54 minutos al día. Ese es el tiempo ‘libre’ que tiene hoy una madre trabajadora en España. Para las que no disponen de un empleo remunerado y dedican su tiempo al cuidado de los hijos y a tareas domésticas es solo de 14 minutos más. Estas son apenas algunas de las conclusiones del informe #concilia13f, una encuesta que impulsó el autodenominado Club de las #Malasmadres, un colectivo virtual (clubdelasmalasmadres.com) que cuenta con más de 100 mil seguidoras de España y América Latina en su página de Facebook.
Según el decálogo del club, ‘Malamadre’ es aquella que se atrinchera en el baño para tuitear, leer o simplemente para dejar el encéfalo quieto por un rato. La que se hace la sorda por la noche para que sea la pareja la que se levante porque el niño está llorando. Y la que, sobre todo, busca acabar con el concepto de ‘mujer maravilla’ que la sociedad le impone y que está “a años luz de la práctica y la realidad diaria”.
El club, que ironiza con el título de ‘malasmadres’, lo conforman madres profesionales que, sin embargo, no renuncian a su condición de personas y huyen de la maternidad como sinónimo de esclavitud. De hecho, gritan sin pudor que detestan las idas al parque porque simplemente no tienen tiempo ni energía.
De esa preocupación por la ‘sobrecarga’ que supone la maternidad moderna surgió el informe #concilia13f. El club recopiló las experiencias de más de 4.500 ‘malasmadres’ en relación con su trabajo, su vida familiar y la personal. Los resultados no pueden ser más desalentadores: El 80 por ciento tienen dificultades para conciliar la vida laboral y familiar; el 35,3 por ciento de ellas declara haber tenido dificultades en la negociación de la jornada laboral, generando, en muchos casos, momentos de estrés y tensiones con sus jefes; el 31,5 por ciento del total desempeña funciones de menor responsabilidad y al 18,8 por ciento le redujeron el sueldo luego de convertirse en madres.
La realidad, dice Laura Baena, fundadora del colectivo #Malasmadres, “es cada vez más insostenible”. La solución, explican desde el club, no es renunciar a tener hijos ni a verlos crecer. Ellas reclaman más medidas políticas que permitan una verdadera conciliación entre el trabajo y la vida familiar. Fue tan fuerte su reclamo, que la campaña con los hashtag #Yonorenuncio y #YoConcilio explotó en las redes el pasado octubre. Lo que buscan estas mujeres es que el gobierno español decrete incentivos fiscales para las pequeñas y medianas empresas que implanten la jornada continua con flexibilidad horaria.
“La conciliación es uno de los temas que más nos preocupan en el club”, explican las ‘malasmadres’. La situación es tan preocupante, que cada vez más mujeres se lo piensan dos veces antes de tener hijos. Para ellas, ser mamá significa renunciar al trabajo o a ver a los hijos crecer. A veces, incluso, hay quienes desisten de su deseo de traer hijos al mundo.
Todo ello, por culpa de “la penalización”, que les impone el mercado laboral a las mujeres que son madres trabajadoras.
En América Latina
Esa realidad tan abrumadora no es, sin embargo, solo un problema de España. La falta de conciliación y las diferencias salariales entre hombres y mujeres se nota también en América Latina.
Según la Organización Internacional del Trabajo, en la población de mujeres trabajadoras en América Latina y el Caribe existe una brecha salarial de 9,4 puntos porcentuales entre mujeres madres y las no madres, que incluso es más alta, de 18,4 por ciento, cuando los hijos son menores de 5 años.
Lo que sugiere que si una mujer, por ejemplo en Colombia, gana un salario mínimo de 644.350 pesos al mes, una con hijos ganaría aproximadamente 60.500 pesos menos, aunque estén en condiciones laborales idénticas. Y si los hijos son menores de 5 años ganaría 118.000 pesos menos.
El siglo pasado, Colombia se unió a la tendencia mundial y logró que siete de cada diez mujeres en edad fértil trabajaran de forma remunerada y en su mayoría fuera de casa. Aunque la Escuela Nacional Sindical (ENS) resalta que la tasa de participación femenina hasta hoy (58 por ciento) continúa siendo menor a la de los hombres (83 por ciento), los avances han sido significativos.
“El problema surge cuando la igualdad se mide por el número de personas que trabajan y no por las condiciones en el mercado laboral”, afirma Javier Pineda Duque, especialista en género, trabajo y desarrollo y profesor de la Universidad de los Andes.
Si bien la mujer ha dejado de estar confinada al trabajo reproductivo y doméstico, esto a la vez ha ocultado la gran contradicción de lo que se ha denominado la ‘doble jornada laboral’ femenina, explica Pineda.
Según la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo que realiza el Dane, la participación de las mujeres en las actividades del cuidado no remuneradas está por encima de la de los hombres.
En Colombia, las mujeres entre los 25 y los 44 años dedican 7 horas 56 minutos al trabajo remunerado, las de España dedican las mismas horas, pero 20 minutos menos, según #concilia13f. Sin embargo, en el mismo día las primeras dedican 9 horas más al cuidado de los hijos y a las tareas domésticas, es decir, al trabajo no remunerado, y las españolas dedican 8 horas 30 minutos a lo mismo. En total, las mujeres tanto en Colombia como en España tienen jornadas de 16 a 17 horas diarias. Cifras que para las ‘malasmadres’ demuestran que la conciliación es un ‘cuento chino’. A estas dificultades se le suma el agravante de que la brecha de género en las actividades del cuidado es independiente del nivel educativo. Según la ENS, en el caso de las personas con un nivel educativo superior y de posgrado, la participación de las mujeres en las actividades del cuidado en relación con la de los hombres sigue siendo más alta. Lo que indica que la carga laboral tanto remunerada como no remunerada no disminuye, sino que aumenta mientras más ‘cualificada’ sea la mujer. “La repartición de las labores del cuidado en Colombia está lejos de ser equitativa”, afirma Pineda.
Aunque culturalmente se ha confinado a las mujeres al trabajo reproductivo y doméstico, para el historiador y profesor Pablo Bedoya, “hay sociedades que han intentado negociar los roles del cuidado y esto ha logrado alivianar la carga laboral para las mujeres y por ende la conciliación entre trabajo y familia”.
Sin embargo, para Bedoya, “este no es el único camino posible”. El historiador arguye que no es solo la responsabilidad de los ciudadanos, que el papel del Estado en las políticas de conciliación trabajo-familia es fundamental.
En el país, “históricamente ha habido muchos movimientos que han denunciado este tipo de situación; sin embargo, no existe eco”. Bedoya explica que acciones como las del Club de las #Malasmadres terminan teniendo más impacto que lo poco que se hace en Colombia. Al final, “no es que aquí no haya quién denuncie, es que ni el Estado ni la sociedad quieren escuchar”, concluye Bedoya.
MARCELA HAN
Para EL TIEMPO