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Así es la vida en Argelia, uno de los pueblos más minados del país

Esta localidad del Oriente es uno de los 20 municipios de Colombia priorizados para desminar.

Fueron 12 años de larga espera y seis horas de camino por una angosta y húmeda trocha. Margarita Orozco sorteó barrancos inestables, desafió minas antipersona, aguantó sed y hambre y un frío que le entumecía la piel para ver con sus propios ojos las cenizas de su finca, de la que fue desplazada por las Farc en el 2003.
A los hombres armados, según la mujer de 47 años, no les bastó amenazarlos –a ella, a su hijo y a otras 12 familias de la vereda Mesetas de Argelia– sino que también saquearon y quemaron las humildes casas de los campesinos de esa zona del oriente de Antioquia. En mayo de 2003 alrededor de 60 personas corrieron monte abajo, arrastrándose por cafetales, para huir de la guerra que había llegado a su montaña.
En donde antes cosechaban café, cacao, maíz y plátano la guerrilla sembró coca e instaló minas antipersona. Lo mismo ocurrió en 43 de las 48 veredas del municipio de 257 kilómetros cuadrados. El grupo guerrillero quedó con el 90 por ciento del control del territorio rural, y los artefactos explosivos escondidos bajo tierra fueron su estrategia para impedir la avanzada del Ejército y de los grupos paramilitares.
Argelia se convirtió en uno de los pueblos del país con más artefactos explosivos y con alta frecuencia de accidentes por minas, 75 en los últimos 13 años. Esas mismas razones fueron fundamentales para que las Farc y el equipo negociador del gobierno colombiano lo escogieran como uno de los 20 municipios priorizados en el desminado humanitario acordado entre las partes en la Mesa de Diálogos de La Habana (Cuba).
Margarita no ha escuchado nada al respecto pero, afirma que de ser cierto esa sería la única esperanza de regresar –esta vez para quedarse– al campo donde creció y donde nacieron sus tres hijos.
“La última vez que fui (en el 2013) ya no había nada, la maleza me llegaba a las rodillas y no podía moverme mucho por eso de las minas”. Dice que aunque el paisaje fuera diferente los recuerdos se le volvieron a aparecer: el sonido de los disparos de fusil, el esconderse de las balas, lo difícil que era salir y conseguir comida.
“Lo que sufrimos fue tan horrible, después de huir, comimos durante varios días agua con panela raspada”, recuerda Margarita.
Fue tanta la violencia que entre 1997 y 2010 se desplazaron 14.769 personas, más del 70 por ciento de la población. Unos 5.661 campesinos nunca retornaron al municipio, según datos de la alcaldía local.
Aunque el Ejército Nacional asegura que los frentes Noveno y 47 de las Farc, que asediaron durante más de dos décadas al oriente del departamento, ya están debilitados– el primero extinto y el segundo reducto– las minas antipersona siguen en los caminos, en los potreros e, incluso, dentro de las pocas casas que quedaron de pie.
El tiempo, según el ministro de Posconflicto, Rafael Pardo, es esencial, por lo que en menos de una semana se iniciará el estudio técnico para determinar el área de limpieza que “deberá llegar hasta la más lejana vereda”.
En el caso de Argelia el trabajo debe empezar en 22 veredas, así lo afirma el alcalde Bairon Matínez: “En este momento tenemos ocho zonas rurales inhabitadas y otras seis, donde hay entre una y tres familias que pese al peligro se resisten a dejar sus tierras”.
Además de los artefactos explosivos, en Argelia deberán luchar contra la pobreza y el olvido estatal: casi todas las calles del casco urbano del polvoriento municipio están desgastadas, tienen más de dos décadas de abandono, grietas, huecos y tierra, tanto que de lejos el cemento se ve ajedrezado. Las fachadas de las casas, e incluso la de la Alcaldía y la iglesia, están deterioradas.
Eso no es lo único, en ninguna de las veredas hay vías de acceso vehicular, los caminos son de herradura. Los pocos campesinos que quedan tardan entre tres y 13 horas para llegar desde el casco urbano hasta sus casas, por lo que la mayoría sobrevive con lo que siembra, no pueden comercializar sus productos ni comprar otro tipo de alimento.
El casco urbano, que fue centro de acopio de los desplazados, hoy ofrece poco a sus habitantes, casi no hay oportunidades de empleo ni de estudio. Una muestra de ello es que de los 9.108 habitantes del municipio, 8.060 son del Sisbén.
La historia de Argelia es como la de Margarita, después de vivir en el campo rodeada de abundantes frutas y verduras, vacas y gallinas, de tener su casa propia y un futuro, terminó viviendo en una pieza con sus hijos y trabajando como empleada doméstica, una o dos veces a la semana, lo que le alcanza solo para comer y pagar la renta.
Víctimas de la guerra
Fueron muchas las tomas guerrilleras que destruyeron parte de Argelia una y otra vez. No solo hubo daños en la infraestructura sino también en la economía y el tejido social. En esos ataques murieron inocentes y se registraron desplazamientos masivos que frenaron el desarrollo del municipio.
Según una investigación de la Alcaldía y la Personería de Argelia, la primera incursión de las Farc en la zona urbana del municipio se registró en 1986. A finales de ese año, los habitantes empezaron a escuchar granadas durante la noche, a ser testigos de ataques al comando de la Policía y de homicidios de civiles y uniformados.
Los frentes noveno y 47 realizaron otras seis tomas entre 1987 y 2002. “Las Farc intimidaban, asesinaban y daban órdenes a los campesinos, que quedaron en medio del fuego cruzado en enfrentamientos que sostenían el Ejército, la guerrilla y las Auc”, dice el documento.
Entre tanto, el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos revela que la guerrilla de las Farc estuvo en Argelia entre 1998 y 2009, allí también hubo presencia activa del Ejército de Liberación Nacional (Eln) y de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc).
El Municipio tiene documentados 14.769 desplazados, 341 secuestros, 402 desapariciones forzadas, 207 torturas y 40 violaciones sexuales, el resto fueron agresiones personales y amenazas.
Mientras que la Unidad de Atención a Víctimas ha reconocido 192 actos terroristas, 13.792 desplazamientos, 567 amenazas, 531 homicidios, 196 torturas, 150 delitos sexuales, 50 desapariciones forzadas y 42 víctimas de minas.
El futuro después del desminado humanitario
El alcalde Bairon Martínez asegura que el 60 por ciento de los habitantes de Argelia están desempleados, porque aunque se quedaron en el municipio no regresaron a sus veredas, donde vivían del cultivo.
El mandatario local tiene esperanza de que el desminado mejore el futuro del municipio y lo saque de un atraso de dos décadas. Por ello, pide al Gobierno Nacional que esa ‘limpieza’ llegue con proyectos productivos para disminuir el desempleo, así como con apoyo social, mejora en la infraestructura de centros educativos, hospitales, viviendas y vías del casco urbano y la zona rural, que todavía tienen caminos de herradura.
Incluso, para llegar al municipio, ubicado a 146 kilómetros de Medellín, hay precariedad, la vía solo está pavimentada desde la capital antioqueña hasta Sonsón (oriente), a 11 kilómetros de Argelia.
Es tanto el abandono, que los niños de muchas veredas todavía reciben clase a la intemperie, no hay salones, libros ni pupitres. “La guerra destruyó escuelas y centros de salud que nunca se volvieron a levantar, pero es hora de reemplazarlos”, agrega el mandatario.
Toda esa recuperación ayudaría al retorno de casi 5.700 personas que esperan garantías para regresar a sus tierras.
“Hoy no hay Eln, Farc, Auc ni bandas criminales, lo que falta es unir esfuerzos”, concluye.
DEICY JOHANA PAREJA M.
Enviada Especial de EL TIEMPO
Argelia
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