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Gloria Zea, 46 años de una titánica labor en el MamBo

Zea se retirará de la dirección del museo para dedicarse de tiempo completo a la ópera.

“Estos días han sido una lloradera permanente. He recibido muchas llamadas, las más bellas que te puedas imaginar, de gente dándome las gracias”, dice Gloria Zea, que anunció oficialmente la semana pasada que renunciaba a la dirección del Museo de Arte Moderno de Bogotá (MamBo).
Luego de 46 años como cabeza del MamBo, su familia, especialmente sus hijos, le dieron un ultimátum: “Me pusieron ‘un revólver en la cabeza’ y me dijeron: no más, mamá, hasta acá llegaste. Te estás matando. Entonces, tomé la decisión de retirarme”. Sin embargo, su retiro no significa una jubilación. Pareciera que nada la detiene. Al contrario, ahora que deje este cargo se dedicará tiempo completo a continuar con la Ópera de Colombia, que en 2016 cumple 40 años.
En su oficina, entre fotos de sus hijos, unos cuantos cuadros y un retrato que le hizo su primer esposo, el pintor y escultor Fernando Botero, esta filósofa de la Universidad de los Andes reconocida como una gran gestora cultural busca la forma más sencilla de resumir estas cuatro décadas: “Hemos traído 240 exposiciones internacionales, y realizado 489 nacionales”.
A lo anterior se le suman 18 libros, como La Escuela de la Sabana, Los muebles de Beatriz González, Cien años de arte colombiano e Historia de la fotografía en Colombia. Y uno próximo a salir, que recopila toda la colección del MamBo.
El reconocido fotógrafo colombiano Hernán Díaz, fallecido en el 2009, captó esta imagen de Gloria Zea, que se volvió emblemática.
Antes de asumir la dirección de este, Zea vivía en Estados Unidos. Un día de 1969, la fundadora del museo, la crítica de arte Marta Traba, la invitó a almorzar y le dijo: “Tú eres la nueva directora del museo”. Así empezó todo.
Por eso, se refiere al MamBo como si fuera un hijo, uno que ha visto crecer y desarrollarse. “En ese momento ni siquiera había nacido, era una aspiración”, comenta. Ahora, ese hijo ya ‘mayorcito’ será dirigido por Claudia Hakim, escultura y directora del espacio cultural NC-Arte, también en Bogotá.
Zea invitó a Hakim y a su esposo a la casa de Belisario Betancur, presidente honorario de la junta directiva del MamBo. “Llegaron convencidos de que yo les iba a decir que me ayudaran con algún proyecto, porque tengo fama de que cada vez que le dirijo la palabra a alguien es para pedirle plata (risas)”.
Ahora que renunció a la dirección, Zea será presidenta honorífica de la junta directiva, al igual que Betancur.
Continuará trabajando por la ampliación del museo, labor que considera necesaria porque, durante estas décadas, la colección de 80 obras que inicialmente le entregó Traba se ha crecido, y hasta la fecha llega a 3.633 piezas.
Un museo para el país
El MamBo funcionó inicialmente en el centro de la ciudad, en la Universidad Nacional, en el Edificio Bavaria y luego en el Planetario. Pero Zea consiguió que el arquitecto Rogelio Salmona le cediera unos planos para construir un nuevo museo, en la calle 24 con carrera sexta, al lado de la Biblioteca Nacional.
El proyecto de Salmona está incompleto. Faltan 30.000 metros cuadrados más –actualmente el área del museo es de 5.500– por lo que dice que seguirá “trabajando en esto hasta sacarlo adelante”.
Zea describe su paso por el MamBo como una labor titánica, pero increíblemente satisfactoria. “Imagínate lo que significa anualmente tener que conseguir el 50 por ciento del presupuesto para mantener funcionando la institución”. Por eso, no fueron pocas las veces que se le pasó por la mente el tirar la toalla. Sin embargo, no lo hizo.
Además de traer exposiciones de artistas como Marc Chagall, Alexander Calder, Pablo Picasso, Andy Warhol, y próximamente obras de la colección del Thyssen Bornemisza, su gestión en el MamBo también ayudó a formar públicos, según Eduardo Serrano, quien fue curador del MamBo junto con personajes como el crítico de arte Álvaro Medina. Y curadores como María Iovino o José Ignacio Roca –excurador adjunto de arte latinoamericano Estrellita B. Brodsky de la Tate Modern– o la pintora Beatriz González, quienes pasaron por el departamento de educación del museo.
También dirigió Colcultura durante ocho años, en la presidencia de Alfonso López Michelsen y luego en la de Julio César Turbay. En ese tiempo, y sin dejar a un lado la dirección del MamBo, Colcultura sacó adelante unas mil publicaciones. Entre estas, el Manual de historia de Colombia, junto con Jaime Jaramillo Uribe. Otros de sus colaboradores fueron Guillermo Abadía, Juan Gustavo Cobo y Jorge Eliécer Ruiz, por nombrar algunos.
Gestionó la restauración de iglesias en Boyacá y estuvo dentro de las personas que apoyaron las inspecciones arqueológicas que permitieron descubrir Ciudad Perdida. En ese tiempo le llovieron algunas críticas, por haber supuestamente descuidado otro de nuestros tesoros: el Parque Arqueológico de San Agustín. “Hoy no me llueven tantas. En Colombia y en cualquier parte del mundo, apenas uno se empieza a destacar y sale de la sombra, surgen toda clase de envidias, celos, llámalo como quieras. Son críticas inherentes al hecho de que uno esté bajo la luz del reflector. Pero, si uno está en la oscuridad no está haciendo nada. Así que eso no tiene la menor importancia”.
Otra de las hijas de Zea es la Ópera de Colombia, la cual, desde el próximo mes, cuando Hakim asuma como directora del MamBo, empezará a cuidar tiempo completo. “Estoy esperando hablar con la ministra de Cultura, Mariana Garcés, y con María Claudia López, actual secretaria de Cultura de Bogotá, para hablar del presupuesto. Pero desde ya estamos trabajando en la programación”.
Marta Traba (a la izquierda) fue quien le entregó la dirección del Museo de Arte Moderno de Bogotá. / Foto: Cortesía del Museo de Arte Moderno de Bogotá
Zea creció entre la política. Su papá, Germán Zea, fue ministro de Carlos Lleras y de Julio César Turbay, senador, alcalde de Bogotá y gobernador de Cundinamarca. Su madre, Beatriz de Zea, también fue alcaldesa. A ella la describe como una mujer extraordinaria, de la que aprendió a trabajar. “Cuando la nombraron alcaldesa en Funza, ella dijo esta frase: “trabajaré por Funza, con amor”. Y esa es la que yo digo siempre, trabajaré por esto con amor, que es lo único que se necesita”.
Gloria Zea se considera una mujer privilegiada y suertuda, porque ha tenido la oportunidad de trabajar con la música, el arte, la literatura, con el rescate del patrimonio cultural, el folclor y la música del país: “Todo lo que hace la vida bella”.
Esa mujer, a la que Álvaro Castaño le puso como apodo ‘Los guaduales’ –por la canción de Garzón y Collazos que dice: “Lloran, lloran los guaduales, porque también tienen alma”– dice que precisamente esa facilidad que tiene para llorar es una bendición, porque le permite expresar lo que está sintiendo.
Sin embargo, asegura que no llora en los momentos difíciles, entre los que se cuentan un secuestro, la enfermedad que sufrió Juan Carlos, uno de sus hijos, o el escándalo que vivió hace 20 años otro de ellos: el exministro Fernando Botero Zea.
Eso sí, muchas cosas la conmueven: una película, un libro, o un cuadro. Por ejemplo, la Primavera de Botticelli, que tuvo la oportunidad de ver recientemente en solitario junto con su tercer esposo, el italiano Giorgio Antei. O el libro La oculta, de Héctor Abad Faciolince. “Me emocionaron tanto las descripciones de las montañas de Antioquia, que son de las más bellas”. (En ese momento, Zea hace una pausa y un par de lágrimas se asoman). “Siempre pensé que con la vejez se me iba a quitar esto, pero no”, comenta.
Y es que el amor que profesa por este departamento tiene que ver con el hecho de que su familia es de Titiribí, que las vacaciones de su infancia las pasó en Rionegro y, también, porque el papá de sus hijos nació y se crió allá.
De ese matrimonio, que duró siete años, además de los hijos y los buenos recuerdos, le quedaron unos cuantos retratos, como ese que tiene en la oficina del museo: “Este es uno de los que me hizo Fernando en México. Cuando nació mi hijo Fernando, solo llevé la ropa de maternidad. Así que me compré este suéter y la falda y la duré pagando un año a mensualidades. Y Fernando, para burlarse de mí, me hizo este retrato tan bello”.
Zea se casó con Botero –quien era profesor suyo en la universidad– contra la voluntad de sus padres. Sus amigas decían: “Ay, pobrecita Gloria, cómo se casó de mal, ¡con un pintor!” y una de sus tías, Amalia, le dijo: “¿Pintor? ¿De brocha gorda, mijita?”.
Sin embargo, el deseo que tenía Zea por ‘comerse el mundo’ pesó mucho más que la opinión de sus allegados.
Luego de ese primer matrimonio –que recuerda como algo extraor- dinario– se casó con Andrés Uribe Campuzano, quien también la respaldó cuando empezó como directora del MamBo.
“Siempre he creído que el ser humano nace con las alas del águila, pero pegaditas al cuerpo, y que el proceso de la vida es ir desplegándolas, para averiguar qué tan lejos y qué tan alto puede uno volar. Yo tenía ese talante, de desplegar mis alas, y con Fernando fue difícil compaginar, porque era como si estuvieran dos águilas encerradas en la misma jaula” (risas).
MARÍA ALEJANDRA TORO VESGA
Cultura y Entretenimiento
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