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Felicidades para ella

El problema de este país no son sus políticos ni su guerrilla, sino la colombianidad.

Adolfo Zableh
Es posible que el problema de Colombia no sea el dirigente corrupto ni el delincuente, sino el colombiano promedio, el que no ha hecho nada malo, pero tampoco nada bueno. Hablo del que trabaja para sobrevivir apenas, que, aunque tiene mucho de admirable, es una forma de mezquindad. El colombiano promedio no escoge su vida, va agarrando lo que encuentra y con eso se conforma. Tal vez Colombia es un país atrasado porque está lleno de gente común que no acaba de hundirlo, pero tampoco lo jala.
El colombiano promedio hace lo estrictamente necesario, no lidera ni asume responsabilidades que se salgan del libreto, más bien se mata a telenovelas y realities después del trabajo. Si algo sale mal, la culpa es siempre del otro, nunca suya. Es envidioso, goza más con la desgracia ajena que con los logros propios. Prefiere que al otro le vaya mal para quedar nivelados por lo bajo. Eso sí, públicamente lo felicita, lo que quiere decir que también es hipócrita.
Por eso a mí no me dan miedo las declaraciones de la extrema derecha, sino la frase ‘colombiano que se respete’, porque el problema de este país no son sus políticos ni su guerrilla, sino la colombianidad. El que se disfraza tres veces durante el fin de semana de Halloween y celebra Navidad desde noviembre. El que se para de la silla apenas el avión aterriza, el que cree que la familia, la madre y la tierra donde nació son sagradas, pero sin argumentos, solo porque así se lo enseñaron. Es el que va a la oficina con camiseta de Colombia cuando hay partido. Es curioso que digan que el país se paraliza cuando juega la Selección, como si fuera difícil. El colombiano promedio se agarra de un amistoso contra Honduras para no trabajar.
Colombiano que se respete toma todo personal. Glorifica a James y cree que defender la patria es insultar al entrenador que lo banquee. Porque el colombiano promedio tiene complejo de inferioridad y cree que el mundo lo odia solo por haber nacido en Colombia. El colombiano promedio admira a Pepe Mujica, pero tiene la mentalidad de Luis Bedoya. Yo no me siento mejor que mis compatriotas. Me gusta la forma de pensar del expresidente uruguayo, pero me atraen más las propiedades de Bedoya.
Y al igual que la pobreza, ser del promedio no es un tema de dinero sino de mentalidad. El ciudadano del montón es el problema porque cree que un equipo de fútbol es la vida. Yo pensaba que ser hincha de un equipo era el punto más bajo del hombre, hasta que lidié con siete empleados públicos en Barranquilla durante dos días para hacer un trabajo y ninguno supo darme razón. Se pasaron botándose la pelota, y nunca ayudaron. El empleado público colombiano es el promedio del promedio, lo más mediocre que una persona puede llegar a ser. Lo curioso es que el Estado le pone trabas y papeleo a cada diligencia porque asume que somos torcidos. Increíble, pero el Gobierno no conoce a la gente que gobierna. Somos tarados, no delincuentes, debería aligerar los trámites en lugar de enredarlos.
Somos un país pequeño, liderado por gente pequeña. De un lado a otro, se han echado el agua sucia durante siglos y ahora ocurre lo mismo con la firma de la paz y el posconflicto, lo que demuestra lo cortos de mentes que son nuestros próceres. La derecha ve los males de la izquierda y viceversa, pero ninguno es capaz de percibir los propios. Novedad sería que la izquierda reconociera sus errores y crímenes, y que la derecha siguiera el ejemplo, pero sucede al revés; cada uno cree tener la razón y se siente víctima del otro. Victimizarse es otro rasgo de la gente pequeña, así como no cumplir con su palabra. Y hablando de cumplir, hoy cumple años mi madre, que es lo más sagrado. Felicidades para ella.
Adolfo Zableh
Adolfo Zableh
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