Se necesitó que una comisión de expertos de muy alto nivel hiciera, para la Organización Mundial de la Salud, un metaanálisis a más de 800 estudios, muy serios, para concluir, sobre el consumo de carnes, lo que el sentido común ha dicho siempre: en exceso, todo es malo.
Organismos como éste ya nos lo habían dicho con los huevos, la luz del sol, las grasas buenas y malas, las harinas y los dulces, el azúcar, el trago y hasta el estrés laboral. Pues ahora les tocó a las carnes rojas y procesadas.
Entienda. Los estudios científicos casi siempre hay que interpretarlos; esa tarea hay que dejársela a expertos y académicos, que son los llamados a aclarar las dudas; así que húyales a los titulares ligeros, a los voceros de partes interesadas y a la gente catastrofista.
No se enrede. Frente a lo que la gente se come es posible salir siempre airado si se aplica una máxima: moderación y dieta equilibrada. Prácticamente todos los estudios que relacionan la génesis de una enfermedad con la ingesta de un producto, señalan que el problema se presenta cuando la gente no se mide.
Cuidado. Hay productos para los que la moderación no vale, porque cualquier nivel de consumo resulta peligroso para la salud. Y ahí entran el cigarrillo, las drogas ilícitas y la exposición a radiaciones ionizantes y tóxicas. Ojo: en este caso nada significa nada.
Por último. En materia de consumo aquello de que “el que peca y reza, empata”, no cuenta para nada. Desmóntese de la idea de que “yo puedo emborracharme, fumar y comerme toda la carne del mundo, porque hago ejercicio y soy de contextura delgada. No olvide que así no se note mucho, los excesos siempre pasan factura.
Carlos F. Fernández
Asesor médico de EL TIEMPO