Al estar acostumbrados a un billete de $ 50.000 como el de mayor denominación y encontrarnos ahora con uno que representa el doble, nos surge como primera impresión al recibir este monto en un solo papel, que adquirimos un valor bastante elevado; pero al acordarnos de la fuerte depreciación del peso desde el 2015, de la mayor inflación en lo corrido de este año, de las continuas alzas de las tasas de interés, etc., vemos que al fin y al cabo estamos hablando de un equivalente a 33 dólares, al hacer una rápida conversión dividiendo por 3.000.
Aunque este tipo de acciones nunca estarán exentas de argumentos en contra, quedémonos con las justificaciones del Banco de la República (BR), insistiendo en la respuesta de un par de inquietudes que han estado sonando: ¿Específicamente el billete de 100.000 puede causar inflación? No, una cosa es el billete con el que se paga, otra el valor de lo que se paga. ¿Se aumenta la posibilidad de fraude al tener un valor tan alto? Tampoco, sus creadores en el BR nos explican que justamente los nuevos billetes contemplan mecanismos más sofisticados para evitar su falsificación.
Prefiero entonces orientar mi percepción hacia un par de reflexiones: por un lado, el uso del papel moneda en las tendencias virtuales, y por otro, el proyecto de quitarle ceros a nuestra economía.
En cuanto al primero, la nueva emisión responde a las necesidades de efectivo del país, en donde si bien las transacciones virtuales van en aumento, el papel moneda sigue reinando. Cifras de la Asobancaria demuestran que el sistema financiero se esfuerza por motivar el uso de la virtualidad, en lo que no solo estoy de acuerdo sino alineado, pero al mismo tiempo también comparto muchas de las razones por las cuales la virtualidad financiera no termina de imponerse: los costos de cada operación bancaria siguen creciendo, las ofertas por adquirir tarjetas de crédito se revierten luego por los costos de mantenimiento, que a propósito como usuario no entiendo su razón de ser, los impuestos financieros temporales se vuelven vitalicios y las comisiones se cargan casi que hasta por saludar. Lo anterior, con la gran posibilidad vigente de encontrarnos con establecimientos comerciales que solo reciben efectivo como medio de pago y por estigmas de seguridad que aún no logran superarse.
Informalidad de la economía, desconfianza en el sistema y educación financiera son otras de las variables que dificultan la virtualidad financiera y mantienen el reino del efectivo, y si a esto le agregamos los argumentos del BR como lo son el crecimiento del ingreso per cápita y del salario mínimo desde el año 2000 cuando se emitió el billete de $ 50.000, así como la mayoritaria demanda de ese billete en relación a los demás, generan un contexto prácticamente necesario para la nueva denominación.
Entrando en mi segunda reflexión, y siguiendo con los argumentos del BR, evidentemente cuando el salario mínimo actual es cercano a los 700.000 pesos, cuando muchos profesionales reciben ingresos con cifras de siete dígitos, cuando el mínimo integral ronda los 9 millones de pesos y cuando altos ejecutivos devengan salarios superiores a los 20 millones, también suena bastante lógico tener un billete con una denominación de seis cifras.
Sin embargo, lo que nunca me ha parecido normal es una economía en donde los ciudadanos ganan millones, pero están lejos de ser millonarios. Particularmente pienso en la llamada generación de los 'millennials', aquellos que han llegado a su vida adulta en el nuevo siglo, y han recibido y promulgan por un mundo donde las fronteras comerciales tienden a eliminarse, la virtualidad para ellos trasciende todas las dimensiones, los viajes y estadías en el extranjero crecen exponencialmente, las redes sociales facilitan la comunicación entre continentes, etc., para ellos sí que les debe resultar algo atípico contrastar cualquier cifra en Colombia con el resto del planeta.
No son solamente los 'millenials', es toda la tendencia de globalización, de universalidad, de simplicidad, de no hacer confuso para un extranjero, ya sea un turista o un inversionista, manejar cifras colombianas. El proyecto de reducir ceros es una necesidad pero ya parece enrutarse con éxito con esta emisión. La nueva familia de billetes como el de 100 mil, el de 50 mil, el de 20 mil, etc., se escribirán así, con miles en letras pero no en números, para empezar a familiarizar a los colombianos con estas cantidades dando así un primer paso para que finalmente abolamos esos ceros que nos sobran en las finanzas nacionales.
Quitar ceros sí puede generar inflación, puesto que fácilmente se puede tender a redondear hacia arriba los precios, pero esto puede evitarse con una adecuada estrategia de mercadeo o publicidad y ante todo con educación financiera. Pasar de cifras de 100.000 a cifras de 100, es un proceso largo que requiere de gran inversión, tomando como referencia experiencias internacionales exitosas.
Por ejemplo, vivía en Francia cuando se realizó el paso del franco francés al euro a inicios de este siglo, coincidencialmente cuando en Colombia se pasaba un primer proyecto de ley para quitar desde entonces los ceros en el país, y ahí pude apreciar cómo los recursos y la planeación del Gobierno cobraron recompensa en un paso que fue mesurado, sin traumatismos y sin inflación, tal como exigimos que se haga en Colombia. Por el momento, recibamos a los nuevos billetes con sus nuevos personajes y presentaciones.
PABLO MORENO ALEMAY
Jefe de Área de Finanzas
Universidad de La Sabana