En un vehículo del Inpec y con el acompañamiento de un centenar de miembros de la Guardia Indígena en motos y carros hizo Feliciano Valencia el último recorrido desde la cárcel de Santander de Quilichao, en el norte del Cauca, hasta el resguardo donde ayer viernes se disponía a pasar su primera noche de los 18 años que debe cumplir de condena por la retención y fuete a un militar.
Valencia, uno de los líderes más visibles entre los indígenas nasa del norte del Cauca, deberá permanecer en el sitio de armonización –ellos no hablan de cárcel– junto a otros 12 comuneros y bajo la vigilancia de miembros de la Guardia Indígena con sus bastones de mando e inspecciones quincenales del Inpec.
Es el compromiso del gobernador indígena José Libardo Valencia, ante el Tribunal Superior de Popayán, que en segunda instancia confirmó el fallo del Juzgado Primero de trasladar a Valencia desde la cárcel de San Isidro, de Popayan, al espacio de armonización en el resguardo Munchique Los Tigres, en Santander de Quilichao.
En la mañana, fue remitido desde San Isidro a la cárcel de Santander de Quilichao y hacia las 3:30 p. m. se inició el traslado hasta la finca Gualanday, en la vereda San Pedro. (Lea: Feliciano Valencia pagará condena en resguardo indígena).
Valencia no pudo contener las lágrimas cuando hizo referencia a otros indígenas detenidos y condenados por la justicia ordinaria. “Me dolió ver indígenas, hermanos nuestros, como gamines, como mendigos, como seres que no valen nada, la desesperanza los acorrala y tienen que acudir a la droga, doparse. Ante las circunstancias tan terribles se pierde toda dignidad. Es un trabajo que nos queda para ver cómo los acompañamos” dijo este líder nasa.
El Tribunal que permitió su traslado a un sitio especial es el mismo que lo condenó a 18 años de prisión, en segunda instancia, revocando el fallo de un juez que lo absolvía de la retención y fuete al cabo Jairo Danilo Chaparral, en el 2008, en el marco de una movilización indígena.
El Tribunal consideró que fue secuestro y tortura y que no se trató de un acto enmarcado en la jurisdicción indígena.
Apenas Valencia hizo su ingreso al resguardo, fue sometido a un ritual de armonización, en el que, a modo de ‘bautismo’ y aceptación de las autoridades indígenas y sus mayores, el recién llegado baja su cabeza y dejan caer agua sobre él.
En su lengua tradicional, saludó a los mayores y autoridades indígenas y a la comunidad. “Sabemos que hubo gente en Popayán que celebró cuando me condenaron y detuvieron, pero también tuvimos mucho acompañamiento. La Guardia Indígena desde afuera tocaba nuestro himno a las 10, 11 y 12 de la noche y a las 2 y 3 de la mañana. Los internos lo memorizaron y aprendieron a decir ‘fuerza, fuerza’ en nuestra lengua y esta mañana que salía, desde todos los patios gritaban ‘fuerza, fuerza’ ”, narró Valencia.
“Esta no es una condena contra Feliciano, es la persecución y acorralamiento de una justicia sobre otra justicia legalmente constituida, reconocida por la Constitución. Lo que está en juego es el ejercicio de la autoridad indígena”, expuso Valencia.
El sitio de armonización es un predio de cuatro hectáreas donde los detenidos deben realizar labores agrícolas y de formación, con actividades educativas y de refuerzo de sus costumbres indígenas.
“Estoy en calidad de detenido, esto no es una finca, como quieren hacer ver. Hay unas normas y debemos demostrar que cumplimos con lo que nos comprometemos y ese fue el compromiso del gobernador del resguardo ante el Tribunal. Sigue el proceso de casación ante la Corte Suprema, que esperamos va a actuar en derecho y anular el proceso y condena pues se trató de un ejercicio de la autoridad indígena legalmente reconocida. Si falla, quedaría el proceso de revisión y luego acudir a los estrados internacionales”, señaló.
Las comunidades indígenas también proyectan una marcha hasta Bogotá para visibilizar la situación y exigir que en la casación la Corte anule la sentencia contra su máximo líder y contra lo que consideran el legítimo ejercicio de su autoridad y justicia.
Entre tanto, Valencia no debe salir, o hacerlo con permiso especial; debe cumplir tareas agrícolas y colaborar en la formación de otros indígenas detenidos.
IVÁN NOGUERA
Enviado Especial de EL TIEMPO
Santander de Quilichao