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Hasta que la vida los separe

Como otro gesto a favor de los fieles, el Papa agiliza el proceso de anulación del matrimonio.

EDITORIAL
Aquellos que han querido obtener la nulidad de su matrimonio católico se han visto, en los tribunales eclesiásticos del mundo entero, metidos en un callejón sin salida. Al dolor de la separación, que más allá de los detalles suele transformar a fondo a una persona, se descubren sumándole la exasperante lentitud del proceso, los costos elevados del trámite y, con frecuencia, poca compasión de quienes lo llevan a cabo. Cuando se pide la nulidad, la Iglesia deja de ser un refugio para convertirse en un juzgado implacable. Y no son pocos los testimonios que señalan que solo quienes no se encuentran en posiciones de influencia se ven forzados a soportar la rigidez de los enjuiciadores. Y las críticas no vienen de los fieles decepcionados, sino, como suele suceder en estos días, del propio papa Francisco.
Dentro de sus cada vez más frecuentes acciones para acercar el catolicismo a sus seguidores, y de reformar sin agredir la doctrina, el Papa acaba de decretar que a partir del próximo 8 de diciembre el proceso de nulidad será gratis, no durará más de un año y esta podrá ser declarada por un solo juez –“bajo la responsabilidad de un obispo”– luego de una sola sentencia. Se trata de un gesto más, en fin, en favor del dolor de los fieles, luego de declararse incapaz de juzgar a los homosexuales por su orientación y después del ofrecimiento del perdón a las mujeres que durante el jubileo de la Misericordia confiesen el pecado de haber tomado la decisión de abortar.
El mensaje, que busca desempolvar el catolicismo y presentárselo a los hombres y a las mujeres de estos tiempos, sigue siendo el mismo en el que Francisco ha insistido desde el principio: el pecador no debe ser desterrado del Reino de Dios, sino acogido y reparado por su Iglesia.
Habrá que ver qué tanto efecto tendrá, entre los católicos y los escépticos, esta nueva señal de tolerancia papal. Por un lado, se dice que el pontífice camina por la cuerda floja. Por el otro, se habla del pecado como un crimen arcaico e infantil. Pero no cabe duda de que para la mayoría es una demostración de buena voluntad, de buena fe, de caridad cristiana.
editorial@eltiempo.com
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