![]() Operativo policial en la Calle del Bronx. Foto: Archivo EL TIEMPO |
Es, por supuesto, escandaloso el que 14 policías hayan sido detenidos en el marco de una investigación de la Fiscalía y de la propia Policía que busca desarticular bandas de tráfico de estupefacientes con epicentro en la temida zona del ‘Bronx’, en Bogotá.
Y aumenta el estupor al conocerse que el señalado como enlace entre los criminales y los uniformados es un patrullero que ya había tenido que rendir cuentas ante la justicia, tras lo cual fue reincorporado a la institución por el fallo de un juez, en el que muchos creen es un episodio más del llamado ‘carrusel’ de reintegros. Una perversa red delincuencial que comienza a quedar en evidencia y que les habría permitido a muchas manzanas podridas no solo volver a ponerse el uniforme en las distintas fuerzas sino, además, esquilmar el erario a través de indemnizaciones de muy dudoso cuño.
Lo positivo de todo esto es que, así como quedan en evidencia las facultades que conserva el crimen callejero para corromper a las autoridades, es claro también que quienes optan por este camino no durarán mucho, gracias a la comprobada capacidad de estas instituciones para ejercer un efectivo control interno.
Aun así, debe preocupar que, como lo expuso este diario el lunes, esta historia da señales de repetirse en nuevos puntos de la ciudad. La de un área urbana que se convierte en epicentro de venta y consumo de droga pero, así mismo, en foco de todo tipo de actividades delictivas, y se constituyen con el tiempo en zona de tolerancia criminal de facto por causa de los acuerdos indebidos que alcanzan los capos con los representantes de la ley.
El reto para la Administración Distrital es por partida doble. Por un lado, debe llevar a cabo intervenciones integrales que no se restrinjan a lo policivo, comenzando por el mencionado ‘Bronx’. Un esfuerzo así no tiene lugar de la noche a la mañana, debe prolongarse por meses, incluso años, y con participación de distintas entidades distritales. La continuidad es clave, así como es fundamental que no se limite a un solo punto, para que no se repita la historia del ‘Cartucho’.
Allí, la primera administración de Enrique Peñalosa llevó a cabo una intervención de esta índole que en su momento dio resultados, pero el esfuerzo –que incluía copiar esta experiencia en sectores aledaños, entre ellos el ‘Bronx’– se vino al traste cuando otras administraciones decidieron suspender estos programas.
El otro frente es el del control interno en la Policía. Aunque, repetimos, es loable haber desbaratado esta organización (y de hallarse culpables los acusados, sobre ellos deben recaer castigos aleccionadores), lo deseable es que la disuasión sea efectiva para que no se llegue a episodios como este, que, sin duda, le hacen daño a una institución en la que son muchos más los hombres y mujeres honestos y ejemplares. Puede ayudar el que a zonas con estos problemas sea asignado personal que ya haya estado expuesto en otras partes del país a los intentos de mafias por tenerlos en su orilla.
Pero, más allá de aspectos puntuales, es clave no bajar nunca la guardia, pues el crimen organizado sí que tiene entre sus prioridades doblegar la ética de los servidores públicos.
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