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Los bombardeos en Siria justifican el terrorismo

Las acciones reafirman el pensamiento yihadista y les da argumentos a los extremistas.

SANDRA BORDA G.
Los ataques terroristas tienen la facultad de producir entre los ciudadanos una sensación de gran confusión; una combinación de impotencia, ira y dolor. Raras veces los gobiernos encuentran cómo convertir esta mezcla de sentimientos en una política pública que sirva como reacción para reducir la percepción de inseguridad.
Sin embargo, la intensidad de esta confusión y la naturaleza del extremismo hacen que todavía no haya sido posible encontrar una reacción cuyos efectos colaterales no sean los mismos que buscan los perpetradores de los ataques. Una primera reacción instintiva de los gobiernos consiste en iniciar una cacería humana que lleve a la captura o eliminación de los responsables de estos ataques.
En esa etapa, los derechos individuales de inocentes (usualmente inmigrantes) se ven vulnerados y ello contribuye a alimentar esa sensación de agravio de la que tanto se alimenta el extremismo. También se hacen indispensables las demostraciones de fortaleza y músculo militar, como los bombardeos, días después de los atentados de París a la ciudad siria de Al Raqa, que ayudan a superar la sensación de debilidad.
Estos ataques, a su vez, se constituyen en otro cimiento para la construcción de una forma de reclutamiento efectiva: son evidencia, en la cosmovisión del extremismo, del odio de Occidente hacia el mundo árabe y de su indolencia hacia la sociedad civil.
Los ataques a la infraestructura petrolera, fuente central de financiación del Estado Islámico debilitarán al grupo, pero tendrán nefastos efectos sobre la población civil que vive del petróleo. Y poner a los civiles en situación de vulnerabilidad es otra inmejorable herramienta de reclutamiento.
El gran dilema de las únicas formas que conocemos para combatir el terrorismo es que producen dos efectos contradictorios. De un lado, pueden debilitar militarmente al extremismo armado; pero de otro, generan agravios entre la población musulmana no extremista y no combatiente que puede empujarlos por el camino de la radicalización.
Una forma de evitar que esta segunda parte del efecto tuviese lugar, sería adelantar la guerra respetando los derechos de civiles y el derecho internacional humanitario. Sin embargo, el dilema aquí tampoco es pequeño: la intensa rabia que producen estos ataques hace que el espacio de maniobra de los gobiernos se cierre y no les quede otra alternativa que una lucha frontal y decidida contra los perpetradores.
Es un escenario en donde el fin justifica los medios y, tristemente, la falta de atención a los medios es justamente lo que contribuye a la reproducción eterna de esta espiral de violencia.
SANDRA BORDA G.
Para EL TIEMPO
Decana de Ciencias Sociales. Universidad Jorge Tadeo Lozano.
SANDRA BORDA G.
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