Si cree que lo ha visto todo, aguarde y lea.
¿A quién nombraría rector del colegio de sus hijos? ¿A un depravado que abusaba de niños, los grababa y comercializaba los videos? Si encuentra estúpida la pregunta, la respuesta es de Ripley.
En Honda (Tolima) escogieron por méritos a Luis Alfonso Cano Bolaño, que pagó la ridícula pena de 5 años por abuso de menores y pornografía infantil en el 2000. Tan raquítica fue la condena que el ICBF del Atlántico apeló y pasó lo de siempre: nada.
El rector del centro ‘Antonio Herrán Zaldúa’ ha caído bien entre algunos papás, que desconocen sus antecedentes, por ser amoroso con sus hijos. Y los que descubrieron su prontuario protestaron ante la Secretaría de Educación. Pero no pueden actuar porque Cano pagó su condena, y este es un país que protege con esmero a sus delincuentes.
Que reincide, reincide, no solo por su pasado sino por sus motivaciones actuales. ¿Qué diablos hace Cano Bolaño, ingeniero eléctrico y abogado de Barranquilla, en un colegio de Honda?
No es el único caso que desnuda nuestra laxa legislación. John Ferney Gómez, otra joyita, se dedicó a maltratar a su compañera durante tres años. Le pegó cuantas veces quiso, le hizo dos hijos de los que jamás se ocupó y luego sucedió lo previsto.
Cindy Tatiana Herrera apenas contaba 13 años de edad cuando se enamoró ciegamente de John. Sus papás, separados pero con buena relación, buscaron que su hija rompiera el noviazgo. Lo demandaron por abuso de menor al dejarla embarazada. Nada pasó. Siguieron denunciándolo por cada golpe que le propinaba. Solo una vez dictaron orden de alejamiento, que John, por supuesto, no acató.
En uno de esos arrebatos de machismo que presagian tragedias, quemó la ropa de su pareja, destrozó a navajazos el colchón y le prendió fuego para que nadie lo compartiera con ella. Y amenazó al suegro con matarlo por reprocharle su comportamiento violento.
Al cumplir los 17 años, hastiada del maltrato, Cindy Tatiana lo dejó y se fue a vivir con sus dos bebés al hogar familiar. La mamá, que labora en una empresa de seguridad, asumió con su salario, ayudada por su ex, la manutención de los tres.
El final de la historia estaba escrito: una tarde, John irrumpió en la casa, asesinó a tiros a su novia en represalia por abandonarlo, y a un vecino que intentó detenerlo.
La policía buscó al asesino por el barrio, pero no lo encontró. Dos días más tarde cayó en un retén por el revólver sin permiso. Al conducirlo ante el juez, los agentes ya sabían que era el autor del doble crimen, pero el fiscal solo pudo acusarlo de tenencia ilícita de armas. En 36 horas, plazo impuesto para favorecer criminales, no podían realizar las pruebas de balística ni reunir los testimonios necesarios para amarrar el caso.
Al ser excarcelable, el juez lo dejó libre. Para la ley, sus antecedentes de maltratador y la posesión de un arma no otorgan categoría de sujeto peligroso. Una semana después, la Policía Metropolitana lo arrestó y ahora está en La Modelo. Falta por ver la pena que le impongan, y si la justicia obliga a que el asesino reciba la visita de sus bebés solo porque los procreó.
Deberían dejar tanta garantía para abusadores de menores y tan pocas para sus víctimas pasadas y futuras.
P. D.: si conocen algún caso, escriban a fundacion.amigos.unidos@gmail.com, implacable látigo de pedófilos y especies similares.
SALUD HERNÁNDEZ-MORA