Mientras algunos estudiantes universitarios y habitantes de la ciudad visitaban bares y discotecas para pasar un rato agradable, un grupo de personas solidarias con el ambiente contaba las colillas de cigarrillos que algunos ciudadanos arrojaban en la calle.
Con esta escena, que se repitió durante todo un año, de martes a sábado, entre las 5 de la tarde y las 3 de la madrugada, un grupo de dos profesores y cuatro estudiantes de la Universidad Piloto pretendían medir el impacto medioambiental que trae consigo arrojar restos de cigarrillos en avenidas y aceras.
Según la investigación, al año son arrojadas casi 95 millones de colillas en andenes y vías, equivalentes a 16 toneladas, en 5 de las 27 zonas de bares y discotecas en la ciudad. Lo grave es que, con las fuertes lluvias, los restos de cigarrillos se desplazan hacia el sistema de alcantarillado, que a su vez las lleva directo a algunos ríos, como el Bogotá, lo cual genera un daño a gran escala.
En el primer año del proyecto, el grupo de investigación realizó el conteo de las colillas. En el segundo, buscó establecer el grado de contaminación que estas producen, insertándolas en un recipiente con agua destilada.
“El resultado fue sorprendente: por cada 100 colillas que se ponen en el agua, hay 6.000 miligramos por litro (mg/L) de DQO (Demanda Química de Oxigeno), 12 veces más que el contaminante de agua residual, que tiene 500 mg/L de DQO”, dijo Lozano.
El próximo objetivo que tiene el semillero de investigación es medir el impacto para los seres vivos que trae consigo el hecho de arrojar colillas en las calles. Para ello, piensan insertar el agua de los restos de cigarrillo en un tubo de ensayo y utilizarla para sembrar el bulbo de la cebolla. Luego de unos meses, el crecimiento de las raíces se podrá comparar con el de las verduras sembradas con agua limpia.
“El agua contaminada genera una mutación en los cromosomas de las cebollas, de ahí que se detiene el crecimiento de las raíces de estas mismas, lo cual posibilita entender el impacto del recurso hídrico contaminado con cigarrillos”, contó una de las estudiantes.
El propósito que se tiene, luego de terminar la investigación, es buscar la forma de modificar el Decreto 1956 de 2008, de tal modo que se reglamente la existencia de contenedores para las colillas en las afueras de bares y discotecas para disminuir el impacto de estas. O por lo menos, eso es lo que el grupo compuesto por Alexandra Salinas, Daniela Cortés, Adriana Quiroga, Juliana Quevedo y los profesores William Lozano y Rommel Bonilla quiere lograr.
“Muchos pensaron que con la entrada en vigencia de este decreto, en el que se prohibía fumar en recintos cerrados, se vería beneficiado tanto el medioambiente como la salud. Sin embargo, fue todo lo contrario”, señaló Lozano.
CARLOS ANDRÉS CUEVAS
EL TIEMPO ZONA