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Douglas, apenas una herramienta

Luis Enrique no lo pidió para el Barcelona, pero al menos debió desaconsejar la contratación.

JORGE BARRAZA
Las imágenes son muy simpáticas: los jugadores del Villanovense, modestísimo club de Segunda “B” de España (tercera categoría), miraban en directo el sorteo de la Copa del Rey por televisión. Habían avanzado ya tres rondas, la primera sin jugar, y las dos siguientes venciendo a equipos de su misma divisional. Les tocaba, pues, chocar ahora con uno de Primera División. El maestro de ceremonias sacó la bolilla del Villanovense en primer lugar; restaba conocer el rival. Fue cuando los muchachos del clubcito extremeño empezaron a corear, por mitades: “Madrid, Madrid, Madrid…” Y los otros “Barsa, Barsa, Barsa…”.
Querían a alguno de los dos colosos de rival, conscientes de que los ojos del periodismo, y de toda España, estarían centrados en su próximo enfrentamiento. Se les dio: la bolilla cantó “FC Barcelona”. El grito de alegría fue atronador. Se comprende, son semiprofesionales que tienen otros empleos. Uno es albañil, otro enfermero, dos más manejan un camión recolector de residuos, el capitán Pajuelo es vendedor de seguros... Todos así. Jugar contra un peso pesado era un sueño para ellos. La afición española se enteró (nosotros también) que el cuadrito de la provincia de Badajoz tiene camiseta verde.
La alegría de los futbolistas villanovenses se multiplicó hasta el nivel de euforia en el caso de los directivos, se les daban vuelta los ojos imaginando la taquilla. De hecho, el estadio Romero Cuerda, donde juega en Villanueva de la Serena, tiene apenas un aforo de 2.400 espectadores. Pero apenas se supo que los visitaría el Barcelona se movieron para darle mayor capacidad. Consiguieron tribunas tubulares y lo llevaron a 10.500, que fueron los que entraron. Cuenta Santi Giménez, redactor de Marca, que un ejército de pintores, carpinteros, operarios de todo tipo y sobre todo voluntarios del pueblo que esperaban como premio una entrada, trabajó como hormigas para tenerlo pronto. Y lo lograron.
La felicidad por enfrentar al tricampeón vigente (y por la recaudación…) se extendió con creces: el miércoles igualaron 0 a 0 y lo celebraron como un título. No es para menos. El resultado no es suficientemente explicativo si no se aclara que el Villanovense marcha decimoprimero en el Grupo 3 de la Segunda “B”, donde compiten 60 equipos (en una tabla general se ubicaría 32º). Pero igualó con el campeón de liga, de Copa y de Europa. Este alineó un equipo de suplentes, claro que reservas como el francés Mathieu, que le costó 20 millones de euros, el belga Vermaelen (otros 15), los brasileños Adriano (9,5) y Douglas (6), Bartra, Sandro, Munir, etcétera.
El resultado, pero sobre todo la aburridora e incolora actuación azulgrana no hacen más que confirmar el pésimo armado de su plantel, donde hay 12 ó 13 jugadores al nivel de esa camiseta, y otros tantos que no pueden superar al equipo número 32 de la tercera línea hispana. Ni siquiera generarle situaciones de gol. “Son futbolistas que sólo sirven para llenar el banquillo del Barsa”, criticó Lluis Mascaró, director adjunto del diario Sport. “Ninguno estuvo a la altura de lo que se esperaba. O, desgraciadamente, puede que sí. Porque la realidad de la plantilla del Barsa es así de triste”, prosiguió. “El ‘Barsa B’ –remató- hizo el ridículo ante un Segunda B. Más allá de las típicas excusas (el mal estado del césped, la hipermotivación de los jugadores del Villanovense...), el conjunto blaugrana ofreció una imagen pésima, indigna de un tricampeón. Es verdad que casi ninguno de los futbolistas que intervino en este partido tuvieron trascendencia en la consecución del triplete. Pero estamos hablando de jugadores que cobran, como mínimo, dos millones de euros por temporada”.
El Villanovense difundió su presupuesto 2015-2016 para salarios de sus 21 jugadores: 342.000 euros en total. Enfrente tuvo a jugadores un poco más cotizados: Vermaelen cobra 3,5 millones euros por año; Mathieu 3; Adriano 2,5; Bartra 2; el arquero Masip, Munir y Sandro un milloncito cada uno. Mantener su plantel le insume al Barcelona 250 millones de euros cada 365 días. La desproporción es notable: gasta 731 veces más. Empataron.
La agria sensación que el 0 a 0 dejó en la afición culé se potenció con la noticia de que Douglas terminó el partido con una lesión seria: fisura en el escafoide del pie derecho que lo mantendrá inactivo al menos otros dos meses. La sola mención del nombre Douglas provoca irritación, sino furia entre los hinchas azulgranas. Desde su llegada, en agosto de 2014, apenas ha disputado 5 partidos (3 en Copa del Rey y dos medios tiempos en Liga). Es muy evidente que no tiene nivel para jugar en España, tal vez ni para una Primera División medianamente exigente. Sus mínimas intervenciones han despertado una ola de críticas. Pero además ha hilvanado una lesión tras otra. La gente se acuerda de que costó 6 millones de euros y pone el grito en el cielo. Ni siquiera puede ir al banco.
Es otro de los pases “raros”, que abundan en el mundo del fútbol en general, pero que son tan frecuentes en el FC Barcelona (total luego Messi arregla todo). El Barsa es un club que tiene decenas de entrenadores en su estructura, es absolutamente inadmisible que alguien aprobara esa contratación. Está claro: algunos hicieron un negocio de fábula con él. Douglas es apenas la herramienta (no obstante no tengamos tanta lástima, cobra su millón y medio anual).
Así como la venta de derechos de televisación por parte de las asociaciones y confederaciones, el rubro de las transferencias en los clubes se presta a grandes deshonestidades. En las primeras porque no hay licitaciones, en las segundas debido a que el precio de un futbolista no tiene un parámetro como el de un automóvil o un kilo de azúcar. Menos parámetro tiene la recomendación. Alguien seguramente aseguró que Douglas era un fenómeno (¿el director deportivo Andoni Zubizarreta…?). Luego fracasa y vienen las antiguas excusas: “El chaval era bueno, pero no se adaptó”, “Lo malograron las lesiones”, “El técnico no confiaba en él”, “Tenía una novia despampanante que lo arruinó”…
Pero Luis Enrique ya era entrenador del Barsa cuando se lo trajeron. Si él no lo pidió, al menos debió desaconsejar la contratación. No lo hizo y no habla bien de él. Es el fútbol que tenemos, caballeros.
Último tango...
JORGE BARRAZA
Para EL TIEMPO
@JorgeBarrazaOK
JORGE BARRAZA
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