Más allá de las numerosas críticas que les puedan caber, hay que reconocer que De la Calle y Jaramillo han logrado sentar unas posiciones muy claras sobre aquello que no está en juego en la negociación. Esa misma rigidez de La Habana hace falta en Bogotá. Las Farc están tensando la cuerda con una serie de actuaciones que hasta ahora no han causado mucho ruido, pero si el Gobierno no toma decisiones pronto, corre el riesgo de que causen un enorme daño al proceso.
El Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac), que no es precisamente una organización antigobiernista, ha reportado dos acciones violatorias del cese del fuego por las Farc que “interrumpen el más largo período sin acciones violentas de esta guerrilla en la historia del conflicto”. El saldo fue un soldado muerto y otro herido por acción de francotiradores.
Del mismo modo, como ya se advirtió en una columna previa, el tema de la extorsión de las Farc continúa como una realidad crítica en muchas regiones del país. Mauricio Vargas, en este mismo diario, sostuvo que todo apunta a que los frentes de las Farc aspiran a estar boyantes en el momento de la firma de la paz.
Y si algo da plata en las regiones donde están las Farc es la coca. En unos pocos años, mientras se dialogaba en La Habana y se suspendían las fumigaciones, los cultivos se triplicaron. Probablemente nunca antes las Farc hayan acumulado tanta riqueza con el narcotráfico.
Es improbable que tantas actuaciones criminales puedan seguir ocurriendo sin que en algún momento estalle una crisis. Un pelotón de soldados que entable combate con los francotiradores, un grupo de civiles que se arme para ‘limpiar’ la zona de extorsionistas o una vendetta entre guerrilleros y narcotraficantes, tal como estuvo en el origen del genocidio de la UP, son una crisis que puede desencadenar más demoras y desconfianza en el proceso, justo en un momento en que los tiempos se agotan por la proximidad de las elecciones presidenciales.
Por el bien del proceso, es tiempo de que Santos comience a apretar su posición en Colombia. Está en mora de hacer una advertencia contundente y decidida. No se trata de un capricho para guardar las formas. Las Farc tienen que comprender que el cese bilateral tiene sentido solo si suspenden una serie de actividades criminales que son inadmisibles y que, más temprano que tarde, van a causar una reacción de la sociedad.
Gustavo Duncan