Eduardo Cunha impulsó meticulosamente el juicio político o de destitución de la presidenta Dilma Rousseff desde su puesto como jefe de los diputados y consiguió mantenerse en el centro del poder, pero este jueves la justicia llegó a su puerta acusándolo de usar el cargo para su propio interés. (Lea también: Rousseff asegura que luchará para volver al poder si es destituida)
Hábil y maquiavélico político de 57 años, que también está acusado de corrupción en el escándalo de sobornos y contratos amañados en la estatal Petrobras, conocido como Lava Jato, Cunha fue apartado de sus funciones a través de una medida cautelar emitida por el juez de la Corte Suprema Teori Zavascki, confirmada por el resto del cuerpo judicial.
De estar en la cresta de la ola cuando en diciembre acogió el pedido de destitución de la debilitada presidenta, actualmente él mismo ve cómo el cerco se estrecha a su alrededor en momentos en que figura como segundo en la línea de sucesión detrás del vicepresidente, Michel Temer, en caso de que Rousseff sea marginada del poder.
“No existe la menor duda de que el investigado no posee condiciones personales mínimas para ejercer, en este momento, en su plenitud, las responsabilidades del cargo de presidente de la Cámara de Diputados”, pues no califica para la sustitución de la Presidencia de la República”, señala el fallo de Zavascki.
El gobierno vio en la decisión de aprobar el pedido de destitución un acto de “venganza” contra la mandataria, por no haber impedido que su Partido de los Trabajadores (PT) apoyara el proceso que la Comisión de Ética de la Cámara le había abierto a Cunha por ocultar cuentas bancarias en Suiza.
El trámite sería equivalente a un juicio político, pero Cunha supo moverse para dilatar ese proceso que corría en paralelo al pedido de la Fiscalía para que fuese apartado de su cargo. No en vano lo llaman el Frank Underwood brasileño, en referencia al inescrupuloso personaje de la serie 'House of Cards'. Francis Underwood “es ladrón, homosexual y asesino. Yo no”, ha replicado Cunha en más de una ocasión.
Su vínculo con los casos de corrupción había mermado parte de su fuerza y le significó amplia reprobación pública, pero este economista había conseguido seguir en su puesto moviendo los hilos de la Cámara. El fiscal general de Brasil, Rodrigo Janot, había pedido en diciembre pasado a la Corte Suprema que apartara a Cunha de su cargo acusándolo de usar el puesto en interés propio y con fines ilícitos.
Cunha es además el único político brasileño con fuero en ser juzgado por el máximo tribunal. La Fiscalía lo denunció el año pasado por corrupción y lavado de dinero vinculado a la red de sobornos de Petrobras. La Corte Suprema acogió la acusación en marzo.
Ostentoso verdugo político
Según las investigaciones contra Cunha, evangélico de tendencia ultraconservadora, este posee una flota de 28 automóviles, entre la que sobresale una Porsche Cayenne, que está a nombre de una empresa de tapadera llamada Jesus.com, en honor a Jesucristo. También viaja a menudo al extranjero, donde frecuenta hoteles y restaurantes de lujo y donde su mujer, la periodista Claudia Cruz, despilfarra fortunas en tiendas de primeras marcas, con dinero procedente de las cuentas secretas que Cunha posee en Suiza y cuya existencia, tras muchas negativas, tuvo que acabar reconociendo. Desde que asumió la presidencia de la Cámara de Diputados en el 2011 torpedeó numerosas iniciativas oficialistas e impulsó proyectos de corte conservador que causaron urticaria en las filas del PT de Rousseff.
Este ferviente evangélico ha tratado de impulsar proyectos de ley polémicos, con los que pretendía, entre otras cosas, restringir la definición de la familia como la unión “entre un hombre y una mujer”, criminalizar la “heterofobia” o poner más trabas al aborto.
‘Jefe del golpe’
Si el proceso de destitución, que ahora está en el Senado, aparta de su cargo a Rousseff, el vicepresidente Temer asumirá el poder. Y enseguida en la línea de sucesión está Cunha, que llegó a ser aliado del gobierno, pero se transformó en su peor pesadilla. “Existen dos jefes del golpe, que actúan en conjunto y de forma premeditada”, dijo Rousseff en un claro ataque a los dos protagonistas de este proceso. Ambos pertenecen al partido centrista PMDB, que cuenta con la mayor bancada en las dos cámaras.
AFP/EFE