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Cuchillada del río sobre el mar

Ninguna historia de ciudad se parece más a la de Buenos Aires que Barranquilla.

Del lanzamiento de mi libro 'Jirafa ardiendo en Barranquilla' alcancé a hablar con Carolina Hennessey. Perdonarán los lectores que me refiera a ella. Llevo 45 minutos dando vueltas alrededor de las noticias de la reunión de Bonn y de los temas de esta columna, pero una cuchillada hiende mi voluntad y me doblega. Para el libro quiso el azar que se diera aquella curiosa mezcla del arte y el industrialismo que caracterizó los comienzos de la ciudad pionera. Estarían allí el empresario Antonio Celia y el poeta Miguel Iriarte para incitar a un diálogo de todos sobre la amenaza que hoy se cierne sobre la vida. Y yo quería que estuviera Jaime Abello, para representar el vínculo virtuoso entre la ciencia y la sociedad: el periodismo. Pero Jaime está en Austin en lo de García Márquez. Y mi madre tenía mucha ilusión de asistir. No le alcanzaron sus fuerzas de noventa y tres y medio.
De la saga de Melquiades Hennessey, quien refería que en los barcos de Irlanda se embarcaban sin enterarse muy bien de su destino. Del miedo de la hambruna nunca se liberaron. Solo comían papas. Los que venían a la América desembarcaban en el norte, pero los capitanes más osados se aventuraban hacia el sur, y así fue como llegaron a Buenos Aires, cuya tercera colonia es irlandesa. A lo mejor es por eso que ninguna historia de ciudad se parece más a la de Buenos Aires que Barranquilla. Puertos de ríos majestuosos que acunaron migrantes de otros mundos. Dolores compartidos que a poco fueron ‘del jubiloso porvenir crisol’, como escribió Amira de la Rosa, y no hay en el mundo un himno más hermoso que el de Barranquilla. Coronada de firme amanecer, donde las sirenas de fábrica y taller fueron desde un principio el rumor arterial de su existir. Allí comenzó todo: la radio, el deporte, la aviación, el arte, la industria. Y con la resistencia que le confiere su pasado migrante ha podido restituirse de lombardas y otomanos que han pretendido saquearla desde adentro. Nunca podrán, porque esta ciudad es resiliente de origen. Y pujante y vital como la última de Kilgebban y de Melquiades. “Allí van los señoríos derechos a se acabar e consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos e más chicos, allegados, son iguales los que viven por sus manos e los ricos”.
Manuel Guzmán Hennessey
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