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Así venden 'la buena suerte' en el centro de Medellín

Plantas, sahumerios y riegos para atraer la prosperidad en 2016 se venden como 'pan caliente'.

MEDELLÍN
Cuando dos incendios, uno en 1968 y otro en 1977, obligaron al cierre de la antigua plaza de mercado de Cisneros, centro de Medellín, los vendedores de plantas para invocar la buena suerte migraron a Ayacucho, la calle empinada del oriente de la ciudad que justo este año se convirtió en el eje del nuevo tranvía.
Amanda de Jesús Sánchez, de 74 años, fue una de las que se movió. Como desafiando a la fe de los católicos más tradicionales, ubicó su puesto frente a la iglesia de San José, donde Ayacucho atraviesa la avenida Oriental, neurálgica en el Centro.
Allí, entre una hojarasca de ruda, hierbabuena, manzanilla, albahaca, artemisa, caléndula e hinojo, plantas que ella misma cultiva o compra a campesinos del corregimiento de San Cristóbal, se ha mantenido por casi medio siglo.
Su día a día es próspero. Según dice, “aunque cada vez menos, la gente todavía le tiene la fe a las hierbas”. Así las cosas, la celebración del año nuevo les asegura cierta solvencia a esta y otros comerciantes de la zona.
Amanda de Jesús cuenta que las siete plantas amargas y las siete dulces se venden “como pan caliente”, sobre todo el 29, 30 y 31 de diciembre. Cada paquete cuesta 4.000 pesos, y contiene lo que para esta mujer es garantía de buena suerte.
“Primero, se riega del hombro hacia abajo agua caliente con ruda, verbena, la cicuta o ‘arrasa con todo’, la altamisa, la salvia, la sal de la India y el matarratón; se rezan tres padre nuestros y se le piden muchas bendiciones al Señor”, le explica Amanda de Jesús a sus clientes, y advierte que a estas plantas se les llaman amargas porque expulsan las malas energías.
“Las dulces, en cambio, llaman las buenas energías. Estas son la albahaca, la hierbabuena, la citronela, el ‘abrecaminos’, el ‘quereme’, el ‘sígueme’ y el botón de oro. Con esas se hace un baño después de las amargas”, continúa.
Quemar sahumerios para traer buenas energías al hogar es el segundo producto más popular entre quienes buscan un año nuevo con buena suerte.
El de 2.000 pesos que vende Amanda de Jesús contiene palo santo, o madera sagrada, eucalipto, citronela, incienso, mirra y botón de oro, y en su empaque reza así: “Oh plantas benditas que producen aromas y perfumes. Les pido por la gracia que Dios les dio y la gracia que tienen, mejorar mi suerte y negocios, que llegue hasta mí lo que deseo, que salga el mal y entre el bien, como entró el Señor a Jerusalén”.
Si bien esta última semana del año le genera un incremento en las ganancias a la comerciante y agricultora, reconoce que en el diciembre de 2015 ha habido menos abundancia.
Según dice, las obras y marcha instructiva del nuevo tranvía durante este año cambiaron las formas de circular por Ayacucho y afectaron la clientela.
En eso coincide Nelson Higuita, vendedor de varias tiendas esotéricas de Ayacucho desde hace 20 años. Si bien su experiencia le ha demostrado que por esta época un negocio de este tipo puede hasta triplicar sus ventas, en 2015 el panorama no pinta bien.
No obstante, cuenta, el kit de fin de año, a 15.000 pesos, sigue siendo el más vendido. El empaque contiene una champaña para bañarse en la noche del 31 de diciembre, elaborada a base de clavos, plantas, anís y comino. También incluye una espiga de trigo para atraer la abundancia y la prosperidad; un sahumerio que se quema a las 12 de la noche, las siete plantas amargas y el ‘Jabón astral contra todo’, para bañarse la primera semana de enero, “romper las envidias y atraer el trabajo”, explica Higuita.
Sobre la percepción que tienen los vendedores de los cambios en el comercio, Juan Carlos Posada, gerente del Proyecto Integral Ayacucho, que surgió a raíz de la construcción del tranvía, si bien en 2012 (un año antes de iniciar las obras de este nuevo modo de transporte) las unidades de negocios de la zona habían pasado de 1.200 a alrededor de 500, en 2015, con el tranvía en marcha instructiva, la cifra está cercana a la primera, solo en el corredor aledaño a las obras.
“Es decir, ya se tiene una cifra superior (por densidad de área) a la existente en un inicio. También se cuenta con una oferta más diversa y cualificada”, explica Posada.
En cambio, Jorge Mario Puerta, director de Corpocentro, ha podido corroborar las mermas de las ventas de la zona.
“Los comerciantes a todo lo largo de Ayacucho sufrieron muchas afectaciones. Las obras fueron demoradas, el cargue y descargue de mercancía se complicó y hubo disminución de hasta el 80 por ciento de las ventas en los pequeños comercios”, agrega el líder.
Sin embargo, continúa Puerta, “la calma viene después de la tormenta, y las mejoras en el espacio público prometen subir de nuevo las ventas y cualificar muchos negocios”.
Luz Marina Ordóñez, vendedora de plantas “para la salud y la prosperidad” en la Placita de Flórez, coincide con él. Según cuenta, este diciembre, como los anteriores, espera triplicar sus ventas, y confía en que el turismo que atrajo el tranvía pueda incluso motivar nuevas visitas.
En sus tres locales cuelgan un centenar de plantas, estantes con semillas y flores y las fotografías y artículos de prensa en los que apareció su mamá, Ana Francisca Yepes, una de las fundadoras de la Placita de Flórez y conocedora como pocas del poder curativo de la naturaleza.
Según Luz Marina, el 31 de diciembre es posible obtener ganancias de hasta 5 millones de pesos en los locales. La clave “es que siga habiendo tierra para cultivar plantas y gente con fe”.
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