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'La paz ideológica es una cosa; la social, otra'

Expresidente de Guatemala habla de las lecciones aprendidas tras dos décadas del fin de la guerra.

DANIEL VALERO
“El principal acuerdo que se cumplió fue el cese del fuego, porque, para nosotros, marcó una importancia primordial el hecho de que las partes dejaran de jalar el gatillo por motivos ideológicos”.
Esta es la principal conclusión a la que llega el expresidente de Guatemala Álvaro Arzú Irigoyen, el hombre que hace 20 años –en diciembre de 1996– firmó la paz, tras 38 años de guerra, con la Unidad Revolucionaria Nacional de Guatemala (URNG).
Arzú, quien lleva 16 años consecutivos como alcalde de Ciudad de Guatemala, recibió en su despacho a EL TIEMPO para dialogar sobre cómo está su país luego de dos décadas de haber acabado con el conflicto y sobre cuáles serían las enseñanzas para el proceso con las guerrillas colombianas.
¿Qué fue lo más importante de ese momento histórico de 1996?
Se ha hablado mucho acerca de si se cumplieron o no los acuerdos, y en qué proporción, lo cual es muy difícil de calificar. Cada uno de los acuerdos tiene una importancia muy propia. Para mí, el principal acuerdo que se cumplió fue el cese del fuego, porque, para nosotros, marcó una importancia primordial el hecho de que las partes dejaran de jalar el gatillo por motivos ideológicos. Antes, a los campesinos les estallaban minas cuando iban a su trabajo o cuando las mujeres iban a buscar agua, incluso la gente tenía que encerrarse por temor desde las 5 de la tarde. Esas cosas en los centros urbanos no fueron tan sensibles. Pero ya se dejó de matar por razones ideológicas y la gente, sobre todo a nivel rural, lo agradece.
¿Cambiaría o potenciaría algún aspecto de esas negociaciones?
Fuimos muy pragmáticos, porque para la izquierda la paz se firmó sola y para la derecha nunca se debió haber firmado. Lo que hicimos, fundamentalmente, fue poner a un lado las dos ideologías y fuentes de tensión y firmar la paz. Se llegó a unos acuerdos, eso sí con poca comunicación pública porque tratamos de que las opiniones emitidas fueran con un criterio y sentido positivo. Cuando se entra a analizar con pormenores negativos, las cosas no se dan.
En Colombia hay un debate en ese aspecto. ¿Es contraproducente salir mucho ante los medios?
Abrir demasiado las negociaciones a la opinión pública puede llegar a ser contraproducente, porque hay quienes opinan con un verdadero interés positivo y constructivo para llegar a un acuerdo, pero hay otras personas que solo quieren llamar la atención. Cuando comienza ese juego de opiniones e intereses, las cosas se van dificultando y alargando.
¿Las nuevas generaciones entienden el significado de haber firmado la paz?
Mucha gente se pregunta para qué sirvió la firma de la paz, si siguen los muertos y los asaltos, pero una cosa no se relaciona con la otra. Es como decir que no sirvió de nada la paz luego de la guerra de secesión en Estados Unidos porque siguen asaltando en Central Park o en el metro de Nueva York. Imagínese en qué estado estaría Guatemala si, sumado a los problemas de las maras o del narcotráfico, también tuviéramos un conflicto ideológico en el que habría gente volando puentes o torres eléctricas. Vemos la firma de la paz como algo que quitó uno de los dramas que sufrió Guatemala.
¿Cuánto tiempo pasó entre la firma y la implementación de acuerdos?
Fue un año, prácticamente. Antes de que se diera la segunda vuelta electoral en esa época, ya habíamos ganado la primera, hablé con un asesor muy cercano a mí para que, como oferta de campaña y como algo esencial, en el primer año de Gobierno se firmara la paz. Él hizo los contactos con las guerrillas, nos reunimos con sus voceros en El Salvador por casi ocho horas, y ahí nos dimos cuenta, en una charla sincera, de que las distancias y diferencias que creíamos existían no eran dramáticas o profundas. Concluimos que podríamos hacer acuerdos sin mayores obstáculos. A partir de ese momento ellos me cumplieron todo y yo les cumplí todo.
¿Es difícil que la sociedad civil acepte a las guerrillas haciendo política?
Lo veo muy sencillo: si usted cree en milagros, pues déjeme decirle que la paz de Guatemala fue uno. Las cosas se fueron poniendo en su lugar y las personas que actuamos en las negociaciones buscamos hacer lo mejor, pero todo esto no se dio porque estudiáramos o analizáramos a profundidad, por lo menos de mi parte, una estrategia específica para la paz. Las piezas se fueron colocando en su lugar.
¿Es posible vivir en paz?
Por supuesto que sí, siempre y cuando no se confunda lo que es la paz ideológica con la paz social y económica que aún necesitan nuestros países.
La alternancia en el poder es la base de las democracias, pero usted lleva 16 años consecutivos de Alcalde…
Voy a decir una barbaridad: la democracia, en mi opinión, tiene que ser dirigida.
DANIEL VALERO
Redacción Política
En Twitter: @DanielValeroR
DANIEL VALERO
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