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La Argentina, la escuela que hace arte con la basura

En la institución educativa, los niños aprenden sobre la consciencia ambiental.

FELIPE MOTOA FRANCO
Después de cruzar el patio central de la escuela La Argentina (Usme), kilómetro 12 de la vía a Sumapaz, el visitante nota que hay materas a diestra y siniestra. Penden del techo y de los muros.
Los niños salen a descanso. Al azar, se aborda a una estudiante: Laura Vanesa Gacha cursa grado 5.° y vive en la vereda Curubital.
Señala tres canecas de colores: “Estas son para reciclar. En esta va papel, cartón y plegadiza. En esta, lo orgánico, como las cáscaras. Los niños sí cumplen con el reciclaje”. Sonríe y juega con su trenza rubia.
Se ofrece a revelar las materas más vistosas. Muestra la cabeza de un muñeco al que, en vez de pelo, le crecen flores.
Al lado, una desvencijada volqueta de juguete es casa de una florecida mata de geranio. En secuencia que va hasta el final de las paredes, insólitos objetos sirven de materas: planchas, botas, etc.
“He traído cosas en las que hemos sembrado, como botellas y muñecas dañadas”, complementa.
El proceso para convertir este centro de enseñanza en un laboratorio de consciencia ambiental ha tomado cerca de diez años. Los profesores Yaneth Sonia Luengas, Jackeline Poveda y Jairo Prieto lideran el enfoque.
Cuando llegaron a impartir clases, se toparon con que todo lo que era basura plástica se iba a la hoguera, y la gente prefería no sembrar jardines porque al entregar las casas–fincas a los dueños (muchos viven en arriendo) su trabajo se quedaba allí.
“Y decían que no había plata para materas. Pero resulta que si siembran sobre frascos y vasijas viejas, se las pueden llevar con su trasteo”, ilustra Yaneth.
La consigna es que cualquier objeto puede ser el hogar de una mata.
Para que los padres se concienticen de la importancia de cuidar el medioambiente, que en este territorio es abundante en agua, cultivos y producción lechera, en cada entrega de boletines les imparten talleres de manualidades. En vez de botar el plástico, lo convierten en objetos para el hogar: cafeteras, tazones, portacubiertos, moños y más.
Los maestros advierten que la clave para que los niños interioricen la idea del reciclaje es que practican mucho. De este modo aprenden a contar mientras reúnen piezas (tapas, tarros, etc.) para armar objetos. Identifican colores, formas y volúmenes.
“Voy a hacer una casa de pajarito. Ya hice tarritos para poner dulces y decorar”, expone Paula Andrea López, de grado 5.°, mientras agrupa piezas.
Entre risas y juegos de corre que te alcanzo, se encuentra un original uso de ropa vieja. En hilera, contra el muro que circunda la institución, siete pantalones, de diferentes tallas, son materas erguidas sobre zapatos. Es como si de las piernas de personas brotaran plantas vivas. Podría ser la instalación de un artista, pero es el sentido común de La Argentina.
“Los pantalones los hicimos todos los estudiantes. Se los rellena de bolsas de plástico –de la bragueta hasta las botas–, luego se les echa tierra, se siembra la mata y ella crece”, explica Laura, sonriente. “El plástico es para que la tierra no se baje y para que se vean bien gorditos”. Es toda una puesta en escena.
“Nuestro sueño es tener un cuarto con paredes de bloques ecológicos (aglomerados de botellas plásticas que a su vez están rellenas de plástico). Ya recogimos 750 botellas, de las 7.000 que necesitamos”, apunta la profesora. “Ahora en las casas llenan envases con su propia basura, tipo empaques de galletas o de arroz, y nos los traen”.
El patio posterior sirve como bodega. Por allí hay jazmines, yerbabuenas y veraneras. La idea en este espacio es construir un zoológico con llantas. Habrá jirafas, elefantes y leones, un reino con material que iba a ser contaminante, y ahora servirá para el disfrute de los niños.
FELIPE MOTOA FRANCO
Redactor de EL TIEMPO
En Twitter @felipemotoa
FELIPE MOTOA FRANCO
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