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La carrera al éxito pasa por identificar sus sueños

Habla la gestora del Método Handel, diseñado para ayudar a las personas a alcanzar sus metas.

SOFÍA BEUCHAT
El periodista Richard Feloni no llegó con demasiado ánimo a ese espacio arrendado en un rascacielos de Madison Avenue, en pleno Manhattan, donde por un fin de semana aprendería de qué se trata el Método Handel. Tenía que escribir un artículo “desde adentro” sobre este entrenamiento que promete alinear a las personas en función de sus objetivos y pensaba que se trataba de otra fórmula barata de autoayuda, un camino más de esos que cada cierto tiempo se ponen de moda y hacen creer a la gente que alcanzar el éxito está en sus manos.
“Esperaba que el curso fuera aburrido, adormecedor de mente y cursi”, apuntó, reconociendo sus prejuicios, en la revista ‘Business Insider’.
Sin embargo, tenía dos razones para tenerle algo de fe al programa en el que se había enrolado. Lo primero: no se trata de una novedad efímera. El método fue creado a fines de los años 90 por Lauren Zander, en sociedad con su hermana Beth Weissenberger (Handel es su apellido de solteras), y la empresa que lo ofrece, con oficinas en Nueva York, nació en 2004, lo que significa que el sistema ha estado ahí –perfeccionándose– por más de diez años.
Lo segundo: el método es parte de la formación que ofrecen universidades estadounidenses de alto prestigio a sus alumnos y académicos. Estamos hablando, entre otras, de Yale, Stanford, la Universidad de Nueva York, la Universidad de Columbia y el Massachusetts Institute of Technology (MIT), que este año encabeza el escalafón de las mejores universidades del mundo.
“¿Saben qué? Me gustó. Me fui de ahí con un plan para hacerme cargo de algunos obstáculos en mi vida. Se trata de cosas de las que me vine a dar cuenta a raíz de unos empujones suaves, más que por algo que artificialmente se haya implantado en mi cabeza”, dice en su artículo. “Algunas cosas no me convencieron del todo. Pero experimenté lo suficiente como para concluir que el entrenamiento valió la pena. Cuando un ‘coaching’ funciona es porque te ves obligado a enfrentar algo que quizás has sabido siempre, pero siempre has evitado”.
Feloni pagó 600 dólares por dos días de taller. Y si bien no es poco dinero, asegura, es equivalente a lo que cobran en la Gran Manzana en otras opciones similares de ‘coaching’ personalizado.
Integridad personal
Al teléfono desde su oficina, Lauren Zander habla rápido, con entusiasmo y, además, cada vez que puede se ríe. Fuerte. Uno puede imaginársela, con esa boca gigante y pelo crespo siempre suelto, dando una conferencia de esas que comienzan con un chiste. Como la que dio en TEDx Ámsterdam en 2011 y que llamó ‘Nadie vendrá a salvarte’.
“La gente no logra lo que quiere porque no tiene lo que yo llamo integridad personal”, explica, aludiendo a un concepto que aparece con la letra R (marca registrada en inglés) en toda la información oficial sobre el método y que es una suerte de ADN de su propuesta.
“Integridad personal es cuando tus sueños están alineados con tus acciones, con tus pensamientos y con lo que sientes. Es como si fuera un cuerpo: la mente son los pensamientos, tu plan vital; tus sentimientos y emociones son el corazón; las acciones son la expresión de este cuerpo”.
Resumiendo: todo lo que una persona es tiene que ir siempre hacia el mismo lado.
Pero entonces lo primero es saber hacia dónde ir. Por eso quienes se enrolan en los cursos o talleres del Método Handel comienzan por hacer un listado de sueños. No importa si se trata de un taller de un fin de semana abierto a todo público, de un curso universitario de nueve meses o de las capacitaciones que hace para empresas –la han contratado compañías como ‘The New York Times’, ‘Vogue’, The Gap Inc., Sony, Citibank y LinkedIn–, todos los participantes comienzan por imaginar visiones positivas de ellos mismos en 12 áreas específicas. Y ahí empieza el problema.
“Lo que hemos descubierto –dice Lauren Zander– es que la gente es pésima en esto de soñar. Nadie ha entrenado a nadie para tener sueños; para creer en los sueños; para soñar más allá. Quiero ser más flaca, quiero pelear menos con mi marido... ¡Esos no son sueños! ¡Sueñen, gente, sueñen, por favor!”.
Promesas y consecuencias
Todos los 'coaches' que pasan por el entrenamiento del Método Handel tienen que leer un libro: ‘El Manantial’, de Ayn Rand (1905-1982). La autora, estadounidense de origen ruso, generó gran controversia con su propuesta, que llamó objetivista, donde el valor del individuo está siempre sobre el colectivo. En este libro, publicado en 1943, relata la cruzada de un arquitecto por seguir su propio camino y salir del convencionalismo imperante. La cita “El ego del hombre es el manantial del progreso humano” explica el título de esta novela donde el protagonista, entre otros asuntos, defiende el derecho a poner su nombre en sus obras, en un contexto en el que buscar el lucimiento personal era socialmente condenado.
“Amé lo que aprendí de ese libro –acota Lauren–. Me gustó esta idea de que la grandeza del ser humano se consigue cuando cada uno alcanza sus más altos estándares. No los del mundo, no los de los padres ni los de nadie más, sino los propios. Ponía el concepto Egoísmo con una ‘E’ mayúscula, entendiéndolo no como algo malo, sino en el sentido de que buscar tu propia grandeza es un acto noble. Pienso que si llevas esta idea a todas las áreas de tu vida incluyes a tu familia, a tu comunidad, por lo tanto no se trata solo de ti, de tener más dinero, de verse bien, de esas cosas. Si todos alcanzáramos esa grandeza a nivel individual sería como el ‘Imagine’ de John Lennon, un mundo en que todos nos querríamos a nosotros mismos y cuidaríamos de los otros”.
Lauren, por supuesto, nunca ha sido una conformista, y por eso las ideas de Rand le dieron muchas vueltas en la cabeza. Mientras estudiaba Filosofía en la Universidad de Denver, decidió que quería cambiarse a una institución con más prestigio. Se comprometió con su hermano a estudiar hasta obtener ‘Straight A’s’ (es decir, sacar solo diez). Cinco noches a la semana, debía estudiar dos horas; si no lo hacía, el fin de semana no podía salir con sus amigos. Lauren logró su objetivo: poco después estaba enrolada en la escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad George Washington. Pero lo más importante fue lo que aprendió de esta experiencia: el sistema de promesas y consecuencias que conforma una de las etapas del Método Handel.
“La gente es muy buena o al menos decente cuando se trata de cumplir compromisos frente a otras personas, pero puede ser terrible cuando se hace una promesa a sí misma. Mantenemos las promesas que hacemos a otros porque tenemos que hacerlo; no puedes dejar de presentarte en tu trabajo, no hay opción. Pero con uno mismo es diferente. Puedes quedarte recostada sobre un sofá y no ir al gimnasio. Puedes mentirte sobre si eres flojo, estás asustado o tienes inmadurez”.
Ergo: quienes hacen el Método Handel no se comprometen a hacer cambios en sus vidas solo para sí mismos, sino ante su 'coach', quien se encarga del seguimiento. La idea es ir cumpliendo todo lo acordado, tanto las metas como los ‘castigos’ si estas no se alcanzan. “La única razón por la que los adultos pagamos impuestos es porque, si no lo hacemos, tendremos problemas. Entonces, autoimponerte algún tipo de problema puede ayudarte a lograr lo que quieres”, explica.
“Hablo de hacer que los pequeños vicios que todos tenemos trabajen para ti; cosas que en exceso hacen daño, pero que son inocuas en la cantidad justa, como el ir de compras, comer galletas, tomarse un trago, apostar. Si me comprometo a que no puedo tomar una copa a menos que haga ejercicio, uso mi amor por el vino para lograr el objetivo de estar en forma”.
Pero, para que esto funcione, asegura Lauren, es necesario reconocer primero que gran parte de lo que somos viene de nuestros padres, descubrir cuáles son nuestros miedos más profundos y también identificar las mentiras, esas pequeñas excusas que nos siguen llevando a quedarnos donde estamos. La honestidad, sin rodeos ni trampas, es fundamental.
El método identifica tres grandes categorías de excusas en las que resulta fácil reconocerse. La primera: el ‘pollo asustado’. El eterno miedo al fracaso, a equivocarse, a que algo salga mal, que frena la iniciativa. Lo segundo: el ‘brat’ –vocablo que podría traducirse como niño malcriado. Ese que dice ‘¡Quiero esa galleta ahora!’. La pataleta adulta también existe. Y luego está el ‘reportero del tiempo’, ese que informa sobre lo que le pasa como si fuera una situación dada, inalterable, imposible de cambiar. “No soy muy constante”, dicen, como si estuvieran leyendo el pronóstico sobre el clima que habrá al día siguiente en la ciudad.
“Cuando generalizamos sobre algo que pensamos que no podemos cambiar, la verdad pura y dura es que no estamos tratando de cambiarlo”, concluye Lauren Zander.
SOFÍA BEUCHAT
El Mercurio (Chile) - GDA
SOFÍA BEUCHAT
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