La historia del Leicester bien podría servir de inspiración para una novela épica. Puede ser una de aventura o, quizá, una de batallas heroicas. Por donde se le mire, es la historia de un equipo ignoto que armado de coraje, y de una extraña mística, acechó los terrenos que siempre le fueron prohibidos, para conquistarlos con un espíritu guerrero, prócer, altivo e indestructible.
Su travesía no ha sido sencilla. Ha irrumpido en un escenario destinado a los poderosos del fútbol inglés y los ha enfrentado con ahínco, con valentía. Con un temple desafiante. No ha necesitado hacer un fútbol bello; no ha necesitado tener estrellas; lo que ha hecho es jugar con el corazón. Con el corazón a mil.
Leicester ya llegó al paraíso futbolero. Es como aquel guerrero que vuelve a casa tras una larga travesía. Victorioso, gigante. Lo hizo anticipadamente gracias a que su único adversario en pie, Tottenham, no ganó. El viaje tuvo este azar del destino. Un azar merecido.
Seguramente este pequeño equipo inglés ya se ha ganado a millones de seguidores en el mundo, que se han admirado, aunque sea de manera efímera, con su lucha. Todos querían que ganara –quizá hasta sus rivales–, pues al fin y al cabo en el fútbol –y en la épica– suele haber una afinidad con aquel que en inferioridad desafía el orden impuesto por los grandes. Leicester lo hizo.
Esta novela heroica no necesitaba tragedia. El guerrero aventurero llegó a su glorioso destino. Ya no queda duda: esta es una épica historia de fútbol.
90 minutos…
PABLO ROMERO
Redactor de EL TIEMPO
@PabloRomeroET