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Ruptura anunciada

Tiene sentido para Vargas Lleras no comprometerse abiertamente con la paz de Santos.

Gustavo Duncan
A diferencia de Santos, que esperó a ser elegido presidente para distanciarse de su antecesor, Vargas Lleras ha comenzado este proceso desde antes de las elecciones. El distanciamiento no es un capricho, ni se debe a la soberbia de Vargas Lleras. Hay razones pragmáticas e ideológicas.
En las próximas elecciones, los colombianos van a elegir al presidente del posconflicto. Será la persona que ejecutará lo que se acuerde en La Habana, manejará la política y la economía para insertar a las Farc en la institucionalidad y liderará el proceso de justicia transicional. Y mientras Santos ha dado muestras de una posición conciliadora, una posición apenas lógica de la parte del establecimiento que negocia, Vargas Lleras poco ha dejado ver su posición sobre el asunto.
Por los precedentes se sabe que su postura será dura en relación con lo acordado. Y no solo porque Vargas Lleras mantiene una posición radical contra la guerrilla, sino porque muy seguramente los votantes en las próximas elecciones presidenciales así lo pedirán. La gente apoya una paz negociada, pero rechaza las concesiones que se les hagan a las Farc.
Tiene sentido para Vargas Lleras, entonces, guardar silencio y no comprometerse abiertamente con la paz de Santos, de modo que cuando comience la campaña pueda desmarcarse de las concesiones normales de un proceso. De hecho, si por alguna circunstancia improbable no hay acuerdo, Vargas Lleras tendrá margen para mostrarse como el candidato de la fase final de la guerra, la de la aniquilación de las Farc.
¿Qué puede hacer Santos para atajar al miembro de la coalición de gobierno que, sin duda, es el que más opción tiene de sucederlo y que va a ser un revisionista de su legado, como Santos lo fue de Uribe? Tiene la opción de suspender el control de Vargas Lleras sobre el gasto en vivienda e infraestructura, pero entonces el Gobierno vería retrasadas sus ejecuciones en estos temas, que es de lo poco que hay para mostrar en obras.
Está la opción, por otro lado, de lanzar un candidato alternativo. El problema es que su principal apuesta, Mauricio Cárdenas, es más bien desconocido y un desconocedor del oficio de la política. El único con posibilidades reales, si cambia de parecer, es De la Calle, quien además puede reclamar que la paz es tan obra suya como de Santos.
En suma, no hay buenos augurios para Santos y su influencia en el Gobierno más allá del 2018.
Gustavo Duncan
Gustavo Duncan
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