No tienen la majestuosidad de las ballenas ni la admiración que generan las aves de la selva. Algunos dirían que no son tan carismáticos como los micos y otros, que no llegan a tener la nobleza de los osos. Incluso, muchos solo con verlos entran en pánico. (Lea también: Urge plan para proteger los anfibios / Opinión)
Los sapos, las salamandras, las cecilias ( animales que se asemejan a las serpientes o a grandes lombrices) y otros anfibios, ocultos entre arbustos, debajo de las aguas de los charcos o camuflados con las flores, pasan desapercibidos para muchos humanos, pero también para las políticas de conservación que cada vez con más frecuencia se declaran en el mundo.
De 6.316 especies de anfibios evaluadas por riesgo de extinción (875 por ciento de las que viven en el planeta), unas 1.535 habitan en áreas donde no hay ninguna figura de protección para su supervivencia.
De hecho, cinco familias taxonómicas no aparecen en estos regímenes de cuidado.
Este es el resultado principal de una investigación internacional que lideraron el profesor José Nicolás Urbina-Cardona de la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia, Rafael Loyola de la Universidad Federal de Goias en Brasil y Javier Nori del Instituto de Diversidad y Ecología Animal de la Universidad de Córdoba en Argentina, junto con otros colaboradores y que recientemente se publicó en la revista Biological Conservation.
Los hallazgos son reveladores para su campo puesto que desde hace 11 años no se actualizaba la situación de estos animales de piel desnuda que habitan en los bosques húmedos y sobreviven a tientas por las grandes amenazas que los acechan: la pérdida de sus hábitats, las contaminación de sus acuíferos, donde se reproducen; la fumigación, que los hace vulnerables y les causa graves afectaciones como la aparición de tres ojos o cinco patas; el cambio climático, que altera las charcas y humedad de los bosques, y las enfermedades, algunas provocadas por hongos, que generan la aparición de renacuajos sin dientes o ranas asmáticas con baja movilidad y dificultad para respirar.
“Los anfibios casi nunca son tenidos en cuenta cuando se toman las decisiones. Por lo general, los anfibios no son considerados como objetos valor de conservación, y mucho menos los reptiles”, opina Urbina.
Las más frágiles
Las cifras de la distribución de estos vertebrados amantes del agua en las zonas de protección son alarmantes. Tras un análisis de 126.280 áreas protegidas, que dan cuenta del 13 por ciento del planeta que hoy está salvaguardado, los investigadores concluyeron que el 24,4 por ciento de las especies de anfibios están totalmente sin representación en el mapa de áreas protegidas.
Son estas 1.535 a las que denominaron gap species, un término que quieren acuñar en el ámbito académico para dar a conocer a aquellos animales que no están representados en zonas protegidas y que deben tener una prioridad para su investigación.
El 38 por ciento de estas olvidadas están categorizadas como amenazadas, pero para los científicos es aún más crítico que sobre el 51 por ciento no hay datos suficientes para siquiera saber en qué nivel de peligro están.
“No hay datos porque son raras, muy especializadas en su hábitat, geográficamente con una distribución muy restringida y muy difíciles de avistar”, explica José Nicolás Urbina, el investigador colombiano que además es el jefe regional para Colombia del grupo de especialistas en anfibios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
![]() Esta rana tiene su hábitat desde Estados Unidos a Ecuador. Archivo particular |
El drama de estos vertebrados, los primeros que intentaron sobrevivir en tierra firme en la carrera evolutiva, podría ser mayor.
Solo un 18 por ciento, unas 1.190 especies, tiene menos del 5 por ciento de su distribución geográfica en alguna figura de conservación, e incluso dentro de estas un 22 por ciento, es decir, unas 240, tienen menos del 1 por ciento protegido.
Solo unas 449 especies corren con la suerte de vivir en ecosistemas blindados de la deforestación y la pérdida de sus hábitats.
Los investigadores también concluyeron que más allá de los límites de frontera, las áreas con mayor número de especies sin representar están localizadas en la cadena montañosa de los Andes en Perú, Ecuador y Colombia, en el sur de México, el oriente de Brasil, Papúa Nueva Guinea e Indonesia, sectores de Madagascar, Camerún y el suroeste de la India.
Pero la situación puede ser peor para estos milenarios animales que pasaron de las aguas a la tierra.
Los científicos destacan que los mapas utilizados en su metodología no consideraron la minería y el desarrollo industrial, actividades que son altamente peligrosas para los anfibios. Además, que los patrones de distribución con los que contó la investigación pueden variar debido al cambio climático.
En áreas como el norte y el oeste de África, muchas de estas especies desprotegidas coinciden con zonas donde hay actividades humanas.
“Considerando los escenarios futuros con el cambio climático, las oportunidades de protegerlas podría disminuir debido a la expansión de áreas de agricultura”, quedó consignado en el documento académico.
También preocupa que, en muchos países con gran número de gap species, como en los bosques tropicales de Asia, África y América Latina, se calculen unas ‘excepcionales’ tasas de deforestación, tendencia contraria a la conservación de los anfibios.
Además de estos hallazgos de los investigadores lationamericanos, a mediados de octubre la revista Proceedings of the National Academy of Sciences publicó una reveladora investigación de la Univeridad Macquarie, en Australia, que calcula que al menos 10 por ciento de todas las especies de ranas desaparecerán para el año 2100.
Este equipo de investigadores también concluyó que, en el planeta, cerca de 200 especies de ranas desde la década de 1970 se han perdido y que ahora es más acelerado el crecimiento de la tasa de mortalidad de estos animales comparada con otras épocas.
Esto lo explican debido a la rápida propagación de hongos causantes de enfermedades.
Silenciosos protectores
En el 2013, en la piel de la rana colombiana Pseudis paradoxa se halló un compuesto (pseudin-2) que está patentado y sirve para controlar la diabetes.
De otras ranas se han hallado valiosos alcaloides para compuestos de medicamentos como el omeprazol o anestesiantes.
Incluso hay un trabajo experimental que obtendría de la piel mucosa y siempre brillante de la rana australiana Litoria chloris un compuesto que impide el desarrollo del sida.
La biotecnología es uno de los servicios que estos minúsculos animales de sangre fría le aportan la humanidad. Pero sus beneficios son muchos más. “Se cree que los anfibios se comen a los insectos, vectores de enfermedades como el chinkunguña o plagas de cultivos, en su estadio larval, porque pueden llegar hasta hábitats muy pequeños”, comenta Urbina.
Son también dinamizadores de la vida en sus ecosistemas. Siendo uno de los grupos animales más abundantes en los bosques tropicales, pueden sumar entre todos toneladas de biomasa que están en continuo movimiento.
De paso, no hay que olvidar que más de 220 especies de este grupo de fauna son el alimento de cientos de culturas alrededor del planeta.
Pero, no obstante sus subrepticios aportes, tan ocultos como su misma presencia para la mayoría de humanos, la proporción de las especies de anfibios que están por fuera de las áreas protegidas ha aumentado en los últimos años.
Paradójicamente, el crecimiento de estas reservas también se ha incrementado en cerca de un 10 por ciento en la últimas década.
![]() Esta especie conocida como leptodactylus sp. proviene de una familia taxonómica caracterizada por tener piel lisa en el vientre. Archivo particular |
El grupo de científicos insta a que con urgencia se planteen protocolos de planeación para la conservación de los anfibios. Posponer este tipo de medidas podría amenazar la misma supervivencia de estos ‘olvidados’ por la conservación.
LAURA BETANCUR ALARCÓN
Redactora de Medioambiente
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