Cuando se abordan los problemas académicos de niños y jóvenes, por lo general para los padres y maestros prevalece el tema de la calidad educativa por encima de la permanencia. A partir de ahí se explican en gran parte los elevados índices de deserción, sobre todo en bachillerato.
Para aproximarse a esta cuestión, Dividendo por Colombia, organización que hace parte de United Ways, el segundo sistema de solidaridad más grande del mundo, ha creado un modelo de aceleración del aprendizaje. En Colombia esta entidad ha unido esfuerzos en favor de la educación, enfocándose en el tema de la permanencia escolar.
Para Claudia Aparicio, directora de la ONG, el problema en el país es que no existe una conciencia sobre la cuestión. “La escuela no está diseñada únicamente para que los estudiantes tengan buen desempeño; más bien, este debe ser un espacio para que los niños aprendan a ser personas integrales, sin importar si hay diferencias entre ellos. Ningún individuo es perfecto”.
Acelerar el aprendizaje
Dividendo por Colombia promueve un modelo flexible que denomina aceleración del aprendizaje. Este fomenta que los jóvenes puedan volver a estudiar después de pasar por ese proceso. En el país hay un rango de tres años, el límite máximo que tiene cada alumno para estar en el grado que le corresponde. Por ejemplo, un niño de 10 años puede estar en un curso con compañeros de 7 años (3.° de primaria). Pero si se sale de este rango, el sistema considera que está en edad extra. Esto implica que debe haber un modelo de atención que pueda llevarlo a un aula especial durante todo un año, con docentes públicos capacitados que aseguran que el menor se ponga al día respecto a sus logros escolares y se reincorpore al nivel que le corresponde. Aunque es una especie de validación, no es igual, pues esta última saca a los estudiantes de su contexto o los expone a niveles de riesgo, como, por ejemplo, compartir la clase con adultos en horarios nocturnos, lo cual puede ser inapropiado para su edad o para su modelo de aprendizaje.
Por el contrario, estas clases cercanas y personalizadas que imparte la ONG son efectivas al usar metodologías distintas a los métodos tradicionales de enseñanza. “Se trabajan seis etapas en el año, que empiezan desde la autorrecuperación de la confianza, con profesores que actúan como consejeros y amigos responsables”, dice Aparicio.
Prevenir, no remediar
Lo novedoso del planteamiento es que no asume una medida remedial, como es esperar a que los alumnos salgan del colegio para después reincorporarlos, sino que busca analizar los factores que producen la deserción y formular alternativas preventivas. “En nuestra experiencia hemos descubierto que gran cantidad de quienes desertan no están atrasados por razones que sean atribuibles a ellos, como la indisciplina o los problemas de aprendizaje”, afirma Aparicio, quien explica que “muchos están afectados por el conflicto armado y por el desplazamiento forzoso.
Algunos han tenido padres asesinados y, por ello, abandonan el colegio. Otros dejan de asistir porque no soportan el bullying”.
Adicionalmente, se pretende evitar el analfabetismo funcional, que se da cuando los niños asisten a clase, pero no comprenden lo que leen, se aburren y, por eso, no van a clase. Según Dividendo por Colombia, se estima que el 50 por ciento de los estudiantes en el país son analfabetas funcionales y, a causa de ello, no pasan las pruebas Pisa.
Diarios de vida
Dentro de las aulas de aceleración lo que prima son los estudiantes, es decir, que se conozcan como personas y fortalezcan su autoestima mediante el desarrollo de las actividades que proponga el orientador.
“Mis alumnos son los líderes del proyecto. Yo actúo como mediadora y como consejera”, especifica Meliza López, docente del aula de aceleración del aprendizaje de la institución educativa José Antonio Galán, en Medellín.
Esta maestra es autora de la propuesta ‘La escuela, un espacio de fortalecimiento en mi proyecto de vida’, la cual fue ganadora del premio Diseña el Cambio, de la Fundación Terpel. Su iniciativa está alineada con el proceso de enseñanza que implementa con Dividendo por Colombia y se apoya en el fortalecimiento del plan de vida de cada joven para lograr las metas, sueños y anhelos, superando los problemas y obstáculos de la vida.
“Durante la primera fase trabajamos sobre ‘quién soy yo’; los pequeños se conocen a ellos mismos, conocen su entorno, su situación familiar, sus fortalezas y debilidades”, indica López. Posteriormente, los alumnos plantean cuestiones sobre su futuro y cuáles son sus sueños. Al final del año, hablan de su aporte a las comunidades y finalizan con una entrega que se llama ‘Operación salvar la tierra’.
López afirma que la experiencia ha sido sorprendente. Uno de sus pupilos, Johan Osvaldo, viajará este 2 de diciembre con ella a Bogotá, a la ceremonia de premiación de su proyecto. “De estar ausente en clase, pasó a ser uno de los líderes de su salón”, relata.
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