Las bombas del pasado 22 de marzo en el aeropuerto Zaventem y la estación Maalbeek del metro de Bruselas dejaron 32 víctimas mortales y cientos de heridos, de los que decenas aún siguen en los hospitales.
Pero mientras la ciudad se cura de sus heridas, poco más de un mes después empieza a hacer números y descubre que al dolor por las víctimas y al miedo por los ataques se suma un duro golpe económico.
Bruselas, con 1,1 millones de habitantes y capital administrativa de la Unión Europea y la Otán, sufre, según las asociaciones de empresarios, la peor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial por culpa de los ataques terroristas, que dañaron al sector turístico y también el conjunto de la economía de la ciudad. (Lea también: ¿Por qué Bruselas?)
Sin datos oficiales hasta principios de mayo, la prensa belga estima que unas 10.000 personas ya habrían perdido su empleo y que 31.000 fueron puestas en ‘desempleo temporal’ –se les paga una parte de su sueldo, con ayudas públicas, pero no acuden a trabajar–.
La cifra de negocios de las empresas cayó en un mes entre un 20 y un 40 por ciento, y los hoteles y restaurantes perdieron entre el 30 y el 50 por ciento de su clientela con respecto a la Semana Santa del año pasado. Todo porque hay menos turistas y los residentes en la ciudad están saliendo menos.
Seiscientos bares, hoteles y restaurantes ya habrían quebrado, según un recuento del diario económico L’Echo, a pesar de que el Gobierno les perdonó el pago de cotizaciones sociales durante los próximos seis meses.
Algunos hoteles perdieron la semana siguiente a los atentados más del 80 por ciento de las reservas previstas y desde entonces no han recuperado sus niveles de ocupación típicos de esta época del año.
La caída del turismo afecta principalmente al sector del lujo, que mira menos el precio si teme por su seguridad. Los grandes hoteles de la ciudad, los más caros y lujosos, como el Steigenberg Wiltcher’s, el Rocco Forte Amigo, el Le Châtelain o el Le Plaza, ofrecían para el fin de semana del pasado primero de mayo entre un 22 y un 54 por ciento de descuento, poniendo así sus habitaciones al alcance de una clientela que antes no tuvo acceso a ellos. (Además: Atentados de Bruselas se planearon en estrecho contacto con Siria)
El ataque al aeropuerto paralizó durante días uno de los motores económicos de la ciudad. Por la terminal aérea de Zaventem-Bruselas pasan al año más de 20 millones de personas, unas 60.000 diarias para 600 vuelos que aterrizan o despegan. Esta semana, el aeropuerto está funcionando a un tercio de su capacidad y no espera estar operando al 100 por ciento hasta el verano. Las medidas de seguridad son extremas, muchos vuelos fueron desviados durante semanas a pequeños aeropuertos belgas e incluso a Francia, Alemania y Holanda y aerolíneas como la estadounidense Delta no tienen planes a corto plazo para restablecer algunas conexiones, como la ahora suspendida Atlanta-Bruselas.
Las autoridades belgas aplicarán, a partir de hoy, un nuevo sistema de seguridad en Zaventem, según el cual los controles a los pasajeros dejarán de ser sistemáticos, para reducir las largas colas de acceso al recinto, informó este martes el diario bruselense Le Soir.
Los administradores del aeropuerto habían terminado a finales del 2015 una enorme reforma que costó más de 100 millones de euros y dio una nueva imagen a la zona de tránsito entre los mostradores de facturación y las puertas de embarque. Esa zona quedó lejos de la afectada por los ataques.
La Asociación de Hoteles de Bruselas (BHA, en sus siglas en inglés) lanzó esta semana una campaña para dentro de dos semanas. Quien reserve una noche de hotel entre el 5 y el 8 de mayo y acuda en pijama tendrá un descuento del 50 por ciento.
IDAFE MARTÍN PÉREZ
Bruselas
Para EL TIEMPO