Créalo. La página web de la Confederación Colombiana de Consumidores (CCC) dice que el Presidente de la República creó en el 2013 la Orden del Mérito Ariel Armel Arenas. En consideración a que ese señor “(...) es el principal impulsor y protector de los derechos de los consumidores en el país, gracias a las diferentes actividades...”. La condecoración se otorga a “personas naturales o jurídicas, nacionales o extranjeras, a los jefes de Estado, jefes de misiones extranjeras, ministros del despacho”. Imaginen la cola de lagartos.
No dudo que la gente asocia la defensa del consumidor con Ariel Armel. Desde 1970 hemos tenido que aguantar en la televisión el 'Boletín del consumidor', con mensajes anodinos o con las aburridas e insulsas presentaciones de este señor. En estos días anunciaba su cátedra para la paz, que es lucrativo tema, muy contratado por el Estado.
Yo no recuerdo campañas útiles para el consumidor que denuncien concretamente la especulación o la mala calidad de algún producto o la competencia desleal o los carteles y monopolios. Mucho menos me han tocado denuncias sobre leyes y decisiones que afectan al consumidor, gestionadas o presionadas por productores e importadores. No queda claro en la página de la CCC si ellos han realizado alguna. Aparecen las acciones de control y sanción realizadas por la Superintendencia de Industria y Comercio.
En la de la CCC se anuncian cursos realizados por otros. Eso sí, informa sobre la ley del consumidor y otras relacionadas, pero solo destaca que el consumidor tiene derecho a la información veraz de lo que consume, o a saber que las propinas son voluntarias. Se enfatiza en el derecho, pero no en la obligatoriedad del productor o distribuidor, ni señala sanciones ni instrumentos de control o imposición.
La CCC se define como una sociedad sin ánimo de lucro. Es una “Federación de Federaciones”, integrada por organizaciones sindicales, de pensionados, padres de familia, amas de casa, profesionales cívicas y comunitarias. No sabemos cómo son elegidas, pero supone ser la “organización más representativa de los consumidores colombianos”. Como toda página de hoy en día, no le falta caer en los términos inocuos que definen objetivo, visión y misión.
La CCC proclama la fundación del Sistema Nacional de Consumo Congarantía, que permite “entablar armónicamente” las relaciones entre consumidores y proveedores “dentro de un ambiente de cordialidad y respeto recíproco, la solución rápida, eficaz, oportuna y gratuita de las reclamaciones”, sin necesidad de acudir a la justicia ordinaria...”. Usted comprenderá a quién sirve. La CCC tiene un Departamento de Servicios Públicos y Privados, pero las quejas no se pueden presentar en la página web. Hay que ir a sus oficinas con carta que explica la queja, dos copias, recibos, etc., para pasar por un proceso que, si es exitoso, será remitido a la Superintendencia de Industria y comercio. La CCC parece ser una inútil e innecesaria intermediaria. Solo existe para su propia subsistencia. Nada se dice de carteles del azúcar ni del papel. No hay especulación de precios, tarifas de servicios públicos, reajustes por dólar, medicamentos y demás abusos al consumidor.
Malas amistades: la página web de la CCC trae como logro la firma de un convenio con Ausbanc, asociación española creada para defender a clientes de bancos y entidades financieras. En días recientes, su presidente fue encarcelado por ser presunto cabecilla de una trama que extorsiona a bancos y empresarios, exigiéndoles dinero para publicidad en sus revistas o para retirarles denuncias legales que han puesto.
Los dioses protejan a los consumidores de los defensores chuecos.
Carlos Castillo Cardona