera convencer de las bondades de la paz una vez firmado un acuerdo, pero mantiene en relativa ignorancia hasta que estén convenidos todos los puntos de la negociación y firmen las partes. Esto ha desvalorizado el proceso y la política de paz del Gobierno y los han hecho vulnerables a los ataques de la oposición. Además, conduce a situaciones inexplicables, como ha sido la solicitud que le ha hecho Humberto de la Calle a la Corte Constitucional para que no se pronuncien sobre la posibilidad de elevar la categoría del acuerdo de paz a acuerdo humanitario internacional.
Lo inexplicable de esta solicitud es que si la Corte resuelve esto favorablemente y le confiere al acuerdo esa categoría, se solucionaría el problema de refrendación de los acuerdos; y las Farc no seguirían insistiendo sobre la necesidad de una asamblea constituyente. Además, si no se encuentran otras soluciones para blindar los acuerdos, estos no se van a firmar. Lo que no se ha dicho es que esa solución, que es brillante y viene como anillo al dedo para tranquilizar a las Farc, no satisface la necesidad de darles viabilidad política a los acuerdos.
Ese es el problema: la guerrilla quiere acuerdo humanitario, que tiene categoría internacional; y el Gobierno exige una consulta o un referendo después de los acuerdos para movilizar la opinión a favor de la paz. Ninguna de las partes está considerando la necesidad de que se acuerde aplicar las dos soluciones. La guerrilla quedaría despachada con el acuerdo humanitario y sin refrendación por el pueblo en las urnas. Pero si no se somete el acuerdo a refrendación popular, los aspectos que beneficiarían a toda la nación podrían carecer del apoyo popular necesario, aunque este apoyo puede aparecer espontáneamente después de la firma.
RUDOLF HOMMES