El nombre Jean Arnault se escuchó en Colombia el 13 de agosto del 2015, cuando el mundo conoció que el francés, de 65 años, representaría a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el proceso de paz. El presidente Juan Manuel Santos destacó el nombramiento; se trataba de uno de los hombres con mayor experiencia en temas de paz en el organismo multilateral, con casi 24 años al servicio de países en búsqueda de la reconciliación.
Antes de ser nombrado delegado de la ONU a la subcomisión sobre el fin del conflicto en el proceso de paz colombiano y participar en las negociaciones que se adelantan en La Habana -un acompañamiento internacional pedido por el Gobierno y las Farc-, Arnault fue uno de los 17 miembros del Grupo Independiente de Alto Nivel sobre las Operaciones de Paz de la ONU. Desde allí, evaluó los estados de dichas operaciones, que podían buscar la mediación, la consolidación o el mantenimiento de la paz; además, revisó las necesidades que se vaticinaban en todos esos lugares.
Fue representante especial del Secretario General y jefe de la hoy finalizada Misión de Observadores de las Naciones Unidas en Georgia (UNOMIG), creada para comprobar el cumplimiento del acuerdo de alto el fuego entre el Gobierno de Georgia -país situado en el límite entre Asia y Europa- y las autoridades locales de Abjasia -territorio ubicado en la costa del Mar Negro, en la región noroeste de ese estado-. A Arnault le correspondió supervisar que no se recurriera a la fuerza, y que los desplazados y los refugiados retornaran a sus lugares de origen. La misión buscaba preservar la soberanía, la independencia y la integridad territorial de Georgia, además de lograr esfuerzos internacionales a favor del diálogo político.
El académico se enfrentó a tensiones entre las partes y cuestionamientos al proceso de paz, por lo que hizo recomendaciones para que se restableciera el diálogo y se respetaran los derechos de los ciudadanos. Bajo su liderazgo, en el primer semestre del 2007 no se detectaron armas pesadas en la considerada frontera entre Abjasia y Georgia: el Valle de Kodori –aunque la situación no dejaba de ser tensa-, descendió la cifra del personal armado, aumentó el número de actividades de los asesores de la Policía de la ONU y se amplió a tiempo completo la presencia de la oficina de Derechos Humanos.
Antes de Georgia, el profesor estuvo en Afganistán, también en Asia, donde fue representante especial del Secretario General y tuvo a cargo la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas (UNAMA). La misión buscaba brindar asesoramiento político y estratégico al proceso de paz que se emprendía, promover la participación internacional en el país, ayudar a su gobierno a aplicar el Pacto para el Afganistán del 2006, y contribuir a la protección y la promoción de los Derechos Humanos.
A su trayectoria como mediador también se suma una participación en África. El europeo fue representante especial del Secretario General y jefe de la Oficina de las Naciones Unidas en Burundi (UNOB). Con esa oficina, el organismo buscaba facilitar el restablecimiento del gobierno constitucional mediante el Acuerdo de paz y reconciliación de Arusha, y a través de los acuerdos posteriores sobre cesación del fuego. Años más tarde, explica la ONU, esa oficina fue sustituida por una operación de mantenimiento de la paz.
La experiencia más cercana a Colombia -y casualmente, la más parecida a la Mesa de conversaciones en Cuba- la vivió en Guatemala. Durante cuatro años fue observador y mediador en las negociaciones de paz en el país centroamericano, donde terminó siendo -además de representante especial del Secretario General- jefe de la Misión de Verificación de la ONU (MINUGUA).
La operación de paz, ya terminada, buscaba verificar el Acuerdo sobre el cese el fuego entre el Gobierno y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). A cargo de Arnault, señala la ONU, estaba “observar la cesación formal de las hostilidades, la separación de fuerzas y la desmovilización de los combatientes de la URNG en puntos de concentración preparados específicamente para este fin”.
Entre los eventos más destacados de ese proceso de paz están el fin de la actividad militar ofensiva que propuso la URNG y el compromiso similar por parte del gobierno; también se subrayan los acuerdos logrados sobre aspectos socioeconómicos, situación agraria, poder civil, función del Ejército, derechos de los pueblos indígenas, cesación del fuego, reformas constitucionales, régimen electoral y reincorporación de la URNG a la vida política, hasta llegar al esperado acuerdo final de paz. Al final de ese camino, observadores militares de la ONU supervisaron la entrega de armamento y lo almacenaron en contenedores especiales; además -aunque no estaba consignado en los acuerdos-, el organismo ayudó a localizar y remover campos minados.
Ileana Alamilla, presidenta de la Asociación de Periodistas de Guatemala, cubrió como periodista el proceso de paz, de principio a fin; allí conoció a Arnault. “Jean ocupó un papel estratégico en el desarrollo de ese proceso, que fue bastante difícil y largo. El talento, el perfil y la capacidad que tuvo, permitieron abrir muchos canales de comunicación entre las fuerzas que estaban negociando, y facilitaron también la construcción de documentos que poco a poco fueron negociados entre la insurgencia y el gobierno”.
La columnista del diario guatemalteco ‘Prensa libre’ califica al francés como un “cuadro fundamental de las Naciones Unidas” en las fases de negociación y verificación de ese entonces. “La gran ventaja de Jean es el profundo conocimiento que tiene de la realidad de Guatemala, su gran capacidad de análisis, y su talento para mediar y ofrecer las alternativas que se necesitaban -hasta en los momentos álgidos de la negociación-. Él fue una pieza clave”, concluye la comunicadora.
El académico, además, asesoró al Grupo de Amigos de un Pakistán Democrático (GAPD), que –según Ana Ballesteros Peiró, investigadora del Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos (TEIM) de la Universidad Autónoma de Madrid (España)- se consideró un “foro para el diálogo político, en el que se reconocía la dificultad de los gobiernos civiles para mantenerse en el poder y se intentaba paliar el error, de tantos años, de apoyo prácticamente incondicional a los gobiernos militares”. Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, China, Emiratos Árabes Unidos, Australia y Turquía fundaron el Grupo, que buscaba “recaudar fondos para mejorar la estabilidad, el desarrollo, las relaciones fronterizas, la provisión de energía y el fortalecimiento institucional, además del apoyo contra el terrorismo y el extremismo”.
Arnault es filósofo de la Universidad Sorbona de París (Francia) e investigador en el Centro sobre cooperación internacional de la Universidad de Nueva York (EE. UU.). También es docente; ha enseñado mediación internacional y solución de las guerras civiles en la Escuela de Asuntos Internacionales de Sciences Po, en la capital francesa. Trabaja para las Naciones Unidas desde 1989. En esos primeros años se desempeñó como oficial de Asuntos Políticos en Namibia, Afganistán y Sáhara Occidental.
*EL TIEMPO intentó averiguar más información sobre la vida de Jean Arnault, pero una fuente de la Organización de las Naciones Unidas explicó a este medio que su trabajo “se lleva a cabo en un contexto de confidencialidad”, lo cual impide la entrega de declaraciones a la prensa.
MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ
Redacción EL TIEMPO
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