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Los Rolling Stones saldaron una deuda con el rock en Cuba

Periodista colombiana cuenta la experiencia de haber estado en el histórico concierto en La Habana.

El día anterior al concierto, la capital cubana era un hervidero. Hizo un calor, un sol y un cielo como hace días no ocurría. Obama había traído la lluvia y durante los días que estuvo en la isla, esa lluvia y un cielo plateado constante se instalaron sobre la ciudad. El miércoles empezó a despejarse y el jueves reventó el calor. Ese día pasamos la tarde en la terraza de La Guarida, el restaurante conocido por haber sido una de las locaciones de la película ‘Fresa y Chocolate’.
En la noche, en la televisión, nadie dijo nada. Y solo hasta el día siguiente se supo que los Stones habían llegado a las 6 de la tarde y que el embajador del Reino Unido los había recogido en el aeropuerto.
“Anoche fuimos a la Embajada Británica, tomamos whisky y comimos ‘fish and chips’; después comimos arroz y fríjoles. Pero lo más rico fue bailar rumba cubana”, dijo Mick Jagger en pleno concierto, dando a conocer aquello que todos quisimos saber desde el principio: ¿dónde estarán los Stones?.
Cada cubano tenía una versión diferente de los lugares que visitaron y de las cosas que hicieron antes del concierto. “Se quedaron en el Hotel Nacional. Yo los vi, pero no pude tomarme fotos con ellos, pues la seguridad era impresionante. Trajeron unos guardias gigantes para cuidarlos”, dijo un trabajador del hotel.
“Un cubano me contó que anoche fueron a bailar a la casa de la música de Vedado”, contó un colombiano de San Juan del Cesar que vino a La Habana de vacaciones y su estadía coincidió con el concierto. “Yo no sabía de la visita de Obama ni del concierto de los Rolling. En Bogotá pagué más de un millón de pesos por verlos y llego acá y los veo en primera fila y gratis”, dijo.
Lo cierto es que en La Habana todo eran rumores: ‘fulano los vio en tal parte’ o ‘a mí me dijeron que visitaron tal lugar’, decía la gente.
El viernes 25, día del concierto, el periódico ‘Granma’ no llevó ni una letra en primera página. Ni una indicación sobre la hora de apertura de puertas, ni la seguridad, ni los requisitos para entrar, ni si había ingreso a extranjeros.
Adentro, eso sí, una nota de una página completa titulada ‘Los Rolling Stones están en Cuba’ describiendo la llegada de la banda el día anterior por la terminal 1 del aeropuerto José Martí. La nota resaltaba la llegada de los ingleses, justo después de la visita de Obama, y afirmaba que junto a ellos llegaron alrededor de 70 personas “entre mánager, asistentes familiares y amigos de la banda”.
El viernes amaneció opaco y medio gris. No había brisa. Ni lluvia. Mucha humedad. A mitad de la mañana ya podía verse en las calles de Vedado gente con camisetas de los Stones entrando y saliendo de las tiendas en busca de agua. Los taxistas cubanos hicieron su agosto. Cobraban hasta 25 CUC (1 CUC es el equivalente a 1 euro) por transportar a la gente desde los alrededores del hotel Habana Libre hasta la Ciudad Deportiva, lugar del concierto.
El agua fue otro de los problemas. Varios turistas comentaron que en las tiendas estaba agotada. Después de preguntar en varios sitios, finalmente logramos conseguir dos botellas cada una de litro y medio por 6 CUC.
Se abrieron las puertas
A las 2:40 de la tarde ya había gente en la Ciudad Deportiva. Incluso había gente desde la noche anterior, varios fanáticos de la banda que querían tener el mejor puesto para ver las lentejuelas de los zapatos de Jagger. Ellos contaron que al abrirse las puertas, a las 2 de la tarde, hubo una estampida, como en una maratón atlética, para alcanzar el primer puesto al lado de la tarima.
Una vez adentro, aquello parecía un festival europeo de música. Gente de todas las nacionalidades y cubanos venidos de casi todas las provincias. Banderas del Reino Unido, de Argentina, de México, de Suiza, de Francia, de Italia, de Brasil, de Colombia, de Venezuela y muchas, muchísimas de Cuba. Y en medio de la multitud, tímida, se agitaba una pequeña bandera de los Estados Unidos. Había gente con camisetas de los Rolling y de otras bandas emblemáticas; niños pequeños, de unos 5 o 6 años de edad, tomados de la mano de sus papás.
En el noticiero y en la radio habían dicho que no se admitían bebidas alcohólicas; sin embargo, muchos envasaban ron cubano en botellas plásticas de agua o gaseosa. No hubo requisas, a pesar de que el sitio estuvo plagado de agentes de la Policía Nacional Revolucionaria con sus uniformes grises.
Al fondo se apreciaba la tarima adornada con la parafernalia típica de los conciertos de los Stones: pantallas, torres de luces, “el sistema de audio más moderno que existe en el mundo”, como lo calificó el ‘Granma’ en su nota de ese día. Y la gente entrando y adueñándose de un lugar, extendiendo toallas, pareos o sábanas, poniendo sus bolsos encima para “marcar territorio” y hablando con la persona que encontraban al lado.
La espera de más de cinco horas se compensaba con la charla, con ese dulce sabor que deja conocer a los otros y aprender de sus vidas. Y también con un par de excursiones al baño.
Lo del baño resulta ser toda una odisea. Eran cabinas metálicas, bastante oxidadas, provistas por el Estado. “Los Rolling lo único que le pidieron al Ministerio de Cultura es que pusieran muchos baños, y estos dijeron que claro, que los ponían, pero que la banda tenía que pagarlos”, contaba una joven cubana mientras hacíamos la fila para entrar en esa caja. Lo peor es que adentro no hay nada, están encima de una alcantarilla. No hay sanitario.
Por fin, llegaron las 8 de la noche y las luces se apagaron. Desde las 7:30 ya toda la gente se había puesto de pie. Habían desaparecido los pícnics, pero las botellas de ron aún seguían rotando de mano en mano. A las 8:35 empezó el concierto con un espectáculo increíble en las pantallas. Y luego Jagger gritó: “Hola La Habana, buenas noches Cuba”. La gente le devolvió el saludo con un grito al unísono. “Esta noche será una noche inolvidable”. Y estalló la histeria.
“Sabemos que años atrás era difícil escuchar nuestra música, pero aquí estamos. Pienso que finalmente los tiempos están cambiando”, dijo Jagger, con un español difícil, antes de presentar ‘All down the line’, que fue anunciada como la canción ganadora de la noche.
Mick llevaba una camiseta negra, pantalón púrpura y una camisa fucsia brillante. Ronnie estaba vestido de camiseta verde con un estampado y pantalón negro; Keith, camiseta verde, pantalón negro y una chaqueta de cuero negra con mangas blancas (en La Habana la temperatura debía rondar los 22 grados esa noche. ¿Cómo carajos hace Keith para tener puesta esa chaqueta?). Y Charlie, detrás de su batería, tenía una camiseta blanca. Se veían hermosos, geniales y felices... y viejos.
Luego, Mick hizo un llamado a los cubanos románticos y soltó los acordes de ‘Angie’. Llevaba una camisa roja, mientras preguntaba al público: “¿Are you feeling good?”. Y al terminar dijo: “Qué público tan chévere”. Fue lindo verlo ahí en esa noche de luna llena y amarilla que hacía en La Habana. “Gracias Cuba por toda la música que le has regalado al mundo”, dijo. Y al terminar la canción, que coreó con la gente, agregó: “ustedes son unos cantantes fantásticos”.
El ‘show’ en La Habana fue similar a los que la banda ha dado en el resto de ciudades latinoamericanas de esta gira. Casi las mismas canciones y los mismos juegos de luces e imágenes en las pantallas. Casi el mismo vestuario. En La Habana, buena parte del espectáculo corrió por cuenta de la corista Sasha Adams, que cantó a dúo con Jagger en un coqueteo bastante sexy. Y de Keith, quien, junto a Ronnie, cantó sus dos canciones tradicionales: ‘You've got the silver’ y ‘Before they make me run’.
Antes de empezar, Keith, emocionado, dijo: “Esto es realmente increíble. Es muy bueno estar aquí. Sí, así es”. Y no paró de reír.
Cuando el reloj marcó las 11:30 de la noche la banda se despidió. Se tomaron de la mano e hicieron una venia. “Muchas gracias Cuba”, es todo lo que dijeron. Y lo repitieron varias veces. Se les veía emocionados, como si para ellos también fuera increíble haber hecho este concierto en este lugar.
Pero la gente no se quería ir. Entonces las luces se encendieron nuevamente y entró la descarga de ‘Satisfaction’. La Habana enloqueció. La gente sudaba. Muchos se habían quitado las camisetas varias canciones atrás. Las mujeres se habían recogido el pelo y el calor era insoportable. Al terminar la canción, las luces se apagaron y entonces los cubanos entendieron que la función había terminado. El mar estaba lejos del Centro Deportivo y en el aire solo quedaron flotando las palabras finales: “Muchas gracias, Cuba”. De esta manera, los Stones habían estado en La Habana, finalmente.
ALEJANDRA LÓPEZ GONZÁLEZ
Especial para EL TIEMPO
La Habana (Cuba).
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