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COP21: jugando con candela

Esta vez se espera que la cumbre climática no haya concluido en simples buenas intenciones.

Marcos Silva
Se realizó una cumbre climática más. Se espera que, a diferencia de las anteriores, no haya concluido en simples buenas intenciones.
Los efectos del cambio climático se intensifican y las causas fundamentales ya están identificadas; pero hay indiferencia de gobiernos, empresarios y sociedad ante la magnitud de la amenaza. Se sabe que si no cambia la manera como los humanos interactúan con la naturaleza, y los sistemas de producción y consumo no adoptan protecciones ambientales, la humanidad inevitablemente se enfrentará con un futuro vital insostenible.
No hay en el planeta procedimientos o mecanismos de aplicación con resultados inmediatos para revertir el fenómeno climático. Sus causas y efectos solo pueden revertirse, antes de que sea demasiado tarde, con políticas globales integrales de aplicación y desarrollo permanente.
La COP21 debe aprobar decisiones de esa índole, con carácter vinculante para todas las naciones y la ONU, y además debe liderar la definición y desarrollo de esas políticas. Pues la mitigación de la amenaza climática exige la sustitución de las fuentes energéticas que inciden directamente sobre el efecto invernadero.
Actualmente, el 86 % del consumo de energía en el mundo proviene de fuentes fósiles y solo 14 %, de fuentes renovables. Esta realidad se conoce desde hace años y se han hecho propuestas para cambiarlo. Pero desde la cumbre de Río solo ha habido anuncios de medidas e incumplimiento de estos compromisos.
El poder político, la ciencia y la tecnología pueden hallar la manera de sustituir las fuentes de energía fósil por renovables. Y es más que conveniente, pues la energía solar, por ejemplo, ya resulta menos costosa que la fósil.
La protección y sustentabilidad ambiental demandan innovación continua tecnológica, metodológica y logística, en los procesos productivos e institucionales que garanticen el cumplimiento de reglamentos pertinentes. Los gobiernos, a través de los centros de formación académica y ciudadana, deben educar sobre las causas y la gravedad de la amenaza climática. Ya que la existencia y calidad de vida en la Tierra deben primar sobre cualquier meta o indicador económico. Sin embargo, hoy por hoy, el rendimiento económico está por encima de toda consideración. Desafortunadamente, los gobiernos y la institucionalidad facilitan la consumación de esa irracional tendencia global.
El desarrollo económico y social ambientalmente sostenible de las naciones es posible. Solo es cuestión de que los gobiernos regulen el uso racional del suelo y los recursos naturales. Especialmente los países de mayor desarrollo, que son las mayores responsables de la amenaza climática, deben asumir las responsabilidades que les corresponden.
Mientras tanto, la ley cero de la termodinámica se cumple. La transformación y consumo diario de más de 90 millones de barriles de crudo, principalmente en combustión interna de motores y el desproporcionado consumo de carbón mineral en producción de energía eléctrica producen calentamiento atmosférico. El revestimiento vegetal de la tierra, se sabe, obra como esponja succionadora de CO2. Esta certidumbre debe obligar a suspender la deforestación y a invertir en reforestar con fines ecológico-industriales.
Si se cumpliera el ordenamiento legal colombiano sobre inversión en protección de recursos hídricos (1 % anual de ingresos corrientes municipales y departamentales y sobretasa del predial), podrían reforestarse más de 200.000 hectáreas al año, y generar cientos de miles empleos anuales permanentes. Pero hay renuencia e indiferencia ante la amenaza, falta voluntad y responsabilidad política y social.
Marcos Silva
Marcos Silva
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