En la Asociación Nuevo Futuro, el lugar que se roba las miradas es la Cueva del Arte, una especie de sótano en el que las paredes están formadas con rocas pintadas de varios colores. Del techo cuelgan telas amarillas, y debajo de ellas la magia ocurre. Pinceles y manos llenas de pintura les dan forma a relojes, trípticos, bandejas y cajas decorativas.
“Este era el único sitio que quedaba para montar el taller, lo pintamos e incluso escribimos nuestros nombres en cada roca. Queríamos hacerlo un lugar más colorido y lleno de luz”, relata Pilar Cárdenas, profesora de artes plásticas.
Niños y jóvenes de todas las edades asisten al taller. Los pequeños hacen portalápices con figuras infantiles, mientras los más grandes se dedican a cuadros de gran tamaño. “Esto les ayuda a expresar sus sentimientos; hablamos, reímos, nos desahogamos y también creamos”, añade Cárdenas. Ellos y sus trabajos estarán presentes en El Rastrillo.