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'No pueden decirnos a las mujeres qué hacer con nuestros cuerpos'

En foro sobre aborto, Jineth Bedoya hizo una revelación sobre su caso.

EL TIEMPO
Este martes, durante la celebración del foro ‘Aborto legal en Colombia: presente y futuro’, organizado por la Fundación Buen Gobierno, la periodista Jineth Bedoya no sólo defendió el derecho de las mujeres a decidir sobre su vida y su cuerpo, sino que contó cómo ella también se vio enfrentada a la decisión de interrumpir un potencial embarazo.
Bedoya, quien lidera la campaña No es Hora de Callar, que lucha contra la violencia hacia las mujeres, detalló casos de jóvenes mujeres a quienes se les ha coartado la posibilidad de ejercer su derecho a decidir sobre abortar o continuar un embarazo. 
También se refirió al suyo propio, ocurrido a fines de mayo del 2000, justo después de que fue secuestrada y violada por tres paramilitares. (Lea además: Congresistas califican proyecto de aborto como 'cortina de humo')
Por su valor testimonial, y al aporte que puede hacer al debate en torno a la legalización del aborto en Colombia, publicamos el texto de su intervención en el foro.
“Quiero hacer un reconocimiento especial a Martín Santos y a Mónica Roa, porque dieron la pelea para poder hacer este foro y poder tener este espacio; eso hace parte de la construcción de paz. Quiero ligar un poco lo que voy a hablar precisamente a eso: la paz no es solamente esa que se está firmando en La Habana, la paz no es solamente ese acuerdo entre las Farc y el Gobierno; la paz es hablar de estos temas, la paz es salir a afrontar situaciones tan difíciles como eso: qué está pasando con los cuerpos de las mujeres o qué estamos haciendo para cambiar realmente la cara de este país desde nuestras casas, esa es la verdadera paz; lo otro es lo político, pero el cambio de este país lo generamos cada una y cada uno de nosotros.
“Quiero responder un poco esa pregunta, Mónica (sobre el impacto de la violencia en la vida sexual y reproductiva de los mujeres), con tres casos muy cortos. María Alejandra es una niña de 15 años, explotada sexualmente debajo de las columnas del metro en Medellín; hace parte del grupo de niñas que acompaño desde hace cuatro años cuando las encontré allí, cuando me di cuenta de que hacían parte de una red de trata de personas, pero además de que no recibían apoyo de parte de la administración local.
“María Alejandra fue violada por uno de sus potenciales clientes; la invitó a la residencia que queda muy cerca del Parque Berrío, ella se arrepintió en el último momento y este hombre la violó. Inmediatamente después de que ocurrió esto, ella buscó apoyo de la Policía, y no se lo dieron porque es una “puta”, así les dicen a las niñas en el centro de Medellín.
“Ella compró la pastilla del día después y se la tomó; sin embargo, quedó embarazada. Fue al centro de salud donde les prestan servicio a este grupo de niñas para interrumpir su embarazo, y el médico que la atendió, un hombre, le dijo que no le podía practicar el aborto porque ella era prostituta; entonces que ella se lo había buscado, que fuera a uno de esos sitios a donde iban las ‘putas’ a abortar.
“Alejandra tuvo ese bebé porque su reacción, lo que ella decidió como niña, fue: ‘Si he ido a tantas instancias y definitivamente no puedo abortar es por algo, y voy a tener ese bebé’. Ese bebé hoy tiene un año y tres meses y se la pasa ahí en la calle, al lado de su mamá. Si ustedes van al Parque Berrío van a encontrar a este niño pegado a las faldas de su mamá, agarrado de la pierna de su mamá.
“Segundo caso, y del que he hablado en todos los escenarios: centenares de niñas que estaban en los campamentos de las Farc, hacían parte de sus filas, y ellas, en medio de su militancia -por la circunstancia que sea, porque no tenemos por qué juzgarlas- en medio de esos campamentos quedaron embarazadas.
“Muchas de ellas tomaron la decisión de decir: ‘Bueno, quedé embarazada, voy a tener a mi bebé’, y les pidieron permiso a las Farc para poder salir de los campamentos a tener a sus bebés, y la respuesta fue una sonda para hacerlas abortar, pero además no una, sino tres y hasta siete veces; como se los planteé a los negociadores de las Farc en La Habana, no les dieron oportunidad de decidir. Eso también lo tenemos que tener de reflexión en esta construcción de paz.
“Y el último caso, el de una periodista secuestrada, violada. Cuando logran rescatarla la llevan a una clínica, empiezan a hacerle todos los exámenes y el director de la clínica le dice: ‘Seguramente quedaste embarazada y vamos a aplicar un plan de emergencia abortivo para prevenir eso’.
“Lo primero que hacen es traer al párroco de la clínica para que la asista y para que le dé consejo moral sobre si quiere recibir la medicina; pero, además, para que tenga consciencia de qué va a pasar con su vida de ahí en adelante. Y ella dice: ‘Que apliquen la droga que sea’. Se la administran y ahí empieza todo el acompañamiento, no psicológico sino moral, porque qué va a pasar… es una decisión que va en contra de lo que dice la Iglesia.
“Esa mujer soy yo, y me atrevo a hablar de esto porque lo motivó el padre (Carlos) Novoa esta mañana; nunca me había atrevido a hablar de esto en un evento público, en un escenario público, porque hace parte de mi intimidad. Pero cuando él dijo que las mujeres violadas no podían tomar una decisión en pareja -porque obviamente el violador es un desconocido-, pues lo tenían que hacer con su conciencia…
“Padre Novoa: no sé si usted está acá o la Iglesia; soy fervientemente católica y quiero decir que estoy muy tranquila con mi consciencia, porque me violaron tres hombres. No sé si quedé o no embarazada, pero fue mi decisión, fue la decisión sobre mi vida, sobre mi cuerpo, sobre lo que yo quería hacer conmigo. Y ni a Jineth Bedoya ni a María Alejandra ni a ninguna mujer que esté en los campamentos de las Farc, ni a mujer alguna en Colombia nos tienen que poner por encima la moral y la ética para decirnos qué tenemos que hacer con nuestros cuerpos. Es nuestra decisión.
“Quiero agregar algo para cerrar. Muchos años después de ese episodio yo decidí adoptar unos bebés que había conocido en medio de mi trabajo periodístico, para seguir reconstruyendo mi vida. Eran cuatro niños que habían quedado huérfanos, hijos de una mujer desplazada. Cuando ya estaba en el trámite de adopción una funcionaria del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar me dijo: ‘No puede volver a ver a los niños, porque usted no puede ser madre biológica ni por adopción; usted tiene un grave problema de seguridad’. Eso también es cercenar los derechos de las mujeres”.
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