Aunque vivió más de veinte años en México e hizo allí una prolífica carrera en diversos escenarios de la cultura, no lo dudó cuando Fanny Mikey lo tentó para regresar a Bogotá y crear, hace casi tres décadas, el Festival Iberoamericano de Teatro, probablemente el evento artístico más destacado del país.
Ramiro Osorio Fonseca también ha dirigido festivales en Sevilla, Guanajuato, Quintana Roo y Ciudad de México, y desde hace seis años está al frente del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. En muy poco tiempo convirtió este escenario en protagonista de la movida bogotana, y está convencido de que la clave está no solo en su formación y en su experiencia, sino en el profundo respeto por el público, la capacidad de soñar y de arriesgar, y el apoyo de muchas entidades, instituciones, aliados y familias.
Todavía se emociona cuando recuerda el entusiasmo del público en los conciertos de clausura de los festivales Bogotá es Beethoven y Bogotá es Mozart, y le basta con volver a ellos para entender que valen la pena tantos esfuerzos por traer a Colombia una muestra de lo mejor del mundo.
De todos los trabajos posibles en el teatro, ¿le queda faltando alguno?
Sí, tramoyista.
¿Qué es lo más osado que ha hecho en nombre del teatro?
El Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, convencido de que a través del teatro se puede transformar la vida.
¿Qué significó Fanny Mikey en su vida?
La complicidad, el ejemplo de ilusión y constancia, la felicidad de estar vivo y la amistad total.
¿Qué fue lo más valioso que aprendió de ella?
Que no hay adversidad, por más grande que sea, que no pueda superarse.
¿Cuál es el recuerdo más grato que tiene de los festivales iberoamericanos?
La clausura del primer Festival de Teatro, en 1988, con el espectáculo Dimonis, del grupo Els Comediants, cuando los diablos salían de las ruinas del Palacio de Justicia acompañados por las explosiones de la pólvora. Fue un exorcismo colectivo.
Como espectador, ¿cuál es la obra que más lo ha conmovido?
La Orestiada, de Esquilo, dirigida por Peter Stein, que vi en el Festival Internacional de Teatro de Caracas a principio de los 80.
Y como director de teatro, ¿qué montajes recuerda con especial emoción?
Altazor o el viaje en paracaídas, espectáculo que dirigí en México en 1977 a partir del poema de Vicente Huidobro, y Master Class, en el que dirigí a Fanny Mikey en 1997.
Una de las claves del éxito del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo ha sido la variedad de la programación. ¿Qué es lo más atrevido que ha traído?
Las producciones de ópera: Carmen, Rigoletto y Salomé.
¿Cuál es ese espectáculo que aún no ha podido traer, pero que sigue persiguiendo con empeño?
El Ballet Bolshoi.
¿Qué es lo que más extraña de México?
El orgullo de los mexicanos por su cultura y el amor por su país.
¿Qué enseñanza le dejó su experiencia como primer ministro de Cultura de Colombia?
Que la mayor fortaleza que tiene nuestro país es la diversidad étnica, cultural, y la extraordinaria creatividad de los colombianos, así como que el espacio natural para la construcción de la paz es el de la cultura.
Usted es también un gran melómano. ¿Cuáles son sus compositores favoritos de todos los tiempos?
Beethoven, Mozart, Tchaikovsky, Verdi, Chopin. Me gusta mucho la música medieval y renacentista y la de compositores contemporáneos como John Cage o Ligeti, entre muchos otros. Jacques Brel en música popular.
¿Qué obra musical oye cuando quiere atraer la inspiración?
La Cuarta sinfonía de Tchaikovsky, especialmente el tercer movimiento.
¿Y cuando busca la calma?
La Sonata para dos pianos de Mozart.
¿Cuál es su ocupación favorita en las horas de ocio?
Leer, escuchar música, nadar y caminar con María José.
FERNANDO QUIROZ
@quirozfquiroz