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'Antes que al narcotráfico, se debe combatir la violencia'

Experto en políticas antidrogas del London School of Economics explicó esta tesis.

DANIEL VALERO
Bajo la tesis de que la posguerra contra las drogas se debe librar desde situaciones y políticas realistas, John Collins, coordinador del Programa de Políticas de Drogas de la London School of Economics (LSE), aseguró que llegó la hora de que los Estados entiendan que primero se deben combatir los factores generadores de violencia antes que a las cabezas del narcotráfico.
Collins, en entrevista con EL TIEMPO tras su paso por Colombia para presentar un nuevo estudio sobre el panorama mundial de las drogas ilícitas, explicó que eso permite establecer las condiciones necesarias para que las autoridades, tras sentar bases sociales sólidas, puedan entrar a combatir a las cabezas de las organizaciones ilegales.
¿Es el momento de replantear la lucha contra las drogas?
La razón por la cual la guerra contra las drogas ha fracasado es porque, según todos los indicadores, no ha producido los resultados esperados. La nueva política posguerra contra las drogas debería basarse en lo que realmente podemos hacer y no solo en lo que nos gustaría ver en ese campo.
¿Y cuál debería ser el nuevo enfoque?
Sabemos que la sustitución de cultivos y el desarrollo alternativo no funcionan, simplemente dispersan los cultivos ilícitos y no cumplen con el objetivo de reducirlos. Esto debe ser visto como un asunto que está integrado a todas las áreas de acción del Estado, como salud, educación, seguridad, economía y desarrollo humano. Entonces, la forma en la que vemos que esto se puede integrar es a través de los 17 objetivos de desarrollo sostenible que se acordaron recientemente. Esto se debe priorizar antes que hacerlo con temas como la erradicación de cultivos o disminuir el consumo.
¿De quién depende que los Estados acepten ese nuevo enfoque?
Es totalmente una decisión política. Se trata de entender dónde se gasta el dinero, cuáles son los objetivos de la política y cuáles son las políticas públicas de los gobiernos para integrar a las comunidades donde se encuentran los clústeres de cultivos ilegales. No se trata de un cambio general en la opinión pública, sino de una decisión burocrática de priorizar objetivos. No se trata de que los Estados les den la bienvenida a los mercados ilegales, sino de asumir una política pública que integre todos los objetivos de desarrollo para lograr la reducción de las economías ilegales.
¿Qué puede pasar si este cambio no se registra?
Si los gobiernos entran a las zonas con una política de cero tolerancia, eso no funcionará como ha pasado en los últimos 40 años. También se creará una desestabilización de las áreas donde hay cultivos ilícitos y generará un aumento de la violencia, lo cual desestabiliza las zonas. Incluso, podrían alienar a una generación de comunidades rurales que recordarán cuando se entre con mano dura a destruir sus cultivos y sus formas de subsistencia. Por ejemplo, cuando se ratificó la primera convención en 1961, se les dieron a los países con cultivos de coca 25 años para aplicar medidas de desarrollo que permitieran superarlos, pero la situación se deterioró rápidamente por los mercados ilícitos.
¿El problema está en cómo se aplican las políticas?
Lo que pensamos en el LSE es que las convenciones (de lucha contra las drogas) se deben subordinar a los derechos humanos y ser leídas con más flexibilidad.
En sus estudios hablan de cambiar los focos de inversión...
Sí, porque, por ejemplo, el Plan Colombia fue concebido como algo de seguridad para este país. En Estados Unidos lo vendieron como un plan antinarcóticos, pero en Colombia funcionó, sobre todo, como un plan contra la insurgencia y para dar estabilidad. El Plan Colombia ha sido efectivo estabilizando y constituyendo sistemas de seguridad robustos, pero no ha sido efectivo en términos de la lucha contra el narcotráfico. Hacia adelante, y ya que la seguridad se ha estabilizado, hay que dirigir este tipo planes al desarrollo social de las comunidades que más han sido golpeadas por la violencia.
Es algo como dejar de buscar tantas capturas y enfocarse más en lo social…
La idea de ir por los líderes del narcotráfico o descabezar a los jefes de las organizaciones ha funcionado muy mal en países como México. Para desarticular el crimen organizado hay que tener una estrategia de seguridad integral, que no se enfoque solo en los cabecillas, porque cuando los eliminan los mandos medios desatan luchas internas que generan más violencia. En zonas donde hay poca presencia del Estado la estabilidad política la dan, a veces, los cabecillas de esas organizaciones ilegales, y cuando se les da de baja se desestabiliza el sistema y se desatan altos niveles de violencia.
¿Eso no implica tolerar sociedades encabezadas por actores ilegales?
Se trata de priorizar y tratar de acabar con los elementos más violentos y corrosivos, más allá de que no sean los que tengan un mayor impacto en la organización criminal. Es que si de entrada se busca acabar con las cabezas de las organizaciones todo puede terminar en más violencia. Antes que al narcotráfico, se debe combatir la violencia. Hay que llegar a un punto donde las condiciones estén dadas para que las autoridades puedan desarticular del todo la organización, sin generar altos niveles de violencia.
Le insisto, ¿eso no es tener que tolerar a la ilegalidad?
Se trata de ser realistas. Ningún gobierno del mundo puede hacer cumplir todas las leyes, en todo momento y en todos los lugares. Se trata de entender qué leyes se pueden hacer cumplir y definir las prioridades que tengan menos implicaciones no deseadas.
¿Lo acordado en Cuba sobre la lucha contra el narcotráfico es realista?
Es mejor que las ideas que había en el pasado, hay elementos de realismo. Me preocupa que los recursos se dirijan a políticas que no funcionan, como el desarrollo alternativo. Si los resultados son lentos puede haber una tendencia a la erradicación forzada y a intervenciones militares. Los principios de ese acuerdo son sólidos, pero hay que ver cómo el Gobierno los implementa. Es un buen marco de política. Si se logran dar condiciones básicas para la paz, luego se puede lidiar con los mercados ilegales.
¿Qué debe salir del encuentro sobre drogas de Naciones Unidas?
Representa el punto final de la era de la guerra contra las drogas. Va a haber un mayor reconocimiento de la flexibilidad amplia de cómo los Estados pueden interpretar las convenciones, basados en sus necesidades locales. Va a haber un cambio de énfasis de una política de drogas única para todos los países del mundo y un mayor reconocimiento de que cada Estado tiene el derecho y el deber de aplicar las convenciones según sus necesidades. Después de ese evento no va a pasar mucho, pues la ONU entra otra vez en piloto automático. Lo que sí se esperaría que salga es un reconocimiento de la soberanía de cada país para aplicar una política de drogas según sus medidas y sus regiones.
DANIEL VALERO
Redacción Política
En Twitter: @DanielValeroR
DANIEL VALERO
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