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Hogares geriátricos, ¿un negocio fuera de control?

En Bogotá funcionan cerca de 524. Al Distrito se han reportado al menos 69 quejas.

CAROL MALAVER
La vieron tirada en el patio, sucia, con manchas de comida, como si su humanidad no tuviera el más mínimo valor.
La escena rebosó la copa de la familia de Aceneth Rivera, luego del martirio que le tocó vivir para encontrar un hogar geriátrico para su tía, de 82 años, Rosa María Cubides.
Con amor la habían acogido 14 años después de que enviudó. “Vivía con nosotros y dormía en la habitación con mi mamá, de 81 años, pero llegó un momento en el que su enfermedad perjudicaba la de mi mamá y nos tocó pensar en un lugar para su cuidado”.
El párkinson que padeció durante 20 años la sumía en profundas depresiones que la conducían al llanto y a los gritos, contó Aceneth. Pero su paso por varios sitios se fue tornando en pesadilla, comenzando por el alto valor de la mensualidad para una familia de clase media. El primer sitio adonde acudieron fue un centro recomendado por una iglesia cristiana. “Tenía un costo bajo pero la atención no era la mejor. No había enfermeros y no sabían cómo manejar el párkinson. Tuvimos que sacar a mi tía de ese lugar”.
La segunda recomendación que llegó a la familia fue la de un hogar geriátrico en el barrio Normandía que cobraba 800.000 pesos. “Nos inspiraron confianza, se veía limpio”. Pasó poco tiempo para que la familia notará que el lugar no contaba con personal idóneo para el cuidado de los ancianos. “El desayuno era a las 8 de la mañana, el almuerzo al mediodía, pero la comida se las daban a las 4 de la tarde. De esa hora hasta el otro día a ellos les daba hambre.
Percibimos malos olores, comida de mala calidad e incluso que los abuelos quedaban en manos de la señora del aseo o de la cocina, y en el mejor de los casos de estudiantes de enfermería”, contó Aceneth. La retiraron cuando se dieron cuenta de que el mecato que le llevaba a su tía para que no sintiera hambre era saqueado. “Ella vio a la aseadora sacando sus cosas”, recordó su sobrina.
Nuevamente comenzó su carrera contra el tiempo para buscar un tercer lugar. “Busqué en ese mismo barrio porque queda cerca de la casa de mi mamá y se le facilitaba visitarla. Recuerdo que me atendió un hombre joven muy formal. El dueño me dijo que conocía muy bien la enfermedad de mi tía”, aseguró Aceneth. Hoy esta familia dice que todo lo que dijo fue falso. En los días de visita evidenció muchos ancianos y poco personal, que no los dejaban entrar a las habitaciones, que a su tía no le suministraban su droga y que le amarraban las manos en las noches. “Me enteré que a los ancianos los bañaban a las 8 de la mañana y los dejaban todo el día viendo televisión. El último día que mi tía pasó allá estuvo sentada hasta las 9:30 de la noche dizque para que ‘no jodiera’. Me partió el alma”.
Rosa María se veía cada vez más delgada, decaída y su temblor se incrementó. A la par, los sorprendió mucho el día en que vieron a una mujer joven, con una enfermedad mental, sentada en una silla plástica, amarrada a una columna de la casa. “Mi tía se sintió tan mal que nos llamó y nos dijo que no podía más”.
Cuando un familiar fue a conocer el porqué de su llamado la encontró tirada en el patio. “Estaba sucia, untada de comida, como si fuera un animal. Mi tía se puso a llorar, se desmayó y terminó en cuidados intensivos de la Clínica Colombia. Sus bronquios estaban afectados. Nunca volvió a ser como antes, terminó con oxígeno y alimentación artificial”. Rosa María salió de la clínica pero, otra vez, su familia sufría para buscarle un sitio digno.
Quejas
Durante el 2014 y el primer semestre del 2015 la Secretaría de Integración Social recibió 69 solicitudes, quejas y requerimientos por parte de la ciudadanía, la mayoría relacionados con situaciones de maltrato hacia las personas mayores: negligencia, maltrato, presunto secuestro, abuso sexual, condiciones higiénico-sanitarias, falencias administrativas, ilegalidad y verificación de condiciones de operación.
Pese a esta realidad, no todos los hogares geriátricos tratan a las personas como mercancía por las que reciben una mensualidad. Aceneth luego de sufrir por los altos precios que cobran estos lugares encontró un hogar en el barrio Nicolás de Federmán que le devolvió la confianza. “Llegó como un milagro. Se llama Hogar Geriátrico Nicolás de Federmán. Allá encontré enfermeras, personal capacitado, calidad humana. Mi tía no alcanzó a durar un mes pero siempre estaré agradecida con ellos. Permitieron que sus últimos días los viviera con dignidad. Le daban mucho amor”.
Este no ha sido el caso más grave. En el 2012 la Secretaría de Salud cerró un hogar geriátrico en el norte de Bogotá. Dos abuelos resultaron con hematomas en su cuerpo. Una llamada al 123 hizo posible su trasladad. Hasta la Personería de Bogotá ha recibido quejas por negligencia, caídas y maltrato. Ocho este año.
Para Raúl Jacob Rojas, gerontólogo de la Universidad Buenaventura, su profesión se está ejerciendo por personas sin estudio y más desde lo administrativo que desde lo integral. “Atenderlos en aspectos tan íntimos como ir al baño o vestirlos requiere de mucho profesionalismo en lo social y lo psicológico”.
Para el experto una persona con una enfermedad física o mental como el alzhéimer o la demencia senil necesita, además de una atención médica, una mirada a su contexto social, físico, psicológico y espiritual. “Por eso es tan grave dar licencias a sitios que mezclan enfermos mentales con ancianos y peor sin profesionales que sepan manejar su condición”.
Muchos han denunciados robos y tratos inhumanos. “Todos vamos a llegar a viejos. Cuento mi historia para que haya vigilancia. El día de mañana cualquiera puede ocupar el lugar de mi tía”, dijo Aceneth.
Casas de cuidado pululan sin que todas cumplan la ley
En Bogotá hay cerca de 524 instituciones que atienden a los adultos mayores. En barrios como Modelia, Normandía, Cedritos, Santa Isabel pululan con toda clase de ofrecimientos y muchos sin cumplir con la normatividad. Un casa grande es suficiente para abrir un lugar de cuidado. El problema es que no todos cumplen con lo establecido en la Resolución 01820230 de 2013 de las secretarías de Integración Social y Salud: nutrición y salubridad, ambientes seguros, desarrollo humano, una buena gestión administrativa y condiciones higiénico-sanitarias. La pregunta es ¿por qué funcionan si no cumplen la ley? Estos lugares deben contar con auxiliares de enfermería que atiendan de 1 a 20 personas por cada turno, 24 horas al día, 7 días a la semana. Aquellos que tengan más de 51 mayores a su cargo deben contar con un médico general de medio tiempo y si son más de 76 y hasta 150 con uno de tiempo completo.
Bajo las mismas condiciones deben trabajar con nutricionistas, psicólogos, trabajadores sociales y profesionales en terapia ocupacional. 69 quejas recibidas por Integración Social en el 2014 y lo que ha corrido del 2015; 40 que recibió en el 2014 la Secretaría de Salud por maltrato, insalubridad, mal manejo de plagas y alimentos y hasta por el escaso lavado de manos, y solo 50 sanciones impuestas no revelan la magnitud del problema porque hay pocas denuncias formales.
CAROL MALAVER
Redactora de EL TIEMPO
Escríbanos a carmal@eltiempo.com
CAROL MALAVER
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