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Luego de cinco años del desastre, renace Gramalote

EL TIEMPO visitó el pueblo que reemplazará al original, destruido en el 2010 por un deslizamiento.

WILSON VEGA
Un terremoto, pero en cámara lenta. Así podría describirse lo que pasó en Gramalote en diciembre del 2010, cuando el deslizamiento del cerro de la Cruz desestabilizó el terreno y echó por tierra las casas, el convento de las bethlemitas y la mayor parte de la iglesia de San Rafael Arcángel, cuyas dos torres llegaron a ser el punto más reconocible del pueblo.
Parte de la fachada de ese templo es lo único que queda en pie del municipio que fue. Luego de que fue declarado el desastre se ordenó demoler lo que quedó de las viviendas. Sus habitantes –con excepción de un puñado de familias que permanece en el sector conocido como La Lomita– abandonaron el lugar. Ese, que podría ser el final de la historia, en realidad es el comienzo. (Lea también: Aunque no empiezan obras, gramaloteros esperan con fe su nuevo pueblo)
El traslado de la cabecera municipal de Gramalote, un propósito que formalizó la Ordenanza Departamental 002 del 27 de febrero del 2014, es un emprendimiento sin precedentes en Colombia.
Nunca antes en la historia reciente del país fue posible, como lo hizo este reportero, pararse en la mitad de un campo destapado e imaginar, planos en mano, dónde se levantarán en unos meses la plaza de mercado, la alcaldía o el hospital. La mayoría de los pueblos y ciudades surgió de forma progresiva, guiado su desarrollo por la llegada de nuevos habitantes y por la emergencia de poderes políticos y renglones económicos. Aunque eso sin duda ocurrirá en su ‘juventud’, el nacimiento del nuevo Gramalote (que se llamará Gramalote, a secas) estará determinado de antemano por el propósito de proteger para sus habitantes el derecho a una vivienda.
Germán Arce, gerente del Fondo de Adaptación, expresó: “Estamos construyendo un municipio. No se trata solo de hacer casas. Tuvimos que empezar desde cero: comprar el lote, habilitar un área rural para uso urbano, hacer la gestión predial, conciliar con la comunidad el diseño y llevar a cabo las obras y adecuaciones necesarias para que cuente con servicios públicos y el equipamiento básico”. (Lea también: El nuevo Gramalote toma forma con diseños para su reconstrucción)
El responsable del contrato, del orden de los 73.000 millones de pesos, es el consorcio Munguí, conformado por las firmas Gisaico S. A., Construcciones Civiles S. A. y Arquitectura y Concreto S. A. S. A esa firma corresponde la construcción de la alcaldía, la plaza de mercado, las calles y andenes, la red de acueducto y alcantarillado, además de la conformación de lotes para levantar las primeras 400 viviendas.
La tercera fundación
Como lo sabe cualquier gramalotero que se respete, Gramalote nació dos veces. La primera vez fue en 1857 y la segunda, en 1883. Ahora, casi cinco años después de la tragedia, se apresta a hacerlo por tercera vez, resurgiendo de los escombros. En un terreno de la vereda Miraflores, a unos veinte minutos del casco siniestrado, comienza a tomar forma el trazado de lo que será un pueblo nuevo.
En los renders del proyecto se dibuja un municipio idílico, con muchas zonas verdes y amplias vías por las que pasean madres con sus hijos. En el papel relucen también los diseños de la alcaldía, en arcilla nortesantandereana, o la plaza de mercado con los puestos ubicados en terrazas. Nada de eso está allí por ahora, pero eso no evitó que, al momento de anunciar el proyecto, la representante encargada de presentarlo asegurara que, al final, sería “un pueblo contemporáneo y muy del siglo XXI”.
Por ahora, los trabajos se concentran en lo que se denomina el ‘núcleo funcional’, en el que será instalada la infraestructura vial y de servicios. También se determinó el lugar en el que quedará una planta eléctrica y el de una planta de concretos que surtirá, se espera, las necesidades de la zona de construcción. (Lea también: Vía de acceso a nuevo Gramalote ya tiene licencia ambiental)
Y luego, claro, vendrán las casas. La primera fase comprende 600, que deben comenzar a verse en diciembre, aunque con toda probabilidad no empezarán a ser habitadas antes de bien entrado el 2016.
El acueducto es lo primero. De hecho, un tanque de almacenamiento con capacidad para 720 metros cúbicos domina el cerro bajo en el cual avanza la construcción. A un costo de 12.000 millones de pesos, el crucial desarrollo está a cargo de que la Unión Temporal Fundación PTAR Gramalote. También estaba pendiente iniciar la construcción de las vías de acceso y salida, en los tramos Puente Cuervo-Miraflores, y Miraflores-Lourdes. Aunque contratada, la obra no había podido iniciarse por falta de una licencia ambiental. Después de un año y medio de un trámite entorpecido por inconsistencias en la información, la Corporación Autónoma Regional de la Frontera Nororiental (Corponor) expidió a comienzos de este mes el documento y les dio luz verde a obras por 54.000 millones de pesos.
Errores y demoras
Aunque la reconstrucción del municipio estuvo frenada por meses por los retrasos en la expedición de los permisos ambientales para llevar a cabo las obras, ese no fue el único traspié. El propio presidente Santos ha pedido perdón a los damnificados por las demoras en el proceso de reasentamiento y en febrero de este año lanzó un ultimátum al Ministro de la Presidencia.
“El nuevo Gramalote tiene que mostrar una verdadera transformación. Créanme que va a ser mejor, que sus habitantes van a vivir mucho mejor que antes de la tragedia”, dijo Santos en una rendición de cuentas, en diciembre del año pasado.
Mucho tiempo se perdió porque el Ministerio de Vivienda y el Ingeominas determinaron que la zona óptima para la construcción era el sector de Pomarroso. Cuando ya se avanzaba hacia ese plan, el Fondo de Adaptación halló que los estudios estaban incompletos y que, por tener un menor riesgo geológico y necesitar una vía de acceso de menor extensión, entre otros atributos, el lote de Miraflores era el ideal.
Reconstrucción social
Pero si levantar las casas, tender las redes y pavimentar las calles es un desafío de ingeniería, poblar de manera ordenada el nuevo casco será un desafío logístico y humano. Esto, es porque el propósito del plan de reasentamiento es devolver a la totalidad de la población gramalotera a un pueblo funcional, seguro y económicamente activo. El ideal, explican, es preservar comunidades.
Así, se ha intentado que los barrios del nuevo Gramalote emulen los del antiguo, con lo que cada habitante tendría los mismos vecinos, a menos que pida otra cosa. Pero la minucia de la reubicación y la elemental condición humana dan lugar a toda clase de escenarios, desde aquel en el que quien tenía casa esquinera quiere otra hasta el del que vivía a la entrada del pueblo y se halla ahora con que es otro pueblo, con otra entrada.
Aun así, hay toda clase de combinaciones: a los propietarios que vivían en Gramalote se les restituirá su casa metro por metro. De 617 propietarios en el censo, más de 600 han manifestado su voluntad de retornar. A quienes tenían un lote se les restituirá un lote.
A los arrendatarios también hay que protegerles el derecho a la vivienda, con lo que una vez reubicados serán propietarios de sus casas en el nuevo Gramalote.
¿Y los casos especiales? ¿Qué pasa si alguien tenía una casa en el pueblo pero vivía en arriendo en otro lugar? ¿Qué pasa si perdió la casa en la que vivía en Gramalote pero posee otra en otra parte? ¿Qué pasa si tenía tres casas, o cinco? ¿Qué pasa si vivía en la zona rural y ahora quedó desconectado del nuevo casco urbano? ¿Qué pasa si al día de hoy siguen viviendo en La Lomita? Todo este entramado debe desenredarse preservando, en la medida de lo posible, la libre elección y el restablecimiento de lo que era, pero también la corresponsabilidad, la solidaridad y la buena fe.
No existe en el futuro un ‘día D’ para la nueva fundación de Gramalote. Probablemente comience a ser poblado a medida que las obras iniciales den paso a la construcción de viviendas y edificios. Sin gente, son solo cemento. Hace falta mucho trecho para que el hospital sea un hospital y el colegio sea un colegio. Pero, a pesar de los retrasos y los errores, y pese a que mucho de lo avanzado no es apreciable a simple vista, Gramalote tiene hoy un futuro, algo que no tenía cuando lo derrumbó un terremoto en cámara lenta.
WILSON VEGA
Enviado especial de EL TIEMPO
WILSON VEGA
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