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Nadie responde por muerte de hombre al que le cayó un poste

La tragedia se registró el 10 de enero de este año. Familia pide justicia. Especial Abandonados.

Como todos los días, sin falta, el 10 de enero de este año, José Ricardo Parada salió de su casa luciendo con orgullo el uniforme verde con franjas blancas que lo identificaba como operario y recolector de basuras de la ciudad.
Sin importar que ya eran dos años los que llevaba trabajando en la empresa Aguas de Bogotá y que su rutina diaria era la misma, cada mañana comenzaba su jornada como la primera vez. “Siempre estuvo ilusionado de trabajar en esa empresa. Nos decía que él quería estar allá, y lo consiguió”, recuerda Viviana López, una de sus tres hijas.
No obstante, ese sábado José Ricardo no regresó a su casa. A las 10:37 a. m., un poste de luz se vino sobre el carro compactador en el que se movilizaba. Aunque intentó evadir el golpe, la estructura cayó directamente sobre él.
Su cuerpo sin vida quedó tendido sobre el andén en el sector conocido como La Pared, en la calle 32 B sur con carrera 9.ª este.
Ese fue el punto que visitó su familia 24 horas después para buscar respuestas sobre el incidente, donde incluso lograron recolectar un video en el que quedó registrado el momento exacto de su muerte. Sus allegados coinciden en que el rostro de José Ricardo quedó irreconocible.
Hoy, 10 meses después de la tragedia que enlutó a una familia mayoritariamente integrada por mujeres, su esposa, Lilia Castro Castiblanco; Viviana, Alejandra y la menor de las hijas, Carolina, piden que se haga justicia. Nadie, desde ese entonces, les ha brindado ayuda.
“Era tan lindo, buen esposo y dedicado. Siempre estaba ahí para apoyarnos. Lo extrañamos mucho”, dice.
Aunque los resultados de un estudio realizado por la propia empresa para determinar las causas del accidente señalan que hubo fallas en el procedimiento por parte de la compañía, se negaron a llegar a una conciliación el pasado 30 de octubre, en la Procuraduría.
La propia investigación de Aguas de Bogotá evidencia que dentro de las causas que pudieron originar el siniestro están posibles fallas en el sistema de frenos y del sistema de emergencias.
El drama tras su muerte
Las mujeres, aún conmovidas por la tragedia, pasan los días en una casa del barrio El Muelle (Engativá), que José Ricardo no conoció, pues llegaron hasta allí con el ánimo de olvidarse de la tragedia.
“Con su muerte, perdí mi motivación. Todo lo que buscaba era para él. Veo la tristeza de mi mamá y de mis hermanas, y duele mucho”, dice Viviana, haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas.
Sin embargo, como si el destino se empeñara en recordarles lo que sucedió, el mismo carro recolector de ese día hace las tareas en la zona donde viven actualmente. “Yo lo he visto, es el mismo carro. Es terrible verlo pasar por acá. Todos los días –agrega Viviana– nos acordamos de él y eso es duro, pero ver el carro, resulta mucho peor”.
Y si no fuera suficiente con enterarse de la muerte abrupta de su esposo y padre, tuvieron que dar la pelea para que las atendieran en las entidades y alguien respondiera –muchas veces de manera desobligante– a sus requerimientos.
Por ejemplo, en principio, el trasplante de riñón al que debía someterse Carolina se aplazó. Tuvieron que cancelar la cirugía que estaba programada para pocos días después de la muerte de José Ricardo, a pesar de las implicaciones.
Y sin previo aviso, incluso, por el deceso de su papá le retiraron su afiliación de la EPS. Eso, pese a que tiene una incapacidad laboral de 73 por ciento a causa de una hidrocefalia meningocele, con displasia de cadera. Después de luchar, tras un exceso de trámites en medio del duelo, volvieron a afiliarla. “Lo extraño mucho. Él era la alegría de la casa y me apoyaba y escuchaba”, concluye Carolina.
Por su parte, la administradora de riesgos laborales (ARL) sí respondió y les dio la pensión de sobrevivientes a ella y a su mamá.
Sobre el caso de Aguas de Bogotá, esta solo entró en comunicación con la familia durante los primeros días y les ofrecieron trabajo para algún integrante de la familia. Después no volvieron a pronunciarse, una acción que, según los allegados de la víctima, es sinónimo de desinterés por lo que pasó. “Es como si mi papá no se hubiera muerto, como si no les importara”.
Varios de los proyectos que tenía José Ricardo también están congelados. El sueño de hacer su casa propia en un lote en el barrio La Estrella (Ciudad Bolívar) está estancado desde que él se marchó.
Aunque esperan retomarlo, el vacío no se lo ha permitido. “Si nos dijeran –cuenta Viviana, con tristeza– ‘ustedes se quedan en la calle, pero van a volver a tener a su papá’, no nos importaría. Lo haríamos”.
ALEJANDRA P. SERRANO GUZMÁN
Redactora de EL TIEMPO
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