La columna ‘De eso no se habla’, del periodista Adolfo Zableh, publicada en las ediciones impresa y digital de EL TIEMPO el pasado 16 de enero, refrescó en la memoria de los colombianos un drama que no distingue región ni condición socioeconómica: el abuso contra los menores de edad. (Lea también: El 83 % de abusos sexuales a hombres ocurrieron entre los 0 y 14 años)
“No es fácil decirlo, pero de mí abusaron cuando tenía 5 años y eso ha marcado mi vida. De entrada, es el origen de mi tartamudeo, y el tartamudeo no es otra cosa que miedo”, escribió Zableh.
Su confesión generó cientos de mensajes de apoyo y muchos otros de desahogo, en los que lectores revelaron episodios de maltrato que sufrieron en su infancia.
Históricamente, las estadísticas han reflejado que la mayoría de agresores comparten hogar o hacen parte del núcleo familiar cercano de la víctima. Cifras del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) con corte al 30 de noviembre pasado indican que durante el 2015 ingresaron a protección de la entidad 7.440 niños, niñas y adolescentes por motivo de abuso sexual.
El registro más alto lo arrojó Bogotá, con 1.273 casos; Valle del Cauca, con 620, y Cundinamarca, con 509.
En diálogo con EL TIEMPO a mediados de 2015, la directora del ICBF, Cristina Plazas, señaló que después del maltrato infantil, la violencia sexual es el segundo motivo de ingreso de los niños, niñas y adolescentes al sistema de protección de la entidad.
En esa ocasión manifestó su rechazo a un proyecto impulsado por la Fiscalía que buscaba reducir penas a autores de crímenes sexuales contra menores de edad, con el ánimo de que colaboren con la justicia y ayuden a desmantelar organizaciones delictivas.
Plazas reconoció que cualquier medida enfocada en la prevención de la violencia sexual contra niños y niñas nunca será suficiente, e insistió en apoyar una iniciativa que busque prisión perpetua para abusadores de menores.
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