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Otra joya para la corona del Barça

Fue un floreo del fútbol espectáculo sobre el resultadismo más descarnado.

JORGE BARRAZA
Toque, pisada, amague, freno, enganche, taco, bomba y golazo. Sacan del medio y otra vez toque, pase acá, pase allá, pecho, dominio, giro, cambio de frente, gambeta, desborde, centro y pum. De vuelta, anticipo, toque, pausa, pared, remate, golazo.
Así fue el recital de ‘tiqui taca’ que el Fútbol Club Barcelona ofreció en el mismísimo Bernabéu para aplastar al Real Madrid. Otra demostración de superioridad abrumadora de este ciclo de oro del Barça, comenzado en los tiempos de Frank Rijkaard (2003), llevado hasta el Olimpo por Guardiola, continuado por Vilanova y heredado por Luis Enrique, que está aumentando la herencia. Un ‘show’ de bola de esos cuyo recuerdo dura veinte, treinta años.
‘Pañolada en el Bernabéu’, ‘El Barcelona destroza a Benítez’, ‘Florentino dimisión’, ‘El Barça deja al Madrid en ruinas’, ‘Baño monumental’, ‘Catástrofe blanca’... Los titulares de los propios diarios madrileños (y madridistas) dimensionaban por sí mismos la palizota, el baile por momentos histórico que el Fútbol Club Barcelona volvió a propinar al Real Madrid en el Bernabéu. Un 4 a 0 engañador, pudieron ser seis o siete. Fue un floreo del fútbol espectáculo sobre el resultadismo más descarnado. Barcelona y Real Madrid representan dos maneras antagónicas de entender el juego: uno busca el éxito por el camino de la estética, el otro quiere simplemente marcar un gol más que el adversario y terminar el torneo arriba de todos. El primero termina siendo el más práctico, pues la forma más sencilla de imponerse en este juego es jugar bien con la pelota. Son años de dominio azulgrana y rabietas blancas. Años de triunfos, bailes y títulos catalanes, de decepciones madridistas.
A los 20 segundos de juego, Sergio Ramos fue a cepillar de atrás a Luis Suárez, y cuando este cayó lo apretó en el suelo. Se advirtió una clara intención: ablandarlo. Pobre Ramos, nadie le avisó que cuanto más lo buscan, más lo agrandan al uruguayo. Suárez los machacó: les hizo el primero y el cuarto. Y le taparon otro increíble tras sensacional jugada de Neymar. En el vestuario de Peñarol, a comienzos de los 60, había una consigna inteligente cuando enfrentaban al Santos de Pelé: “Al Negro no lo toquen; si se enoja, estamos listos”. Si intentaban achicar a Pelé, los liquidaba. Suárez es igual.
Sergi Roberto abrió la lata madridista apenas en el minuto diez con una diagonal fantástica de derecha a izquierda, y le dio un pase precioso a Suárez, que, sin pararla (brillante, si lo hacía lo encimaban), le dio de tres dedos y comenzó el festival. Sergi Roberto sacó patente de ‘crack’ en el clásico. Ya venía demostrando reveladoras condiciones, pero ahora se soltó del todo y se perfila como el reemplazante perfecto de Xavi el Sabio. El Barça tiene para disfrutarle diez años de brillo. Un volante con manejo, dinámica, agresividad y catalanismo. Reivindica a La Masía, que hace tiempo no sacaba un jugador importante. Y tiembla el puesto de Rakitic...
Antes del partido circulaba un rumor fuerte en los pasillos madridistas: “Si pierde con el Barça, lo sacan a Rafa Benítez”. Rafa, por si acaso, puso el once de gala: lo máximo que tiene el cuadro blanco: James, Bale, Modric, Benzema, Kroos, Ronaldo, Marcelo, Varane... Todo. Pero fueron impotentes ante un equipo que será leyenda con el tiempo, que salió a jugarle con pasmosa autoridad y suficiencia, a adueñarse del juego y la pelota en el propio Bernabéu, a dominarlo como si fuera el Getafe, no el Madrid. A tocarle el balón y a atacarlo a fondo. Fabuloso desde el punto de vista de la grandeza, del atrevimiento, de la categoría de sus jugadores.
“El clásico me sigue poniendo como una moto”, confesó el viernes Andrés Iniesta. Y fue rigurosamente cierto. Después de tanto tiempo, dio una cátedra magistral. Su gol es para pasarlo año tras año en la Navidad. Exquisita sucesión de once toques, Don Andrés busca en pared a Neymar, Ney que devuelve celestialmente de taco, e Iniesta, pisando el área, saca una bomba al ángulo superior izquierdo de Keylor Navas. Un gol de esos en que, si uno es hincha, está cinco minutos abrazándose con desconocidos.
Fue una devolución de cortesía, pues en el segundo grito, de Neymar, Iniesta le había puesto una bola deliciosa entre líneas para que el brasileño (ahora criticado en su selección, pero genial en su equipo), definiera de zurda, suave, entre el cuerpo del golero costarricense.
A todo esto, el equipo más caro del mundo era un manojo de nervios, de impotencia y agresividad. James Rodríguez le dio un patadón a Mascherano y lo sacó de la cancha; luego, otro a Neymar y lo amonestaron. Sergio Ramos intentaba pegarle a todo lo que pudiera. Le dio un tacazo a Dani Alves que pudo ser roja. Isco le acertó con furia a la pierna izquierda de Neymar, y por fin hubo una expulsión. Todos, al borde de la agresión, hartos ya de recibir bailes del Barcelona. Y en lugar de contrarrestarlo con juego, oponen agresión, crispación.
En tanto el Barça tiene un estilo inconfundible, que atraviesa imperturbable etapas y técnicos, el Madrid parece no saber a qué juega. Una hinchada que tiene 600 o 700 millones de euros en el campo merece que le den algo más que bravuconadas y golpes (¡y eso que no estuvo Pepe!).
James salió enfadado con Benítez, que lo saludó, pero el colombiano lo ignoró. Bale no se habla con Ronaldo. Benzema está metido en un grave problema judicial. Danilo definitivamente no es lo que su precio sugería que era. Kroos es un correcto jugador que hace pases acertados de 10 metros, pero no el monstruo que dijeron que era. Y Benítez posiblemente sea un técnico para el Sevilla o el Valencia, pero no para ese club. Son demasiadas cosas.
Y Ronaldo... Capítulo aparte. Sigue negado, invisible, inexistente. Fuera del gol, está convertido en un jugador nulo, pero en este momento ni el gol se le da. La única que le salió bien fue que no lo echaran por darle un feo codazo en la nuca a Dani Alves. Muy triste todo lo del Madrid, sin dudas.
Del otro lado, costaba encontrar la figura. Iniesta, Neymar, Suárez, Bravo y Sergio Roberto lucieron fenomenales, todos para 9 o 10 puntos. El arquero chileno ratificó que es por un océano el mejor de Suramérica y uno de los mejores del mundo. Volvió Messi y preparó el último gol de Suárez, pero casi ni hizo falta Leo. Esta vez los otros se arreglaron fantástico sin él.
Una pena que, por una cuestión comercial, solamente una señal de cable tenga los derechos de transmisión. Millones de aficionados de toda América se perdieron el inolvidable paseo del Barça.
JORGE BARRAZA
JORGE BARRAZA
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