En la introducción al libro de Indalecio Liévano Aguirre sobre Rafael Núñez, el expresidente Eduardo Santos expresó que nunca había advertido mayor carencia de visión política, comprensión y tolerancia que la que tuvieron los radicales liberales del siglo diecinueve frente a la figura cimera de Rafael Núñez, quien, siendo el líder del grupo de los liberales históricos y con ideas muy modernas sobre la concepción del modelo de Estado que a Colombia más le convenía, fue objeto de persecución implacable por sus propios copartidarios, que no le dejaron más camino que organizar un partido independiente que luego fue reforzado por el conservatismo.
Como es sabido, Núñez fue elegido cuatro veces Presidente de la República y, en su primera administración, le tocó hacerle frente a la rebelión armada de los radicales contestatarios, quienes fueron derrotados, finalmente, en las batallas de La Humareda y Palonegro, cuya consecuencia fue la salida al balcón del palacio presidencial de Núñez, quien declaró ante la multitud que lo aclamaba “la constitución de Rionegro ha dejado de existir”. Después vino la conformación de una junta de delegatorios, dos por cada departamento de la época, quienes sesionaron durante casi un año dando lugar a la Constitución de 1886, cuya idea fuerza central era “centralización política y descentralización administrativa”.
Antes de ser presidente, Núñez había sido secretario de Hacienda, hoy el equivalente de ministro, y fue el creador del Banco Nacional, el cual organizó con base en su experiencia en los Estados Unidos y la Europa de la época, que fue el primer antecedente de Banco Central que tuvo Colombia. En ejercicio de la Presidencia, abolió el patrón oro y dio inicio a la era de la emisión de papel moneda, para lo cual no vaciló en recoger todo el oro que circulaba en la economía, lo que respaldó con el papel moneda emitido.
Con esos antecedentes, no hay duda de que Núñez ha sido el más grande estadista que ha ejercido el poder en Colombia y, cuando uno lee libros como ‘El dinero’ de John Kenneth Galbraith, se advierte que lo que hizo Núñez para ganar la guerra, en materia de emisión monetaria, fue lo mismo, casi al mismo tiempo, que hicieron los del bando triunfador en la guerra civil de los Estados Unidos.
Por ello, cuando la Constitución de 1886 cumplió los cien años, hecho insólito en un continente caracterizado por la inestabilidad política y los golpes de Rstado, el gobierno de la época presidido por Belisario Betancur, celebró ese acontecimiento con una serie de actos académicos y políticos, entre los cuales se destacó la emisión de un bonito billete color sepia con la imagen barbada del presidente Rafael Núñez.
Sin embargo, como estamos en el país que practica aquello que López Pumarejo definió como el talante colombiano, “ya que la fiesta está tan buena vámonos para otra parte”, muy pronto se comenzó a agitar la idea de que para acabar con la insurgencia guerrillera y pactar la paz era necesario una nueva constitución, idea que fue comprada por la dirigencia política de la época, aun cuando no exenta de discusión con matices ideológicos, marco en el cual se revivieron las anacrónicas ideas y resentimientos políticos frente a la obra de Núñez.
En ese contexto, se convoca la Asamblea Constituyente que aprueba la Constitución de 1991, conformada en un 70 % por el articulado de la de 1886; sin embargo, el Presidente de la época, César Gaviria, convencido por sus asesores de que su obra es superior a la de Núñez, comienza a manejar el discurso del “nuevo país” y a tratar de eliminar todo vestigio conocido sobre el pensador del cabrero.
Muestra de lo anterior fue un famoso robo al Banco de la República en la sucursal de Valledupar, y la decisión que tomó dicho Banco, con la anuencia y simpatía del presidente Gaviria, fue recoger toda la emisión de billetes de cinco mil pesos con la imagen de Núñez, como si todos los billetes robados fueran de esa denominación, contrariando la política del BR en situaciones pasadas similares como fueron los robos en las sucursales de Cartagena y Pasto.
Cuando el banco terminó de recoger esos billetes, lanzó una nueva emisión de cinco mil pesos con unas características de diseño y color diferentes, pero con la sorpresa de que la imagen de Núñez, el estadista creador de las instituciones monetarias del país y padre de la Constitución de 1886, que con pleno derecho tenía un lugar asegurado en la historia numismática de la nación, no apareció y en su lugar se colocó la imagen del poeta bogotano José Asuncion Silva, quien se suicidó a los 31 años en 1896, es decir que se desterró a Núñez de la historia monetaria del país.
Por ello, cuando en una de sus últimas apariciones públicas un periodista le preguntara a Eduardo Lemaitre Román, historiador e ilustre hombre público cartagenero, sobre cuál sería el papel en la historia del país de Núñez y Gaviria, contestó que Núñez ya lo tenía ganado y, en cuanto al segundo, expresó “que de seguro figuraría pero como el Bolívar de su tierra: desnudo”.
Amadeo Rodríguez
* Economista consultor